Estrellas de la salsa brava

El auge actual de la música urbana tiene un antecedente directo en la llamada salsa brava, que proyectó a nivel mundial el gusto por los ritmos caribeños durante la segunda mitad del siglo XX. Surgida en Nueva York con el sello Fania Records, reunió un elenco de músicos latinoamericanos que hoy son leyenda. En su legado, el barrio es una seña de identidad, así como sus letras, composiciones, intérpretes e instrumentistas de grabaciones y orquestas memorables.

Johnny Pacheco y Celia Cruz en el concierto de Fania All-Stars en Zaire, 1974.
Johnny Pacheco y Celia Cruz en el concierto de Fania All-Stars en Zaire, 1974. Fuente: salserisimoperu.com

Fania Records fue creada en 1963 por el empresario italoamericano Jerry Masucci y el músico dominicano Johnny Pacheco, quien a su vez creó el concepto de salsa y fue el director de la orquesta más brava: Fania All-Stars.

El origen de este género estuvo influenciado por Mario Bauzá, que en un viaje a Nueva York se obsesionó con las big bands de jazz y swing de los años treinta. Regresó a Estados Unidos porque en La Habana no existían sitios como Savoy Ballroom, en el barrio de Harlem, que permitía la entrada a negros y blancos, por lo que el cubano se integró tocando la trompeta en la orquesta del percusionista Chick Webb.

Años después el mambo, son montuno, guaracha, guaguancó y chachachá se insertaron en la comunidad hispana de la Gran Manzana. Pero fue a finales de los sesenta y principios de los setenta cuando surgió propiamente la salsa, una mezcla de todos esos ritmos. Se asentó en un sector de Harlem, donde los boricuas se identificaban con sus raíces. A su vez, la Orquesta Harlow grabó en Manhattan, en 1971, un concierto que catapultó el género. “Hicimos una gran fiesta en la calle para la gente del barrio, frente a una iglesia vieja en ese bloque, porque había muchos hispanos”, comentó en alguna ocasión el tecladista Larry Harlow.

La salsa brava, llamada así por sus letras barriales, inició como un acto rebelde con orquestas latinas. La mezcolanza de sus estilos produjo, entre 1963 y 1969, el boogaloo, fusión de soul y ritmos afrocubanos con letras en spanglish, que se convirtió en la música de los ghettos latinos, con artistas como La Lupe y Pete Rodriguez, junto a una nueva camada de músicos.

Tal fue el caso del trombonista Willie Colón —de ascendencia boricua y criado en el Bronx–, quien a los 17 años lanzó su primer disco con Fania Records: El malo (1967). Las voces estuvieron a cargo de un chamaco de Machuelo Abajo, Puerto Rico, que llevaba por nombre Héctor Lavoe, el cual se convertiría en el estandarte del mundo entero de la salsa. El álbum revolucionó la música latina en Estados Unidos.

La época más brava de la salsa fueron los setenta, cuando incorporó música jíbara con instrumentos como el cuatro .

LA ÉPOCA MÁS BRAVA de la salsa fueron los años setenta, cuando el género incorporó música jíbara —ritmos puertorriqueños de origen campesino— con instrumentos como el cuatro, pequeña guitarra de cinco cuerdas. En Asalto navideño (1970), otro disco de Willie Colón y Héctor Lavoe, la influencia de la Isla del Encanto se escucha de principio a fin.

Fania Records se convirtió en un monopolio: compró compañías que eran su competencia. Conquistaron el mundo tras formar en 1971 Fania All-Stars, con Johnny Pacheco como director; Adalberto Santiago, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Pete Rodríguez y Santos Colón a cargo de las voces; Larry Harlow en el teclado; Bobby Valentín como bajista; Roberto Luis Rodríguez, Larry Spencer y Héctor Zarzuela en las trompetas; Reynaldo Jorge, Barry Rogers y Willie Colón en los trombones; Roberto Roena en los bongós; Ray Barretto en las congas; Orestes Vilató como timbalero; Yomo Toro al cuatro y diferentes artistas invitados. Esta alineación tocó por primera vez en 1972, en el club Cheetah de Manhattan. A Jerry Masucci se le ocurrió grabar el momento y lanzarlo como la película Our Latin Thing (1972). El concierto, aparte de ser un carnaval, dio inicio a la salsa brava.

Durante los setenta, Fania All-Stars también se presentó en el Yankee Stadium. La orquesta llenó el recinto con alrededor de 45 mil espectadores que subieron al escenario a robar instrumentos. En esas fechas se unió la cubana Celia Cruz, quien ya era una cantante de leyenda con presentaciones desde 1940.

El máximo esplendor llegó cuando tocaron en Zaire; además hay una película llamada Live in Africa. Era 1974 y compartieron escenario con James Brown, B. B. King y otros artistas, en la función de la pelea del siglo, que paralizó al mundo: Mohamed Ali vs. George Foreman.

EL EMPRESARIO MÁS MALVADO de la salsa, Jerry Masucci —se menciona que no pagaba regalías—, vendió Fania Records en 1980, tal vez por egoísmo. Se alejó del movimiento que fue orgullo de los latinos y llegó con Siembra (1978), de Rubén Blades y Willie Colón. Blades, un panameño que trabajaba en las oficinas de Fania Records como mensajero, logró una de las mejores grabaciones del género, con letras marcadas por su inteligencia y sinceridad, al grado de que el disco se convirtió en el más vendido del sello.

A inicios de los ochenta la salsa siguió una línea comercial; nuevos ritmos como el merengue, el funk y la samba ganaron terreno. Hubo un cambio generacional y Frankie Ruiz, oriundo de Nueva Jersey, el puertorriqueño Eddie Santiago o el Grupo Niche, de Colombia, comenzaron a cantarle al amor. El género tomó tintes románticos, dejando a un lado el lenguaje callejero.

La salsa brava sobrevive en el catálogo de Fania Records. Por otro lado, el fallecimiento en 1993 de Héctor Lavoe, a causa del sida, lo proyectó como el artista más bravo, marcando brecha en la música latina, con mitos —entre ellos, que interpretó por horas “El cantante” para el narco Pablo Escobar— y una película biográfica: The Singer (2006).

Al mismo tiempo, la salsa se hipsterizó y ha sido influencia para artistas de diversos géneros. Es común encontrar jóvenes fans del reguetón y demás música urbana, de clases sociales medias y altas, que portan playeras con el logo de Fania Records o la portada del álbum La gran fuga (1971), de Willie Colón y Héctor Lavoe, que reconocen la raíz de sus gustos, la estética que los define.

Sin embargo, en la calle no ha desaparecido la pasión por los artistas de Fania y sus temas que hablan sobre reyes de la fechoría (“Juanito Alimaña”), padrotes (“Pedro Navaja”) o la nostalgia por Puerto Rico (“Lejos de ti”). En ningún lugar se escuchan ni se bailan esos temas como en la esquina del barrio, con los cábulas de siempre que tienen una botella de Bacardí sobre el toldo del carro de donde sale la música. Ahí el sabor de la salsa brava resulta eterno y uno se siente en algún sitio neoyorquino de los años setenta.