Faramalla: club de vinilos

El corrido del eterno retorno

Faramalla: club de vinilos
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El amor a la música es más fuerte que el amor a la patria, a la familia, a la pareja, e incluso a la comida.

El amor a la música no mueve montañas. Ni ríos ni cerros ni mares ni cañadas. Les pasa por encima, por un lado. De norte a sur. De este a oeste. Y viceversa. Por aire, por tierra. En barco, en moto. El amor a la música mueve las mensajerías del mundo. Todos los días de la semana, como si viviéramos en una navidad eterna, alguien en alguna parte del planeta recibe un disco de vinil. Y muchos de esos objetos antes conocidos como long plays los envía Faramalla, un club de vinilos made in Torreón, Coahuila.

Hubo una época en que podías reconocer en la calle a un amante de la música por los vinilos que llevaba bajo el brazo. La aparición del casete y el CD convirtieron el formato vinil en un animal extinto. Que sólo sobrevivía en los sótanos o los áticos de las casas. En la necia ideología de los rockeros sesenteros que lo atesoraban en su corazón.

En tiendas de segunda mano que lo malbarataban con la esperanza de sacar algo de dinero de aquello que para las mayorías se convirtió en basura. Pero no para un número importante de entusiastas que nunca se deshicieron de sus colecciones. De dueños de tiendas de discos que quebraron pero conservaron sus stocks con recelo. Y es en cierta medida gracias a ellos que el vinil nunca se fue, sólo invernaba. Y ahora ese enardecimiento se ha contagiado a las nuevas generaciones. De tal manera que el vinil ahora no sólo está vivo, sino que es el rey.

Sánchez y Lome tuvieron la iniciativa de montar su propio club en Torreón. El primero en el país 

Pero antes de que volviera a dominar los estantes de las tiendas de discos, uno de los pioneros en la comercialización en línea y el resurgimiento del formato fue Vinyl Please Me. Un club de venta de vinilos por correo que comenzó a operar alrededor de 2002. Te suscribías y te llegaba un título al mes hasta la puerta de tu casa. El atractivo de la suscripción es que como miembro tenías acceso a ediciones especiales; fueron los primeros en promover las ediciones en colores, modelo que luego imitaron las disqueras con bastante éxito. La desventaja que presentaba Vinyl Please Me entonces era que no entregaba paquetes hasta Torreón. Podías gozar de la suscripción siempre y cuando vivieras en Estados Unidos, Oslo, Cardiff, Bruselas o cualquiera de las capitales del mundo. De este inconveniente. De esta injusticia geográfica. De esta necesidad por adquirir vinilos nació Faramalla.

Ante la impotencia que representaba, Sergio Sánchez Aldape y Alejandro Lome tuvieron la iniciativa de montar su propio club de vinilos con sede en Torreón. El primero en el país. Que haya surgido de una ciudad del norte, y no de Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, demuestra que la capital cultural tú mismo la creas. Y eso es lo que el éxito de Faramalla ha conseguido, hacer de Torreón una capital del vinil. Desde Tijuana hasta Yucatán entregan mes con mes un título a su nutrido grupo de suscriptores. La conformación de un club de vinilos tiene varios objetivos. El principal es crear comunidad dentro de la comunidad. Y la de Faramalla se sigue expandiendo. Además del modelo de suscripción acaban de abrir su tienda en línea, con descuentos especiales para sus asociados y con títulos extra.

Coleccionar vinilos es una pasión. No es un mero afán consumista. Ante la frialdad del streaming, la calidez del vinilo. Es un ritual. Colocar el disco y posar la aguja nos devuelve el contacto orgánico con la música que nos robó el mp3. Y ese rito cada día suma más adeptos en todo el orbe. Y aunque Faramalla emergió como un club de venta en línea, el siguiente paso natural era la apertura de una tienda. Una vuelta a los orígenes. Sus comienzos fueron en un pequeño local en Torreón, que ahora se trasladó a la Ciudad de México. Ubicados en la calle General Prim # 12, en la colonia Centro, ofrecen una variedad de los títulos que ofrecen a través de su sitio web. Abierta a todo público. Suscrito o no.

Desde 2017 la curaduría de Faramalla ha esparcido grandes títulos como Crawler de Idles, Slowdive de la banda homónima o God’s Favourite Costumer de Father John Misty. Porque una curaduría de vinilos es ante todo compartir una visión de la música. La de dos morros de provincia que no se agüitaron al no poder comprar vinilos por correo e inauguraron su propio club.