La filosofía como ritmo de renacimiento

<i>La ciencia del pensamiento, que por su etimología implica “amor por la sabiduría”, es con frecuencia objeto de tergiversaciones: es lugar común entre algunos afirmar que se trata de una disciplina rebuscada, de acceso difícil. Ofrecemos a los lectores de <b>El Cultural</b> un adelanto del libro del académico lituano Algis Uždavinys (1962-2020), quien remonta el origen de la filosofía griega a la tradición egipcia y su búsqueda de lo sagrado. El volumen comienza a circular en librerías, bajo el sello de Ediciones Atalanta</i>

Portada del libro "La filosofía como ritmo de renacimiento"
Portada del libro "La filosofía como ritmo de renacimiento" Foto: Especial

El título de nuestra monografía tal vez parezca extraño e incluso paradójico a aquellos que están ligados de forma acrítica a los predominantes sistemas modernos de clasificación y presentación de la “realidad”. Debido a que hoy en día la filosofía se encuentra irremediablemente reducida al discurso filosófico abstracto y a que éste es visto con demasiada frecuencia como “una enfermedad del lenguaje” por pretendidos terapeutas académicos, se hace muy difícil comprender que un aspecto esencial de toda filosofía antigua era una prâxis perenne devotamente armonizada con ciertos patrones arquetípicos y con el curso de unos ejercicios espirituales bien establecidos. Este arte de vivir, demandado en un principio por la propia economía espiritual y material del antiguo Estado teocrático (reconocido como imagen del reino celestial) y después por la filosofía entendida como “amor a la sabiduría”, no era un simple ejercicio práctico, sino que, por encima de todo, consistía en un ritual sagrado de los grandes misterios divinos de la existencia, correctamente escenificados y vividos como si fueran representados por el Ser, la Vida y el Intelecto.

Sería imprudente prestar demasiada atención a aspectos como, por ejemplo, si filosofía es o no el término que debería ser aplicado a cualquier manifestación de pensamiento humano coherente, o si ha de ser salvado a toda costa de la abominación moderna. Sin embargo, una lógica consistente nos permite utilizar este término en contextos históricos y culturales diversos, a pesar de que el uso convencional lo restrinja a ciertos métodos especializados de investigación o a dominios particulares del conocimiento.

No hay por qué ver en esta libertad académica de interpretación un frívolo voluntarismo, por la sencilla razón de que es posible rastrear el origen del llamado “racionalismo científico” hasta los sistemas hieráticos de las antiguas semióticas, las cuales no son más que metaestructuras de conocimiento metafísico y coherencia lógica.

La filosofía es identificada con una ocupación racionalista... contra los  ídolos  de la imaginación religiosa

A ESTE RESPECTO, uno debería recordar que incluso los estudios empíricos y positivistas se podrían ver como “fantasías elaboradas según los géneros de la ciencia objetiva y de la formulación técnica”.1 Por extensión, cabría hablar de géne y tópoi no sólo en literatura sino en todo aspecto de la vida humana, social e individual, incluyendo el razonamiento filosófico, la imaginación creativa y todo tipo de “experiencia”. Hasta las denominadas “investigaciones científicas” y las consecuentes tecnologías modernas tienen su propio “estilo literario” y ocultan premisas ontológicas que son del todo mitológicas cuando no fantásticas. De ahí que James Hillman dijera lo siguiente:

Nuestras vidas son recreación de nuestros sueños; los argumentos de nuestras historias son dramas arquetípicos desde su mismo comienzo; somos máscaras (personae) por las que los dioses se personan (personare) [...]. Todas las expresiones de los arquetipos son traducciones de una metáfora en otra. Incluso las sobrias definiciones operacionales del lenguaje lógico-científico no son menos metafóricas que una imagen con la que se presente a los arquetipos como ideas raíz, órganos psíquicos o figuras mitológicas, o como los típicos estilos de existencia o las fantasías dominantes que gobiernan la consciencia.2

En vez de inquirir “qué es la filosofía”,3 uno podría preguntarse, por ejemplo, qué tipo de contenidos, es decir, qué actividades mentales, dimensiones espirituales, métodos, actitudes, prácticas e incluso patrones rituales y de comportamiento pueden suscribirse bajo el término filosofía, entendido según la antigua acepción de camino que lleva a la sabiduría. Por tanto, nuestra intención es mostrar que la philosophía en sus formas pitagórica, platónica y neoplatónica está relacionada desde un punto de vista estructural, temático e incluso genético con las antiguas tradiciones de Oriente Medio, muy en especial con las de Egipto.

LA PRINCIPAL CARACTERÍSTICA de la filosofía helénica no es la racionalidad en cuanto tal (ya que las visiones mitológicas del mundo y sus respectivas estrategias filológicas o hermenéuticas son ya totalidades tanto o más racionales, sistemáticas y coherentes), sino la devaluación, al menos parcial, de las imágenes y su adhesión al razonamiento según las categorías abstractas y los “hechos al desnudo” de la lógica. Aun así, la principal tarea de esta filosofía permanece inalterada en su esencia: cambiar la pervertida naturaleza humana, transformarla y, en último término, conducirla a la felicidad, es decir, a su restaurada identidad divina. Esta tarea es herencia directa de las antiguas “filosofías”, esto es, de los misterios de la muerte, la transformación y el renacimiento espiritual, de sus consecuentes teorías cosmogónicas, sus sistemas de simbolismo arquetípico y los ejercicios ritualizados propios de una “vida divina organizada”.

La historia convencional de la “filosofía occidental”, establecida y canonizada entre los siglos XVIII y XIX, dice que la filosofía consiste en reemplazar el mito por la razón, dando así nacimiento a una sociedad racional basada en leyes racionales. Para la Ilustración europea, esto supone la eliminación de la religión y de todas las supersticiones irracionales. Aquí, la “filosofía” es identificada con una ocupación secular y racionalista dirigida contra los “ídolos” de la imaginación religiosa y de la fe, o, haciendo alguna concesión, con una apología racional de los sentimientos y la moralidad cristiana y su “natural” derecho de dominación mundial. Esta convincente identificación poskantiana de la filosofía con un discurso filosófico abstracto impera todavía hoy tanto en la consciencia académica como en la popular y provoca diferentes reacciones, en especial entre aquellos que han sido educados, por un lado, por tradicionalistas y, por el otro, por posmodernos.

Notas

1 James Hillman, The Essential James Hillman, A Blue Fire, Thomas Moore (ed.), Routledge, Londres, 1994, p. 3.

2 Ibid., pp. 82-83.

3 Véase Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique?, Gallimard, París, 1995. [Traducción al español de Eliane

Cazenave Tapie, ¿Qué es la filosofía antigua?, Fondo de Cultura Económica de España, Madrid, 1998].