"La gente dice que no puedes acabar con tus problemas bebiendo, yo digo que no estás bebiendo lo suficiente”. Tal es la filosofía de Frank Gallagher, un moderno Marmeládov del South Side de Chicago que consagró su existencia a satisfacer su alcoholismo mercenario.
Nació el nueve de enero de 2011. El día que se transmitió el primer episodio de Shameless. Y así como pasó en Los Simpson, que Homero acabó por ganarle el protagonismo a Bart, Frank terminó por robarse la serie. Padre de seis hijos, hombre roto, abandonado por su esposa y alérgico al trabajo, su misión en la vida fue engañar al sistema. Y vaya si lo consiguió. No una, ni dos, ni tres veces. Cientos de ocasiones.
Detrás de un enorme egoísmo como el suyo —sólo así se puede alimentar un hedonismo de proporciones inconmensurables—, se parapeta la figura del outsider definitivo. El rebelde que decide no entrarle al juego de la sociedad. Aquél que crea sus propias reglas. Y las de Frank fueron que no existía regla alguna. No tuvo escrúpulos para vender el semen de su hijo Carl, ni para intentar vender a uno de sus nietos, la descendencia de Carl, a una pareja de millonarios que no podían procrear. Todo con el afán de conseguir dinero para seguir embriagándose.
EL MAYOR VICIO DE FRANK fue el alcohol. Pero además era un rosario de adicciones. Marihuana, opiáceos, painkillers, heroína. Todo un metodista. Jamás dio un paso atrás. Jamás renegó de sí mismo y sus aficiones. Lo que no le impidió pasar por clínicas de rehabilitación (contra su voluntad), la cárcel y un trasplante de hígado. Era esa clase de borracho mítico que empieza una parranda en una cantina y acaba en otro estado. O país. Como vimos en uno de los capítulos. Cuando despierta en Ciudad Juárez. O como cuando por error acaba en Canadá, pero como no tiene pasaporte, qué le va a importar tener identificación alguna, no puede volver a Estados Unidos. Para hacerlo debe cruzar la frontera escondido en una casa rodante.
Frank terminó por robarse la serie. Su misión en la vida fue engañar al sistema
También fue un erotómano. Y a lo largo de once temporadas tuvo affairs con muchísimas mujeres. Locas como él. Desesperadas. Adictas. Borders. Especímenes del white trash que abundaban en los sitios que frecuentaba. Pero también damas de clase, como corresponde a un maldito perro afortunado como él. Una de ellas fue Sheila. Interpretada por la enorme Joan Cusack, quien obtuvo un Primetime Emmy Awards por su actuación. Y hablando de premios. El más nominado de la serie fue William H. Macy, el encargado de encarnar a Frank Gallagher. Un papel que lo ha marcado de por vida. Así como James Gandolfini después de Los Soprano siempre fue Tony, Macy siempre será Frank Gallagher.
La contraparte fue su hija mayor, Fiona. Quien asumió el papel de madre sustituta para sus hermanos menores. Protagonizada por el cuerazo que es Emmy Rossum, quien a la menor provocación enseñaba las tetas, generó el primer gancho de audiencia para la serie. Tuvo sus grandes momentos, pero a partir de la sexta temporada su personaje se estancó y se fue a finales de la novena. Su partida resultó positiva y las temporadas diez y once tuvieron un repunte de genialidad.
LA SERIE TUVO ALTAS Y BAJAS. Incluidos todos los personajes. Menos Frank. Que capítulo tras capítulo no hizo sino incrementar su leyenda con enseñanzas para sobrevivir en la pobreza. Sólo existe un personaje más extremo, que haya vivido más al límite que Frank, y ése es Ozzy Osbourne. El año pasado Frank se le adelantó al Príncipe de las Tinieblas en un final a lo Big Lebowsky. Luego de ser diagnosticado con demencia por abuso de alcohol, se metió una macrodosis de heroína por la vena y murió en un hospital. Agregándole más oscuridad a esta comedia negrísima. Su fantasma se elevó por los aires y dejó como testamento una frase inmortal: “Siempre viví como quise”. Cerrando la posibilidad para siempre de una doceava temporada.
Además de un pedote profesional, Frank Gallagher fue un pensador nato. Hace falta un libro con sus mejores citas. Y ahora que están de moda los spin-offs, nada sería mejor que uno sobre la adolescencia de Frank. Sin William H. Macy no sería lo mismo, pero a todos sus fanáticos nos encantaría conocer esos años salvajes. El origen de la senda del perdedor.
Un brindis por él. Larga vida a Frank Gallagher.
Salud.