Gente poseída por rock-olas

El corrido del eterno retorno

Gente poseída por rock-olas
Gente poseída por rock-olas Foto: Fuente: indierocks.mx

El rock nacional, como muchas otras cosas en este lindo país, está en crisis. Me gustaría decir que escuchamos lo mismo que hace diez años, pero vamos pa veinte.

El rock mexicano se ha vuelto institucional, como Carlos Fuentes, como el sistema, como el PRI. Sin embargo, no todo está jodido. De vez en cuando, la puta realidad hace su trabajo y surgen bandas para decirle adiós a la gastritis, como Pellejos: no uno, sino varios shows cómico-mágico-musicales.

Originarios de Ciudad Godín, el grupo nació en 2005. Tras sufrir varias mutaciones y superar la náusea, en 2009 quedó conformado por Óscar Garduño en la guitarra (fieles en su tradición de mandar todo al averno, Pellejos ha cambiado de guitarrista: Esteban Alderete es el nuevo fichaje del grupo), Ignacio Perales en la voz, Daniel Guzmán en el bajo y Mariano Villalobos en la batería. Con esta formación abortaron su primer engendro. Un debut sensacionalista, marcado por la postcruda y las intermitencias de un corazón echado a perder por culpa del sueño mexicano.

Un conjunto de nueve canciones sin desperdicio, todas con un nombre sensacional. La hímnica “El gas”, la épica “El zar del narco”, la del caldo de pollo para el alma “No estás solo”, la declaración de principios “Gente poseída por rock-olas”, la ternura “Abuelita”, la balada power “Baby”, la socarrona “El chavo”, la existencialista “El alimento del miedo” y la monumental “La torta”.

En sus inicios, los conjuntos de rock estaban conformados por chavos. En estos tiempos hipsters que nos tocó pandrear, los que más rockean son los ancianos (véase Keith Richards). Pellejos nace como la antítesis de la antítesis, uno de sus miembros fundadores es un vejete. Un auténtico despojo, un verdadero pellejo. De ahí el nombre de la banda. A quien hace justicia. La banda cuenta con un background en las artes plásticas. Algunos de sus membretes son reputados artistas visuales. Esto a la hora de hacer rock vale madres, lo menciono como un simple dato curioso. No para sublimar a estos pinches borrachos. Lo mismo daría que fueran camioneros. Lo importante es que toquen chingón. Y Pellejos es la banda revelación del rock mexicano de los últimos diez años.

La puta realidad hace su trabajo y surgen bandas
para decirle adiós a la gastritis, como Pellejos

A medio camino entre el spoken word a la Henry Rollins, el punk y una tradición letrística que bien puede abrevar del rock, pero que también reverencia al corrido, uno de los rasgos más destacables de Pellejos es la calidad e ingenio de las letras de sus canciones. Es la banda mexicana con el mejor oído para captar las expresiones de la lengua popular y para reproducirla. Cada una de sus rolas es un verdadero viaje a la calle. A los circuitos duros donde el idioma se reinventa. Pocas agrupaciones consiguen esgrimir el humor como estos cabrones. Un humor que lastima (con albur). El tipo de comicidad que le habría fascinado a Lester Bangs. Quien detestaba a Jim Morrison porque era un payaso borracho que pretendía ser poeta. Y adoraba a Guess Who, porque eran auténticos payasos borrachos sin pretensiones. Pellejos son unos bufones alcoholizados, no exentos de crítica hacia este país. En ellos encontraremos de manera natural todo lo que existe forzado en Molotov.

El disco está anegado de grandes momentos: “Comunícame con el diablo / Si no está pásame a su hermana / Si no está pásame a su abuelita / Para decirle abuelita soy tu nieto”. Y a la gran capacidad de la banda para confeccionar una envidiable narrativa a través de sus canciones, sumemos su nivel interpretativo, la música. Que va más allá de la parodia, para convertirse en el soundtrack de este México “democrático”. Un mal signo, por ponerlo en sus propias palabras. Porque como dicen en “El gas”, ese gran himno que nos representa a todos los mexicanos, a ver cabrones, a quién no se le ha acabado: “con fuga o sin fuga, saca el tanque”.

Su siguiente disco, Soy Cavernas, es todavía más crudo. Abre con un homenaje a Derrida en “La muerte es perfecta”, con un riff duro pero bailable. El álbum contiene dos tracks que desde ahora apuntan para convertirse en auténticos himnos under: “Morralla de amor” y “Pulso de mono”, esta última una oda a la puñeta. Nadie en México escribe sobre lo escatológico como Pellejos. Y lo hacen desde la aceptación total de su condición de viejos. Porque como afirman: “todo lo viejo es joven, todo lo viejo es un don, con sombrero extraño y manitas de jamón”.

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