Con la muerte de Isabel II ha circulado entre páginas de prensa y redes sociales la frase “la mujer más retratada de la historia”, para describirla en estos días de funerales y honores. El mote es probablemente certero.
El rostro de la reina británica es considerado el más famoso de todo el mundo, una cara que nos resulta familiar más allá de los confines de su país.
Esto no debe sorprendernos. Es, por un lado, la monarca más longeva en la historia del Reino Unido; por otro, su reinado coincidió con una época de importantes cambios en la manera en que las imágenes se producen y circulan. En conjunto, ambos factores ayudaron a construir un personaje que rebasó el ámbito de la realeza para convertirse en una figura icónica de la cultura pop. Por eso merece la pena echar un vistazo a algunos de esos retratos que han quedado inscritos en la historia, no sólo del arte sino de la cultura visual universal.
A LA REINA ISABEL se le hicieron más de doscientos retratos oficiales como monarca y el primero de ellos se lo debemos a una mujer: Dorothy Wilding.
En febrero de 1952, poco antes de su ascenso al trono, la tomó sobre un fondo blanco con una discreta corona de diamantes —si acaso los diamantes pueden serlo. Es una imagen en la que la juventud del rostro, de 25 años de edad, contrasta con la solemnidad que se le exige mostrar. El hecho de que fuera Wilding, reconocida como fotógrafa de sociales, quien la retratara primero es muy representativo de las transformaciones sociales que la reina vivió en carne propia. En 1937, cuando el padre de Isabel II la nombra fotógrafa oficial de la corona, Wilding se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo. Para entonces, las mujeres ya tenían derechos plenos en el Reino Unido, siendo 1918 el año en que se les otorga el voto; sin embargo, aún estaba lejos de ser una nación de igualdad plena, situación general alrededor del orbe.
La apuesta de la familia real por una mujer fotógrafa habla de la capacidad de la realeza para adaptarse a los tiempos. Esto no únicamente ocurre desde una perspectiva de género, sino también del medio elegido. En ese entonces la fotografía era un soporte que si bien ganaba terreno con rapidez apabullante —en gran medida gracias al auge de la prensa impresa—, era todavía visto como menor frente a la grandeza de las artes plásticas. La elección, entonces, revela asimismo un olfato agudo frente al pulso de la época: Buckingham entendió rápidamente que los medios de comunicación masiva debían ser explotados en la construcción de la imagen de sus soberanos.
Es quizá con Warhol que su imagen se consolida como símbolo pop. En 1985, el artista dedicó un retrato a la monarca
Para 1953, la familia real afianzó su empleo de los medios: la coronación de Isabel II fue la primera en ser televisada. El acontecimiento sacudió a las alas más conservadoras del palacio, pero impulsó aquello que ya mencionamos arriba: la construcción de la reina como ícono pop. De ese momento emergió otro de los retratos más famosos que se le conocen. Se trata de una imagen tomada por Cecil Beaton, fotógrafo oficial de la familia. Con la majestuosa arquitectura de la Abadía de Westminster como fondo y ataviada con pesados terciopelos —unas cortinas, en realidad— es un retrato que refleja la grandiosidad de su cargo. Beaton era un fotógrafo de moda: supo montar una escena llena de glamur y elegancia. La fotografía fue tomada en un set, no en la famosa iglesia, sin embargo la corona que portaba Isabel es la real, de oro puro y con un peso de poco más de dos kilos. Ese valor literal y simbólico le confiere a su semblante la expresión seria pero segura; mira de frente, sabiéndose soberana y reconociendo la carga de su encomienda. La imagen manifiesta también lo que los retratos han significado para la historia del arte: una ostentación de poder.
Poco más de una década después, en 1969, Pietro Annigoni realizó un retrato oficial de la Isabel II que la muestra lejos de todo ese esplendor real. Vestida de rojo, se encuentra en un entorno desolado mirando el horizonte empañado por la bruma. A diferencia del retrato de Beaton, el peso de la corona es aquí simbólico, pues se trata de una imagen que refleja la soledad que la reina enfrenta, más aún en esos años en los que los sentimientos antimonárquicos cobraban fuerza en el Reino Unido. No es coincidencia que en ese mismo año la familia real protagonizara un documental sobre su vida cotidiana, transmitido en la BBC para generar empatía entre sus súbditos. La solemnidad con la que la representa Annigoni la muestra, sin embargo, enfrentando la adversidad con carácter.
LOS CONFLICTOS SOCIALES de los años sesenta y setenta se vieron cristalizados en la que me atrevería a afirmar es la imagen más famosa de Isabel II. Obra del artista Jamie Reid, se trata de la portada del sencillo God Save the Queen de los Sex Pistols, una oda antiestablishment lanzada en 1977, ni más ni menos que durante los festejos del jubileo de plata de la reina. El día que celebraba 25 años en el trono, la banda de punk más contestataria del Reino Unido hizo retumbar los márgenes del río Támesis por el que navegaron sus integrantes, haciendo sonar sus instrumentos a todo volumen y cantando aquella letra sarcástica. Usando el retrato oficial tomado a la reina para su festejo, Reid diseñó una portada en la que su imagen, sobrepuesta a la bandera británica, es intervenida a manera de collage como si se tratara de una nota criminal. Más allá de ser una composición poderosísima, lo que nos dice es que la figura de Isabel II representa más que a una persona: es el statu quo. Eso explica también la vigencia de este gráfico, que ha perdurado hasta nuestros días.
Pero es quizá con Andy Warhol que la imagen de la reina se consolida como símbolo pop en plenitud. En 1985, el artista reconocido por sus retratos de los más famosos dedicó uno a la monarca, inmortalizándola así como ícono del mundo contemporáneo, en contraste con los religiosos de antaño.