En su libro Fuga mexicana: Un recorrido por la fotografía en México (Conaculta, 1994), el investigador iconográfico del siglo XIX, Olivier Debroise (1952-2008), habló sobre los pintores inspirados en las imágenes decimonónicas, muchos de ellos fotógrafos o interesados por la fotografía.
Mencionó a los pintores Antonio Orellana, Juan Cordero, José Escudero y Espronceda y, “probablemente, Hermenegildo Bustos”, quienes “se sirvieron de la fotografía como base de sus obras. Por su parte, el retratista tlacotlalpeño Salvador Ferrando y el paisajista José María Velasco fueron a la vez pintores y fotógrafos”. En otro ensayo, Debroise escribió sobre los trabajos fotográficos del paisajista José María Velasco (1840-1912), pero lamentablemente no estableció si las pinceladas de Hermenegildo Bustos (1832-1907) tuvieron como base una imagen química.
Debroise y Rosa Casanova documentan, en Sobre la superficie bruñida de un espejo: fotógrafos del siglo XIX (FCE, 1989), que Daguerre descubrió la imagen fijada con elementos químicos sobre láminas de cobre, técnica que llegó a Estados Unidos y Colombia en septiembre de 1839, y desembarcó en México por Veracruz, en enero de 1840. Pero meses después llegaron otros descubrimientos: el ambrotipo (imágenes sobre vidrio) y el ferrotipo (sobre lámina pintada de negro). Estos procedimientos fueron eclipsados por las impresiones múltiples sobre papel, un proceso mucho más barato y por lo mismo accesible.
Al ver en ese volumen los daguerrotipos de la segunda mitad del siglo XIX, muchos recuerdan las poses con las que Hermenegildo Bustos pintó a los habitantes de Purísima del Rincón, en Guanajuato. Resulta interesante su preferencia por los soportes de lámina (los mismos que se utilizaban en los “ferrotipos”), más que los lienzos o el papel, como base para dibujos y miniaturas (la mayoría de 7 x 9 centímetros), pintadas con acuarela o gouache.
También es sospechoso que en varias pinturas consigne que son retratos. Al pintar a su padre en un óleo sobre lámina de 35 x 25 centímetros, en la parte inferior apuntó: “Finado. Don José María Bustos, padre de Hermenegildo Bustos. Lo retraté el 18 de marzo de 1852”. Y en su autorretrato, sobre una lámina de 34 x 24 centímetros, no escatimó sus datos: “Hermenegildo Bustos, indio de este pueblo de Purísima del Rincón, nací el 13 de abril de 1832 y me retraté para ver si podía el 19 de junio de 1891”.
Los daguerrotipos de la segunda mitad del siglo XIX recuerdan las poses con las que Bustos pintó a los habitantes
de Purísima del Rincón
RAQUEL TIBOL, en Hermenegildo Bustos: Pintor del pueblo (Conaculta / Era, 1981 y 1992), dio a conocer tres imágenes relacionadas con el pintor y su arte. Desgraciadamente no informó sobre su técnica, ni las medidas. Un sacerdote retrató al pintor y a su esposa, Joaquina Ríos. Cabe apuntar que el septuagenario pintor, quien estrecha cariñosamente con su brazo izquierdo a su anciana esposa, hizo dos anotaciones en los márgenes de la foto. En la parte inferior: “Nos retrató el Sr. Cura Gil Palomares el martes 23 de abril de 1901”. Y en el extremo derecho vertical, de abajo hacia arriba: “Es-posos Hermenegildo Bustos y Joaquina Ríos”.
Tibol incluyó los retratos de la otoñal Lucía Valdivia (en realidad, González Valdivia) y de Matías Aranda, su anciano esposo. Ambos se habían casado en agosto de 1852 con la autorización de sus respectivos padres. Matías manifestó tener 28 años, mientras la edad de ella no se consigna.
El 4 de julio de 1871, Bustos pintó a Lucía en un pequeño óleo sobre lámina de 10 x 6.3 centímetros. La inscripción del reverso indica: “Da. [Doña] Lucía Valdivia de Aranda. Se retrató a los 36 años de edad, y con 11 hijos”. La plasmó con cierta coquetería que deja entrever su pecho en el escote. El anónimo fotógrafo la captó años después, convertida en otoñal mujer con vestido oscuro, más delgada y triste. La fotografía donde aparece Matías es anterior a 1892. En el óleo sobre lámina, de 50 x 35 cms, se ve al anciano de larguísima barba albina, apoyado en lo que semeja un báculo. Bustos apuntó atrás de la pintura: “El Sor. [Señor] don Matías Aranda. Nació el 24 de febrero de 1824. Se retrató el 14 de octubre de 1892. Su estatura una vara, 31 y cuarto de pulgada. Hermenegildo Bustos, de aficionado pintó”.
BUSTOS TUVO un sinnúmero de oficios —de maestro de obras a nevero—, pero fue un pintor y dibujante excepcional. En el ensayo que titula “Yo, pintor indio de este pueblo” (Vuelta, número 113, 1986), Octavio Paz distingue la importancia de sus bocetos a lápiz: “Para Bustos el dibujo, más que una composición, es una exploración”. Sus estudios “son el presentimiento de una obra, la prefiguración de un rostro”.
En una conferencia relacionada con el coleccionismo mexicano, organizada por el investigador Carlos A. Córdova para la galería fotográfica Patricia Conde, Jorge Carretero Madrid presentó la hipótesis de que Hermenegildo Bustos, en realidad, iluminaba ferrotipos de gran formato. Es decir, retrataba o le retrataban a sus modelos. Con imagen entre manos la pintaba al óleo.
Su propuesta abre una ruta inédita. Habría que constatar si debajo de los óleos se encuentran sales de plata. Tal vez de esta manera se expliquen los estilos tan radicales entre sus caricaturescos exvotos y pintura religiosa puestos ante sus retratos.
Estas tendencias opuestas y divergentes podrán constatarse en la exposición —curada por el historiador del arte Gutierre Aceves Piña— “Lo secular y sagrado de Hermenegildo Bustos”, a partir del 12 de agosto, en el museo que lleva su nombre, ubicado en Purísima del Rincón, Guanajuato.