Joan Didion tenacidad contra la muerte

Joan Didion (1934-2021), periodista, guionista y escritora de ficción, logró describir en sus obras el estado de ánimo de los años 60 y 70, permeados por la contracultura, el rock y la psicodelia. Su estilo pulcro y agudo, inspirado en Hemingway, como ella misma confesó, también la llevó a escribir el libro de su duelo, El año del pensamiento mágico, tras la muerte de su esposo, John Gregory Dunne, y su hija, Quintana. Héctor Iván González repasa la vida que la llevó a escribir sus libros más íntimos

Joan Didion tenacidad contra la muerte
Joan Didion tenacidad contra la muerte Foto: Arte digital: A partir de una fotografía de Freepik > Belén García > La Razón

I. HEREDERA DE UN ABOLENGO de mujeres imbatibles, Joan Didion (Sacramento, 1934-Nueva York, 2021) fue una figura relevante en una generación que rompió las viejas reglas sociales de Estados Unidos. Dio cuenta en su libro de memorias, De donde soy,1 que su tatara-tatara-tatara-tarabuela Elizabeth Scott era tan fuerte que podía nadar en la crecida del río llevando un bebé a cuestas. Y que, como en una película de John Ford, Elizabeth Scott se había resguardado en una cueva con sus once hijos durante los combates con los indios. De igual manera, Elizabeth Anthony Reese, tatarabuela de Didion, mientras hacia la última frontera del Oeste, tuvo que enterrar a un hijo muerto, tuvo a otro, “contrajo la fiebre de montaña dos veces y condujo una boyada de bueyes, un tiro de mulas y veintidós cabezas de ganado por turnos”. Al año siguiente, una tía tatarabuela de Didion prefirió cargar al bebé muerto, engañando a todos, para no sepultarlo antes de llegar a una parada.2 Didion se remontó hasta finales del siglo XVIII y a las migraciones que poblaron los territorios arrebatados al México salido de la Independencia por la unión estadunidense, para situar sus orígenes. Señala que este tipo de mujeres no pensaban dos veces las cosas ni eran propensas al subterfugio, sino que enfrentaban los problemas de lleno. Algo de ese abolengo lo veremos en su incorruptible búsqueda por una crónica suspicaz y bien documentada.

II. CON UNA PRECOCIDAD IMAGINATIVA y un talento para la escritura evidentes, Joan fue la consentida de mamá y la hija de un padre que “siempre parecía estar deprimido”. Su primera novela, Run River (1963), relata ambientes y aspectos de su juventud. Egresada de Berkeley y alentada por su madre, ganó el Prix de Paris, que organizaba la revista Vogue cuyo premio era mudarse a Nueva York. Ahí mantuvo una columna en un tiempo en que la editora era la perfeccionista Allene Talmey, quien le ayudó a ser ágil e irónica. Finalmente la despidieron por una crítica airada al filme La novicia rebelde. En 1965, viajó a San Francisco para cambiar de aires. “Me paralizaba la convicción de que escribir era un acto irrelevante y que el mundo como yo lo entendía ya no existía”, declaró. Ahí había una transformación cultural estimulante. Era claro que los tiempos estaban cambiando, a decir de Bob Dylan. La mal traducida “contracultura”3 y el hippismo florecían, a partir de las luchas raciales, feministas y políticas en un sentido amplio. Apareció la píldora anticonceptiva y la libertad sexual proliferaba contra la guerra de Vietnam de los halcones de Washington. Los Black Panthers alzaban el puño. El campeón pacifista Muhammad Ali, que daba visibilidad a Malcom X y a Martin Luther King, rugía sus rimas y su “No voy a la guerra, pero si Vietnam fuera el que nos atacara, yo sería el primero en la defensa de E.U. […]” Algunos despertaban sus mentes con J.G. Frazer, con Marx y con Nietzsche. En la música, Johnny Cash grababa su concierto en la Prisión de Folsom, Miles Davis preparaba la fusión del jazz con el funk. Los jóvenes le querían dar una oportunidad a la paz con The Beatles. Aparecían The Doors, que a Didion le encantaban por ser unos “tipos salvajes”. Igual la crítica ante el caos y la autocomplacencia del hippismo también llegó en Slouching towards Bethlehem, respuesta natural de la mente rigurosa de Didion. “Para ella Estados Unidos no es exactamente el paraíso, sino lo camp, las bambalinas hollywoodenses, la contracultura,

Vietnam, las convenciones partidistas y el involucramiento estadunidense en los asuntos internos de otros países”, señaló el escritor Mauricio Carrera, quien entrevistó a Didion en 1998.4

Didion colaboraba en numerosas revistas como Holiday, Saturday Evening Post y Life, donde conoció al escritor John Gregory Dunne, con quien se casaría. Dunne escribió un libro sumamente vigente, Delano. La historia de la huelga de la uva (1967) sobre la lucha del líder campesino César Chávez, en California. Que un hijo de inmigrantes irlandeses, como Dunne, empatizara con la lucha de los pizqueros era muy loable. Didion y Dunne armaron una mancuerna crucial durante décadas, en la que incluso compartieron una columna.

La publicación de su tomo de textos Arrastrarse hacia Belén le dio a Didion gran prestigio. Su casa al borde de la playa era frecuentada por diferentes figuras de Hollywood, o rockstars como Janis Joplin, Rod Stewart o The Rolling Stones. Curiosamente, Harrison Ford, joven actor y amigo de la casa, realizaría todo el trabajo de carpintería de la veranda y los entrepaños de los estudios.

Joan Didion se dio a conocer como periodista de la célebre revista Vogue.
Joan Didion se dio a conocer como periodista de la célebre revista Vogue. ı Foto: KatariMag

III. AUNQUE ELLA DISCREPÓ de la etiqueta, participó del llamado “Nuevo periodismo” entre cronistas como Rex Reed, Nicholas Tomalin, John Gregory Dunne, Barbara L. Goldsmith, Norman Mailer, Tom Wolfe, Joe McGinnis o Truman Capote. Tal como lo describió en su libro The White album (1979), Joan Didion estuvo cerca de uno de los crímenes más perturbadores que haya vivido su país, el asesinato de la actriz Sharon Tate, quien estaba embarazada, y de cuatro de sus amigos, en la casa 10050 de Cielo Drive, en Los Ángeles, California. A decir de Didion: “Mucha gente que conozco cree que los sesenta acabaron la noche del 9 de agosto de 1969”. La prensa amarillista atribuía los asesinatos a una venganza, por parte del satanismo, contra Roman Polanski por haber filmado El bebé de Rosemary (1968); pero esas son estupideces. En realidad, se trató de una vendetta de Charles Manson y su familia contra el baterista de The Beach Boys, Dennis Wilson. Manson había impresionado a Dennis al llegar con un camión escolar repleto de jovencitas y un buen tocho de LSD a esa misma casa años antes. El ex presidiario prostibisexual le compartió su pseudofilosofía, y Dennis lo empezó a llamar The Wizard. El bataco californiano lo presentó con amigos del medio y había prometido una oportunidad con la discográfica de la banda, Brother Records. Obviamente, Manson se había servido del cortejo de jovencitas y drogas para alcanzar su propósito ulterior: demostrar que era más talentoso musicalmente que The Beatles. Debido a advertencias de varios amigos y habiendo malgastado ya la cantidad de 100 mil dólares en la familia, Dennis Wilson se mudó y no volvió a contestar las llamadas de Manson. De ahí que el psicótico buscara empezar una guerra racial, mal llamada “Helter Skelter”, cuyo primer objetivo sería la casa del núm. 10050, de Cielo Drive, recién adquirida por Roman Polanski. Para Joan Didion hay un extraño hilo imaginario que vincula los dos hechos, pues el día que asesinaron a John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, había adquirido un vestido casual para casarse con John Gregory Dunne. Lo curioso es que ese mismo vestido fue estropeado por Roman Polanski al derramarle una copa de vino tinto en una fiesta. Asimismo, al entrevistar a Linda Kasabian, partícipe y, por un acuerdo de inmunidad, testigo clave de este y otros crímenes, Joan Didion recibió la petición de comprar un vestido, el cual usó en la reconstrucción del asesinato. Kasabian le dijo a Didion que, camino del crimen pasaran por la casa de la escritora. El diablo confecciona la tragedia con hilvanes infinitos…

IV. SU OBRA PRINCIPAL SE BIFURCÓ entre la escritura de novelas, en ocasiones usando la autoficción, y de reportajes que tenían un origen en la investigación documentada. Por lo cual visitó El Salvador para escribir sobre la guerra civil entre la lamentable Fuerza Armada de El Salvador contra el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, lo cual produjo 75 mil muertes y 15 mil desaparecidos. Asimismo, escribió sobre su país Democracy y sobre uno de los seres más siniestros en la administración de Bush padre y Bush Jr. en Cheney: el toque fatal.

Al respecto, podemos decir que había un principio que obsesionaba a Didion, pulverizar el discurso oficial, esa realidad virtual que no encaja con lo real y que mantienen los regímenes para hipnotizar a los ciudadanos. Con este proyecto vital, Didion incordió frecuentemente a los políticos, pero también a los ciudadanos que preferían dormitar en las realidades digeridas que les daban otros. Así también lo hizo en De dónde soy con el origen agrícola del estado de California:

“La ceguera del tiempo onírico local era tal que yo tardaría años en darme cuenta de que ciertos aspectos de ‘Nuestro patrimonio californiano’ no cuadraban […] Fue después de este descubrimiento cuando empecé a intentar encontrarle el ‘sentido’ a California, encontrar algún mensaje en su historia”.5

Y en su momento localizó una idea central para el origen de las haciendas californianas:

El Congreso concedió los pantanos y tierras inundadas al Estado, y a su

vez el Estado se las ha regalado prácticamente a los particulares. Se las ha vendido a dos dólares y medio la hectárea, con un pago inicial del veinte por ciento, es decir, cincuenta céntimos por hectárea; y este dinero, menos unas pocas tasas por el registro de la transferencia y la inspección del drenaje, se lo devuelve el Estado al comprador si este reclama la tierra en un plazo menor a tres años después de la compra.6

En ese recuento de historias fundacionales para California, cita novelas olvidadas, que deberíamos retomar, The Octopus (1901), de Frank Norris, y El valle de la luna (1913), de Jack London, que de alguna forma son referentes para las raíces californianas, como Las uvas de la ira (1939), de Steinbeck.

Su casa al borde de la playa era frecuentada por diferentes figuras de Hollywood. Harrison Ford, joven actor y amigo de la casa, realizaría todo el trabajo de carpintería de la veranda y los entrepaños de los estudios

Joan Didion se hizo de un gran prestigio al ser una investigadora tenaz,

pues para ella era fundamental “que esas conexiones se materializaran ante ustedes igual que se terminaron materializando frente a mí”, escribió en la novela Su último deseo. Algo que provenía de su admirado Hemingway, de quien dijo:

Era tal la fuerza didáctica de su biografía que a veces nos olvidamos de que hablamos de un escritor que en su momento renovó el idioma inglés, cambió los ritmos de la forma en que tanto su generación como las siguientes hablarían, escribirían y pensarían. La gramática misma de una frase de Hemingway dictaba —o era dictada por— cierta forma de mirar el mundo, cierta forma de observar guardando la distancia, de pasar por algo evitando desarrollar apego, una especie de individualismo romántico claramente adaptado a su tiempo y su origen.7

Es curioso que Didion no haya despertado el interés del gran público en castellano, sino hasta la aparición de Los que sueñan el sueño dorado, antología preparada por el fallecido editor Claudio López Lamadrid, y El año del pensamiento mágico. Lo paradójico recala en que Didion denunció ampliamente la injerencia del gobierno estadunidense en países latinoamericanos. Lo dicho, Didion golpeaba fuerte el avispero.

V.  EL AÑO DEL PENSAMIENTO mágico (2005) relata lo sucedido durante la noche del 30 de diciembre de 2003 en su apartamento de Nueva York. Didion hace hincapié en que las narraciones de los accidentes graves siempre empiezan con la mención de que el día de los sucesos carecía de toda peculiaridad o se trataba de una noche anodina, como si la vida, con su giro repentino, nos quisiera mostrar nuestra vulnerabilidad. De manera que el matrimonio regresaba de visitar a su hija Quintana del hospital Beth Israel Nte. Ella aprestaba la cena cuando John sufrió un infarto fulminante que le arrancó la vida en cuestión de segundos.

Sólo recuerdo que levanté la vista. John tenía la mano izquierda levantada y estaba encorvado e inmóvil. Al principio pensé que me estaba gastando una broma poco afortunada, intentando hacerme más llevadera aquella jornada tan difícil.8

Al parecer la tensión por el estado de su hija había estresado demasiado a la pareja, pero Dunne la resintió en extremo; quienes habían podido oírlo al teléfono señalan que nunca lo habían oído tan mal. Era cierto, un cardiólogo lo había diagnosticado, meses antes, como “candidato para una catástrofe cardiovascular”, pero la atención familiar estaba volcada en la situación de Quintana. Ella se encontraba en un estado apremiante debido a que lo que había iniciado como una simple infección, pero había trascendido hasta llevarla al coma. De inmediato, Didion buscó la ayuda del 911, cuyo operador quería indagar sobre el estado de John, pero ella atajó todo con una exigencia: ¡Vengan ya! Al parecer no había nada que hacer, John había muerto de forma súbita. Sin embargo, Didion empezó con el síndrome de los “¿Y si…?” ¿Y si hubiera podido hacer algo siguiendo las indicaciones del operador telefónico?, se preguntaba. ¿Y si aún no estaba muerto en ese instante? La retahíla de preguntas y lamentaciones parecía no parar. Semanas después, contemplaba un armario con la ropa de John a desechar, pero se quedó paralizada, y se dio cuenta de que la había detenido: “Si John quería volver, le iban a hacer falta los zapatos”.9 La sensación más dolorosa y esperanzada que uno pueda tener, el sentimiento de que el ser amado va a regresar en cualquier momento, que todo se ha tratado de un mal sueño, de una ensoñación, de una confusión: la respuesta natural de una sensibilidad a la que la razón no ha terminado de convencer de que nunca volverá a ver a esa persona. “John estaba entre el mundo y yo”, así describió Didion lo imprescindible de su marido. Posteriormente, Joan experimentaría el fenómeno del “Antes de la muerte de John” o “Tanto tiempo después de la muerte de John”. Por suerte, tuvo la entereza de superar rápido la etapa de la obcecación, aquella en que el duelo se arraiga y las menciones del ausente se vuelven el referente obligado, el punto de orientación de la propia existencia. En algunos casos, el deudo no permite dejar la cuestión atrás, ni soltar al ser perdido.

Joan Didon perdió a su marido John Gregory Dunne en 2003 y a su hija Quintana Dunne dos años después.
Joan Didon perdió a su marido John Gregory Dunne en 2003 y a su hija Quintana Dunne dos años después. ı Foto: Especial

Por su parte, el relato continúa durante el año 2004, pues después de salir del coma, Quintana tuvo un desmayo —posiblemente por tomar un vuelo a California con su esposo Gerry—, a causa del cual sufrió una contusión. Didion narra lo errático del tratamiento por parte de los médicos, la impericia del personal del hospital para lograr un diagnóstico acertado; y llega a tomar cartas en el asunto leyendo libros de medicina especializados en el funcionamiento cerebral. Como una cronista de casta, quiere informarse, ordenar esos datos y proponer un diagnóstico. Esto hiere las estúpidas susceptibilidades. Si quiere, tome el caso en sus manos —le riposta un médico rebasado por las intromisiones de la madre de la paciente. Es obvio que Didion quería salvar a Quintana de las garras de la muerte. El libro termina con el relato de aquel año del pensamiento mágico 2004 con Quintana en estado de convalecencia. Didion no quería terminar su libro, en el cual intercaló citas médicas, poemas, canciones, pensamientos sobre la vida, sobra el amor y sobre los lazos familiares, para no dejar de conversar con John. Finalmente, Quintana también fallecería en 2005. Ambos descansan en la catedral de Saint John the Divine. Joan Didion vivió un duelo del que saldría por medio de la literatura. La actriz Vanessa Redgrave (quien a su vez había perdido a su hijo Tash) llevó a las tablas El año del pensamiento mágico en Nueva York. Y Didion le dedicó a Quintana otro libro, Noches azules, a modo de requiem amoroso.

Didion hace hincapié en que las narraciones de los accidentes graves siempre empiezan con la mención de que el día de los sucesos carecía de toda peculiaridad

Notas

1 Joan Didion, De dónde soy, trad. Javier Calvo, Literatura Random House, 2022, p. 11.

2 Didion, op. cit., p 14.

3 La counterculture se trataba de una nueva propuesta a lo establecido desde el poder, y no era sólo llevar la contraria.

4 https://www.jornada.com.mx/1998/05/24/sem-mauricio.html

5 Didion, op. cit., p. 24.

6 Didion, op. cit., p. 27.

7 Didion, “Últimas palabras: la oda de Joan Didion a Hemingway”, El País, 13-10-21, https://elpais.com/babelia/2021-10-14/ultimas-palabras-la-oda-de-joan-didion-a-hemingway.html

8 Joan Didion, El año del pensamiento mágico, trad. Javier Calvo, España, Literatura Random House, 2022, p. 15.

9 Didion, op. cit., p. 36.

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