Jorge López Páez: Seducción y poder

Escritor de tono íntimo, incluso a veces considerado costumbrista, Jorge López Páez perteneció a la connotada Generación de Medio Siglo y fue pionero en abordar el tema homosexual en nuestras letras. Quizá a propósito de los cien años que tendría hoy, en meses recientes se han publicado títulos póstumos del autor nacido en Huatusco, Veracruz: ¿eran obras terminadas o borradores? José Homero lo indaga y desmenuza dos volúmenes: Sin ganas en Ghana, libro de cuentos, y Clara Deschamps Escalante, una novela.

Jorge López Páez
Jorge López Páez Foto: inba.gob.mx

Jorge López Páez elaboró su vasta y —empero— recóndita obra desde la condición de un observador antes que la de un protagonista. La mirada infantil y la observación recelosa prevalecen en sus narraciones. Modos de enfocar que son, también, elecciones que definen y encauzan modelos temáticos. Así, en las narraciones que inciden en el primer caso se consignan experiencias primarias y primigenias —cómo olvidar la canónica El solitario Atlántico—, mientras que en las correspondientes a la experiencia adulta se refieren sucesos y acontecimientos externos.

El narrador deja su papel axial para devenir testigo de las intrigas del gran mundo, que a menudo es la política, o esa suerte de sucedáneo suyo: la diplomacia. Podría continuar atribuyendo, distribuyendo cualidades en una y otra categoría, por ejemplo que la mirada de los personajes en proceso formativo es pueril, con la carga de asombro y de inocencia que porta el término, mientras que la de los adultos, en cuanto recelosa, es oblicua y suspicaz, atenta a descubrir en la alusión, en la infidencia, el detalle, el matiz revelador. Retórica de la reticencia que implica la complicidad lectora. En palabras de José Joaquín Blanco, pareciera que “el lector —por un prodigioso trueque de posiciones— [es] quien las está contando”.

Portada del libro "Sin ganas en Ghana y otros retratos"
Portada del libro "Sin ganas en Ghana y otros retratos"
Portada del libro "Clara Deschamps Escalante"
Portada del libro "Clara Deschamps Escalante"

Escritura de apariencia sencilla, comprende una diversidad de registros lingüísticos, de recursos retóricos, y sus tramas se elaboran mediante

perspectivas varias, ya recurriendo al contrapunto, ya a la polifonía. No, no es un escritor sencillo pese a que, al contrario de otros contemporáneos suyos más ufanos y famosos, no alardeó de petulancia, ostentando la maquinaria teatral que sostiene sus representaciones. Tildado —o refundido, según la intención— como un costumbrista, López Páez es un heredero de Herodoto, para quien la Historia mayestática se desarrolla mediante historias; un cronista de los salones, aunque éstos sean las presuntuosas salas de las casonas mexicanas o de las sedes diplomáticas; y un verdadero cultor de la heteroglosia con que otros escritores, con más astucia teórica, supieron encubrir tan bien sus insípidas historias.

Con más de una veintena de títulos, entre novelas y colecciones de cuentos, la noticia de publicaciones póstumas en el centenario natalicio del escritor, en 2022, podría suscitar sospechas: ¿Son obras acabadas o inconclusas? ¿Con suficiente calidad o resabios de las empresas mayores?

TÚMULO PÓSTUMO

Sin ganas en Ghana conforma un tomo de cuentos y nouvelles. Incluye uno magistral, “El muchacho del suéter a cuadros”, que merece incluirse dentro de las antologías del género escrito en México. Fechado en 2006, por la configuración narrativa, la sutileza del planteamiento —la anécdota, en otras manos, sería una minucia melodramática— evoca tanto los climas intimistas de la generación de López Páez —la denominada “del medio siglo” o “de la Casa del Lago”, en la que él fue un convidado de piedra—, como el rigor y la sequedad de Juan Rulfo: un híbrido de historia de amor y literatura comprometida. No menos brillantes son los relatos muy extensos, a tal punto que bien pudieron publicarse individualmente como nouvelles: “Antes del tumultuoso desayuno o el náufrago”, “Destino final: Capadocia” y mi favo-rita, la que intitula el volumen.

El primero cuenta, en primera persona, la historia de Miguel Martínez Pérez, quien descubrirá su otredad adoptando un nombre de galán telenovelesco, Anselmo de la Torre, y su relación con Florencio de la Cuesta —el humor socarrón de nuestro escritor se insinúa siempre en los nombres de sus personajes, herencia, sospecho, de los humoristas ingleses, de P. G. Wodehouse a Kingsley Amis. Compañeros de estudios, el floral y pizpireto jovenzuelo lo introducirá en una cofradía cuyas señas particulares son la apariencia, la discreción y la insinuación. Historia iniciática en todos los sentidos, Miguel / Anselmo reconocerá su sexualidad y se incorporará a ese mundo para al final asumir su destino solitario, con lo que se completa el rito de formación propio de la tradición pederasta: es ya un hombre maduro.

Juan José Reyes, uno de los lectores atentos de López Páez, notó que sus narraciones situadas en la edad adulta se distinguen por “la eficacísima puesta en escena de los relieves del silencio”. Enrique Serna, a su vez, observó que “la principal virtud literaria de López Páez es el arte de insinuar”. Si un lector ignorante de los ritos sociales mexicanos y de los climas de secrecía a que obligaba la homosexualidad hasta hace apenas unas décadas, leyera este texto sin mayor información, seguramente tardaría en descubrir cuál es el misterio velado y también el meollo de la anécdota. Todo se desenvuelve en la penumbra, entre susurros, alusiones, matices. Los propios personajes comprenden esta ambigüedad. Dice Miguel / Anselmo, el protagonista narrador:

En esa época, con mi propia experiencia, había aprendido, aunque estuviera muriéndome de curiosidad, a no preguntar. [...] A estas alturas de mi relación con Florencio no sabía nada íntimo de él, ni tampoco de los oríge-nes de su amistad con Víctor Navarrete (p. 65).

Mientras tanto, su Virgilio acota: “Algunas cosas no te las voy a decir abiertamente, tú podrás inferir” (p. 71).

Poética de la veladura, este relato ejemplar se encuentra tejido mediante sutilezas e insinuaciones y transcurre en una atmósfera tenue, a media luz, como el ambiente de las reuniones y cenas que ofrece el anfitrión, Víctor Navarrete.

El modelo pederasta, la relación entre un hombre mayor y de buena posición con uno más joven —no necesariamente adolescente, aunque Miguel / Anselmo lo sea— determina el comportamiento de varias de las parejas que pertenecen a este mundo fictivo. Además del cuento citado, aparece en “Destino final: Capado-cia” y “Noche en Estambul”. Mentar el ascendiente griego no es huera pedantería, pues en este universo el adulto inicia y guía al discípulo no sólo a la sexualidad sino sobre todo al microcosmos homosexual.

En tal ámbito todo se convierte en reticencia, indirectas, verdades a me-dias. Mucho más que las palabras, son las miradas, sonrisas y alusiones las que delatan y revelan a los personajes. Justamente por el reconocimiento que traban entre sí quienes se reconocen distintos a la heteronormatividad vigente, es que pueden advertir los signos de codicia entre ellos. Y elegí codicia y no deseo para cifrar este interés porque en dicho circuito textual deseo y posición social se encaman tan entrelazados que —diríase— incluso copulan. Los amantes más jóvenes se interesan por los amantes más jóvenes de las otras parejas, sabiendo que al cabo excluirán a los mayores.

Como en el caso de la crónica de Capadocia, cuya voz es la del hombre maduro, los viejos deben admitir que su relación está destinada a la disolución, que en cualquier momento su efebo pertenecerá a otro hasta que el ciclo se invierta. A Demetrio, un guapo joven bisexual que niega sus apetencias aunque lo traicione el cuerpo, lo codician mujeres —un auténtico rebaño de ganosas queretanas— y el joven lobo de otra pareja, Javier. Las queretanas, casi todas “quedadas” o en tran-ce de ello, emprendieron el extranjero viaje con la esperanza de matrimonio o de soltarse el chongo sin temor al qué dirán. Algunas no vacilan en ofrecerse o proponerse, no sólo como cuerpos sino aún patrimonialmente. Esta vinculación aparece, asimismo, en “En el sur de Asia”, en el que un próspero empresario mantiene a un profesor inglés, si bien en este caso ambos son adultos.

La relación entre un hombre mayor y de buena posición
con uno más joven determina el comportamiento de parejas de este mundo fictivo .

DE LA ASCENCIÓN

Me contuve de proseguir por la senda del comercio erótico-económico porque el segundo libro póstumo circula abiertamente por ella. Clara Deschamps Escalante narra desde una suma de perspectivas la historia del personaje epónimo, una secretaria adscrita a representaciones diplomáticas de México en Europa Central y posteriormente en Indonesia, quien conquista privilegios y avanza en las casillas del ajedrez social. El nombre es indicativo: Escalante, persona que trepa. Lo deduzco, pero lo enfatiza uno de los narradores:

La culpa no es de ella, es de sus padres, por algo se apellida Escalante, y esa es la palabra “adecuada” para calificarla. Su ascensión todavía no termina (p. 138).

Por la asociación simbólica, sus compañeros aludirán a ella como “los picos del Himalaya”. Y, detalle para el hermeneuta, la última sentencia textual asentará que vive “en unas lomas que dan al mar”. Ascensión cumplida.

La rubia Clarita, secretaria auxiliar torpe y superficial, compensa sus deficiencias con las habilidades de la seducción —una auténtica cock teaser, la llama Enrique Galán Echavarría, despechado seductor que en el nombre lleva la condena—, mediante las cuales logra no cumplir con sus labores y finalmente amarrar al ansiado pretendiente “adecuado” —su atributo favorito. No dudaría en calificar esta novela como ejemplar, por concisa y cautivadora (induce a no dejarla sino hasta que la curiosidad se sacie).

El talento literario de Jorge López Páez le otorga a esta historia de intrigas diplomáticas y su anécdota trivial —una mujer que asciende en la escala social y conquista un buen partido por sus encantos— un aire imperecedero más allá de las circunstancias. En un guiño a la relevancia que concedía al chisme como impulso literario, en el epílogo encontramos a un anónimo autor, quien se revela como el “editor” de estos papeles diplomáticos y afirma: “Cuento y mortaja del cielo baja” (p. 190).

Jorge López Páez (1922-2017).
Jorge López Páez (1922-2017).

Esta novela coral es un pequeño estudio balzaciano, aunque con técnicas modernistas, del estrecho pasadizo entre la seducción y el poder político y económico, privilegiando más éste que el primero. En este cosmos narrativo el dinero es más importante que la posición, como lo comprueban los embajadores que pese a la cercanía que presumen con el presidente, al advertirse como tacaños o como sujetos al yugo matrimonial se ven frustrados en sus intentos de conquista. Igualmente ocurre con los atractivos de Galán Echavarría —esa vocal distintiva que separa este apellido del presidencial Echeverría origina también pequeños equívocos sin mayor importancia, pero anecdóticos y re-veladores—, quien en su calidad de empleado de poca monta es capaz de conquistar a la inescalable Escalante.

Compuesta por cinco capítulos y un epílogo, la novela se configura me-

diante las voces de personajes que, a través de diversos documentos, elaboran colectivamente la historia: el testimonio en primera persona de Rodrigo Villagómez y una resma de cartas cruzadas: del embajador Ricardo Portilla, de Flor de la Loma Luna, de Clara Deschamps Escalante, y las que se remiten entre sí Flor y Enrique Galán Echavarría, además del epílogo en que aparece el narrador-editor que une y nos entrega el texto. Voces y miradas, versiones y perversiones, el lector obtiene una visión multifacética de la personalidad tan superficial como compleja de la protagonista.

No sólo eso, se asoma a las intrigas del mundillo diplomático, y a trasluz, sobre todo para el enterado, reconoce las mezquindades del sistema político mexicano, en especial las de ese aciago sexenio: el echeverriato. Al paso: Clara es mencionada en el cuento “En el sur de Asia” de Sin ganas en Ghana:

Como premio de consolación enviaron a una secretaria auxiliar, guapa, rubia, precedida de “mala fama”, sin que agregaran a qué se debía esta calificación. El nombre de ella era Clara Escalante Deschamps (p. 219).

Sin ganas en Ghana es un espléndido tomo de narraciones con un cuento ejemplar y tres noveletas notables, donde se exponen los secretos pasadizos que unen las recámaras del erotismo y del dinero, al tiempo que ahondan en esos testimonios de la doble vida a que la doble moral de las clases media y alta mexicanas obliga a los personajes que se reconocen distintos. Clara Deschamps Escalante, por su parte, es una gran novela que exige ser reconocida entre las mejores de López Páez. Para ser obras póstumas son excelentes —muy pocas lo son— y el mejor homenaje a la vigencia de un autor que continúa siendo un clásico secreto. Hora es de que deje de serlo; hora de que me calle y los invite a leerlo.