Cuando estudié en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, de 2010 a 2014, su clase era una de las de mayor demanda. Necesitabas tener un buen promedio para garantizar ser uno de los primeros cuarenta en inscribirte. Logrado el trámite venía el suceso: conocerlo.
LA TAREA PRINCIPAL
Woldenberg entraba al salón. Figura delgada y recta. Piel blanca, perfectamente peinado hacia atrás. A través de sus lentes nos miraba a todos con seriedad, después pronunciaba buenos días. Revisaba su reloj y, de forma puntual, a las nueve de la mañana cerraba la puerta. Nadie más podía entrar y pocos deseaban salir al baño, porque eso significaba perderse dos horas de ameno aprendizaje. Le tocó recibir a mi generación y de manera categórica dijo que un científico social tenía como principal tarea LEER, LEER y LEER.
Siempre había que llegar con las lecturas preparadas. Él empezaba la explicación y luego daba paso al debate. Su agudeza distinguía de inmediato a quienes no habían leído. El método puede parecer muy rígido, pero así nos enseñó el largo proceso que ha tenido la democracia en México. Quizá en mi generación dábamos por hecho que la democracia había existido desde siempre. Crecimos con un partido diferente al PRI y mirábamos cómo se daban de forma natural los procesos electorales y las alternancias a nivel municipal, estatal y federal. Las instituciones habían sobrevivido al polémico proceso de 2006, de hecho, se habían fortalecido; lo preocupante era el germen de polarización sembrado en el mismo.
El profesor nos llamaba la atención, al decirnos que siempre existe probabilidad de retrocesos. Le gustaba señalar que ese mismo modelo democrático, por error, había llevado —en otros países— a quienes lo derrumbarían para instaurar una dictadura, por ello nos explicaba el desarrollo de La mecánica del cambio político en México —su libro en coautoría con Ricardo Becerra y Pedro Salazar—, a partir de la reforma de 1977.
¿Entendíamos lo que nos quería decir? El maestro celebraba los triunfos democráticos y al mismo tiempo nos alertaba de los retrocesos. El tiempo nos ha mostrado —lamentablemente— que esos riesgos por él indicados son una realidad.
Ahora no podemos ir al salón de clases a preguntarle, sólo nos queda buscarlo semana a semana en sus columnas periodísticas para tener luz en este tiempo tormentoso.
Nos preparaba para un país cambiante y necesitado
de ideas, no de ocurrencias. Pensar es construir democracia, decía
UN ANÁLISIS SERIO
Cuando dábamos todo por hecho apareció un hombre de ideas caudillistas y una mente que se ancla en el pasado. Amenazador contra las instituciones —contrapeso al poder presidencial— hace todo por erosionarlas, quizá hasta destruirlas. La democracia es un sistema imperfecto que se construye todos los días, lo conforman personas que tienen ambiciones y buscan el poder, aunque cabe preguntar: ¿Qué tipo de poder y para qué lo quieren?
El maestro Woldenberg preparaba a los próximos politólogos a mirar todas las aristas que necesita un análisis serio que busque comprender el presente. Por ello, su constante estudio del pasado —no visto como algo ya muerto, sino como una voz que nos explica de dónde venimos— buscaba indagar por qué nuestro presente es como es y de qué manera el futuro puede parecerse al pasado. La historia de México muestra los grandes retrocesos que hemos tenido y revela que el tiempo presente es más parecido al pasado de lo que podría parecer de inicio. Ahí están los años setenta, donde se usaba la violencia política para amedrentar tanto a la oposición como a las voces críticas. Hoy el Ejército, en las calles, es una amenaza para las libertades. ¿Se convertirá en un brazo del Presidente para retener el poder en el 2024?
La sociedad civil y la academia son entes que incomodan. A todo aspirante a tirano le espantan las ideas, por lo que busca callarlas o deslegitimarlas. Una sociedad dividida es un riesgo tremendo: aquí estamos los buenos y allá, los malos; estás conmigo o contra mí. Ello implica sembrar odio en un tiempo violento, que nos muestra por qué lo valioso de las clases del profesor Woldenberg: 2021 cerró con 35,625 asesinatos,1 daño irreparable si se suma a las familias que siguen llorando su pérdida; añádase a ello el tiempo de miedo que viven las mujeres, pues en lo que va de 2022 han sido asesinadas 600;2 ataques a las universidades públicas; descalificación a los medios de comunicación; intervención del Estado en los procesos electorales, más un largo etcétera.
En su cumpleaños setenta, cómo se agradece la dedicación docente de José Woldenberg. Era un maestro estricto que nos exigía lecturas, escritura, participación y puntualidad. Nos preparaba para un país cambiante y necesitado de ideas, no de ocurrencias. “Pensar es construir democracia”, decía. Leer era la clave para tener claridad sobre los procesos políticos que deberíamos analizar.
Su labor en las aulas y fuera de ellas ha formado a muchas generaciones, sembrando sin distingos la semilla de la defensa de la democracia en, por ejemplo, Lorenzo Córdova o Ciro Murayama. La pregunta para concluir —acompañada de una felicitación a mi querido profesor— es si estamos listos para aplicar sus enseñanzas, tanto en el análisis como en la práctica política, a fin de defender a toda costa la democracia en México.
Notas
1 INEGI, Comunicado de Prensa 376/22”, 2022, disponible en https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2022/DH/DH2021.pdf
2 Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, “Información sobre violencia contra las mujeres”, disponible en https://drive.google.com/file/d1Y4101PzQe41crIT99Ho89ZSrWgLxkFaZ/view);
JOVANY HURTADO GARCÍA (Ciudad de México, 1991), escritor, investigador y compilador de los volúmenes póstumos de Carlos Fuentes, Conferencias políticas (2018) y A viva voz (2019). Participó en la antología de cuentos Norteado en la ciudad (2015).