Julia ritos de paso

PSICOGRAFÍA

Julia ritos de paso
Julia ritos de paso Foto: Cortesía del autor

Es viernes de piyamada. Nunca utilicé esa palabra cuando era niño. No acostumbraba quedarme fuera de casa. Tampoco solía invitar amigos a pasar la noche. Alguna vez mi prima Estefanía y yo, unidos por la pasión futbolera, pensamos que era una gran idea alargar la tarde, jugar hasta la noche, dormir bajo el mismo techo y continuar el día siguiente. Al preguntarles a nuestros padres notamos la incomodidad. Al final aceptaron. No pude dormir. Hacía mucho calor y me invadió una culpa que nunca entendí. Es viernes de piyamada. Ha venido a casa Julia, sobrina de Ana. Julia y Ana se apresuran a ganarle a la noche haciendo figuras con retazos de tela, fomi, limpiapipas y pegamento. Ana tiene en uno de los cajones de la sala una caja con miles de piedritas de plástico. Entre las cuentas de colores hay un pequeño estuche relleno de ojos. Julia pega tres en su figura, que inevitablemente adquiere un rostro. El sueño empieza a vencerla. Cenamos, vemos un poco de televisión y después Ana lleva a Julia a la cama del estudio.

La hora de dormir había sido difícil en piyamadas anteriores. Julia solía ponerse nerviosa y comenzaba a hablar sin parar con Ana, en el cuarto a oscuras, antes de poder conciliar el sueño. Esta vez le leo un cuento y antes de terminar sus ojos ya están cerrados. Apago la luz y salgo del cuarto. Ana y Lisa se acurrucan un rato con ella. En cinco minutos las dos están en la sala conmigo. Lavamos los platos, acomodamos los sillones, nos servimos agua y antes de apagar las luces Ana me cuenta que Julia ha estado teniendo episodios de sonambulismo en casa de sus papás.

–No abre puertas, me dice.

POR PRECAUCIÓN PONGO DOS MACETAS grandes frente al cancel del balcón. Me acuesto intranquilo, pero despierto con una sonrisa. Dormí ocho horas sin interrupción, y lo primero que escuché en el día fueron los murmullos de Julia y Ana, planeando el desayuno y un último juego antes de que vengan por ella.

Preparo hot cakes de colores para desayunar. Desayuno de pie, picando una cosa y otra, mientras paso el trapo por la barra y recojo platos. Julia nos cuenta algunos recuerdos de la casa donde vivía su abuela. Tiene grabado a fuego el día en que probó el sabor del chayote. Suena el timbre y llegan por ella.

Cuando Ana regresa al departamento comenzamos nuestro día. Walter Benjamin escribió en el libro Dirección única un breve pasaje titulado “Salita para desayunar” en el que menciona que “… quien acaba de despertarse sigue aún, en ese estado, bajo el hechizo del sueño. Pues el aseo no devuelve a la luz más que la superficie del cuerpo y sus funciones motrices visibles, mientras que en las capas más profundas la penumbra gris del sueño sigue persistiendo y se consolida en la soledad de la primera hora de vigilia.” Benjamin aseguraba que el mundo moderno ha ido desgastando los ritos de paso, y que el único que persiste con fuerza es el trance entre el sueño y la vigilia. Desde la otra orilla del sueño pienso en cosas que pueden ser ritos de paso: Dejar la casa de los padres, graduarte, el primer salario, dormir fuera de casa. Dormir cansado. El sueño profundo.