La obra desteñida de Daniel Manrique

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En Tepito las paredes hablan. Ábrete paso entre la cerveza descompuesta con chamoy, los puestos de marcas apócrifas y el ahumado aroma a marihuana. Fija la vista frente al muro, enfoca. El paso del tiempo ha vuelto los trazos borrosos, como una goma cuando raspa el grafito en la hoja blanca. Identifica figuras humanas, a una guadalupana o una mazorca morada porque sus granos son caras morenas.

Es una muestra de lo que el escritor Eduardo Vázquez Uribe llama el lado oscuro de Tepito: su cultura. En esos rasgos, ignorados por autoridades culturales y por la propia comunidad, sobrevive el Arte Acá, legado del artista más destacado del barrio: Daniel Manrique. “Arte Acá nos enseña a saber qué es lo que somos en Tepito, acá en México, acá en el mundo... México y los mexicanos somos un chorro de culturas juntas, como si fuera mermelada, tocho morocho. El resultado es, además del sentido de cultura popular, la cultura Acá”, explica Daniel Manrique Arias en ¿Qué es Tepito? ¿Qué es Arte Acá?, documental que realizó con Carlos Plascencia en 1979.

Imagino a Manrique en una mesa, deslizando la pluma en la hoja, tratando de argumentar para sí mismo las palabras que un día pronunció como una revelación: Arte Acá. Las propuso cuando un compañero le preguntó cómo llamarían eso que estaban haciendo. “Se me acaba de ocurrir. Pero a partir de ahora me juro a mí mismo, a nadie más, que de por vida me voy a dedicar a aclararlo”. Y así lo hizo hasta 2010, cuando murió.

"Manrique cumple el verdadero sentido del muralismo mexicano: no solamente pintar al pueblo, sino con el pueblo. Diego Rivera, Siqueiros y Orozco no eran gente del pueblo. Daniel sí viene de ahí".

EL MOVIMIENTO CUESTIONABA la cultura oficial y proponía una expresión que brotaba del barrio y miraba de forma crítica su condición socioeconómica, la migración, los oficios y demás manifestaciones que dan identidad al barrio. Daniel Manrique sobresalió porque realizó verdadero arte popular al intervenir los muros de Tepito.

En 1973 —me cuenta Brisa Ávila, su esposa— comienza a pintar en los muros, después de la exposición Conozca México, visite Tepito, que tiene lugar en la Galería José María Velasco. La primera calle que interviene es Libertad, luego sigue por otros lados, sobre todo la calle Tenochtitlán. Iniciaron el movimiento Manrique, Francisco Zenteno Bujáidar y Gustavo Bernal. Era fuera de lo común que se atrevieran a tomar el espacio público.

Manrique continuó solo. Era fácil distinguirlo entre los habitantes de Tepito: delgado aunque fuerte, porque desde que quiso ser luchador cargó pesas. De frente amplia, vestido de negro con morral al hombro, lentes, sombrero en los días de sol y siempre pintando alguna pared. La gente tomó de buena gana sus pinceladas. Le ofrecían un taco, le donaban pintura y platicaban con él sobre las figuras macizas que plasmaba. Una vez un teporocho le dijo que él podría hacerlo mejor. Manrique lo invitó a pintar. “No, pos sí está cabrón —dijo el hombre tras unos brochazos—. Tú síguele, manito”.

Daniel Manrique —me comenta Alejandro Caballero Valdés, creador de la Escuela de Arte al Aire Libre de Tepito (ELITEP)— cumple el verdadero sentido del muralismo mexicano: no solamente pintar al pueblo, sino con el pueblo. Diego Rivera, Siqueiros y Orozco pintaban al pueblo, les interesaba el pueblo, pero no eran gente del pueblo. Daniel Manrique sí viene de ahí.

Polo Castellanos, fundador del Movimiento de Muralistas Mexicanos (MMM), tiene una opinión similar:

¿Por qué en casa del zapatero no puede haber una obra de arte digna? ¿Por qué debe haber un anuncio de Coca Cola? Daniel Manrique baja el muralismo con un discurso popular. Dignifica su barrio a través de la obra mural de un pueblo de trabajadores, de oficios. Ese sueño de Siqueiros, que se pintara en la calle, que cualquier ciudadano de a pie pudiera disfrutar de la obra, Manrique lo lleva a cabo.

[caption id="attachment_865047" align="alignright" width="277"] Sin título, detalle, 1987. Asociación Campamentos Unidos, Zarco 82, Colonia Guerrero. Foto: Memo Bautista[/caption]

Sorprendió que un ñero —como él se nombraba—, autodidacta, rechazado de San Carlos por sólo tener la primaria y que asistió cuatro años al Taller Libre para obreros de La Esmeralda, tuviera una propuesta sólida y crítica. En casi cuarenta años ganó premios nacionales e internacionales. La UNESCO le dio un reconocimiento, se convirtió en miembro del Salón de la Plástica Mexicana y contribuyó al rescate de uno de los murales de Siqueiros en Argentina. Intervino muros en universidades, en barrios y en otros países, entre ellos Canadá, Estados Unidos, Argentina, España y Francia, donde impresionó tanto que una pequeña calle de Oullins, en Lyon, lleva por nombre Tepito.

EN EL CORAZÓN de Tepito existe una unidad habitacional con techos inclinados y ventanas arqueadas. Recuerda las casitas para palomas; la han bautizado Los Palomares. Miro en sus paredes al zapatero, a la vendedora de tamales, a la prostituta, a una mujer con herramienta, a una pareja que baila un son, a las mujeres que se organizan, a la mamá que va de la mano con su hijo en silla de ruedas. Es el último mural que pintó Daniel Manrique en 2009. En noventa metros cuadrados plasmó la cultura de su barrio. La pintura se ha caído en algunas partes y el cochambre se ha pegado en los surcos que dividen cada línea de ladrillos. El clima y la contaminación han desteñido la obra.

En nuestra conversación, Brisa comenta que la gente no fue muy respetuosa con la obra de su marido. Curiosamente, Manrique no se preocupó por dar mantenimiento a sus murales; tal vez los consideraba efímeros. “En eso sí hay que contradecir al maestro —comenta el artista Alejandro Caballero—: es necesario salvar su obra”.

Sobre la calle Florida veo un mural borroso, afectado por un escurrimiento de agua. En la obra que está pintada en el espacio cultural Martes de Arte, la humedad bota la pintura del

mural. Aunque un techo de lámina lo protege del sol, no impide que la lluvia escurra y lo manche de moho. El promotor cultural Luis Arévalo Venegas consiguió financiamiento en

2010 y 2013 para restaurarlo. No ha sido suficiente. Un mural se salva; otros son borrados incluso por el propio gobierno.

"No se preocupó por dar mantenimiento a sus murales; tal vez los consideraba efímeros. En eso sí hay que contradecir al maestro —comenta el artista Alejandro Caballero—: es necesario salvar su obra".

“Mucha obra que hizo en Tepito ya no está. La misma alcaldía (Cuauhtémoc) ha tapado murales. Es estúpido. Tapó tres sobre Avenida del Trabajo hace diez años”, me cuenta indignado Antonio Paz Martínez, representante de la asociación Campamentos Unidos. El sismo del 19 de septiembre de 1985 destruyó vecindades, algunas de ellas intervenidas por Manrique. El plan de reconstrucción no incluyó trabajo comunitario y, a juicio del artista, líderes y autoridades sacaron provecho de la situación. Decepcionado, Manrique abandonó Tepito como espacio de trabajo. Luego conoció a Antonio Paz, que lideraba la autoconstrucción en la colonia Guerrero y se unió a los vecinos para ayudarlos a levantar sus viviendas.

Los murales del claustro en el número 82 de la calle Zarco hablan del trabajo de las mujeres durante la reconstrucción, así como de los oficios y la cultura popular en la Guerrero. Filtraciones de agua tiran el yeso y la pintura. Toda la capilla Manriquiana, como le dicen al lugar pues ahí fue velado Daniel Manrique, necesita recuperación, al igual que los murales de Zaragoza 238, donde está el único que dedicó a la niñez, y el de Soto y Pedro Moreno, un mural en relieve trazado en cemento, vandalizado con pintura en aerosol. Si bien otros trabajos en las viviendas reconstruidas han permanecido, el clima les ha quitado color.

Tanto Brisa Ávila como Alejandro Caballero mencionan un mural en la calle de Ferrocarril Interoceánico, en la colonia Morelos: “Hizo uno frente al Archivo General de la Nación, en la fachada. En el relajo político lo borraron, pusieron encima propaganda”, dice la viuda del artista.

El 24 de marzo del 2017, la artista urbana Janín Nuz fue abordada por Polo Castellanos y miembros del MMM mientras pintaba un mural para el Festival de Arte Urbano CONSTRUCTO, a la entrada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. La chica no sabía que ahí estaba la obra Necesitamos la técnica, que Daniel Manrique plasmó a principios de los años ochenta. “Es una violación de derechos de autor y destrucción de patrimonio universitario. Si bien no está catalogada como tal, no implica que no sea patrimonio de los universitarios”, me comenta Castellanos.

El muralista reclamó al maestro Arturo Chávez López, secretario general de la Facultad. La escuela firmó un acuerdo con las marcas Playboy y Vans, patrocinadoras del evento, para que el trabajo de Janín Nuz permaneciera durante un año. Tras ese tiempo harían una réplica en mosaico del mural de Manrique en el mismo sitio y buscarían la declaratoria de Patrimonio Universitario. Hasta el momento, el trabajo de la artista sigue ahí y el maestro Arturo Chávez López no contesta ni las llamadas ni los correos de Polo.

[caption id="attachment_865049" align="alignnone" width="696"] Pasado, presente y futuro, detalle, 2003. Centro del Reloj, Palma 33, Centro Histórico.[/caption]

—¿DANIEL QUÉ? ¿Va a exponer con nosotros? —me dice confusa Carmen Cabrera, de la Coordinación Nacional de Artes Visuales del INBA.

—Daniel Manrique —contesto—, el iniciador de Tepito Arte Acá. Ya falleció.

Pregunto si su obra está catalogada.

—Es que no sé de quién me hablas.

En su momento, la misma conversación se repite con gente del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (CENCROPAM) del INBA y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Nadie sabe quién es Daniel Manrique; tampoco existe un inventario. En la Dirección General de Cultura de la Alcaldía Cuauhtémoc sólo Isaac Castillo, miembro de la compañía de teatro Tepito Arte Acá, sabe de Manrique y tiene un conteo personal de su trabajo: 129 obras. No hay más. Nada formal.

Antonio Paz, de Campamentos Unidos, me cuenta que hace unos años Alejandro Fernández Ramírez, exdelegado de Cuauhtémoc, ofreció hacer un catálogo sobre la obra de Manrique. Quedó en una buena intención.

El Artículo 33 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos considera monumentos artísticos las obras que revistan valor estético relevante por su representatividad, corriente estilística, innovación, materiales y técnicas. La designación la ordena el presidente o el secretario de Cultura. Nueve artistas cuentan con la declaratoria: José María Velasco, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Dr. Atl, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Saturnino Herrán, Remedios Varo y María Izquierdo. Por su parte, el Artículo 55 de la Ley de Fomento Cultural del Distrito Federal señala que el objetivo de las Declaratorias de Patrimonio Cultural Tangible e Intangible es preservar bienes, expresiones y valores culturales de la ciudad. La obra de Daniel Manrique no está considerada.

"Tiene que ver con una visión excluyente. Como Tepito Arte Acá no lo integraban artistas de clase media y de escuelas formales, no se les incorpora dentro del discurso de la historia del arte mexicano".

Es una cuenta pendiente —señala Alfredo Matus, director de la Galería José María Velasco, del INBA—. Se requiere de un investigador que se aboque específicamente a ese trabajo. Daniel produjo muchísimo. Tiene que ver con una visión excluyente. Como Tepito Arte Acá no lo integraban artistas de clase media y de escuelas formales, no se les incorpora dentro del discurso de la historia del arte mexicano.

TAL VEZ LA OBRA de Manrique sea relegada por la distancia que mantuvo con políticos. Su aversión hacia ellos era conocida. No se mordía la lengua para enfrentarlos.

En 2009 —cuenta Polo Castellanos—, cuando Emilio Ulloa contendió por la presidencia municipal de Nezahualcóyotl reunió a creadores para que lo ayudaran con un proyecto de arte interdisciplinario. Manrique se paró frente a él y le dijo: “Tú eres un corrupto ladrón”. Tomó sus cosas, dejó el lugar y detrás de él, nosotros.

Alfredo Matus también cree que Tepito Arte Acá no logró continuidad. Aunque existen células que han seguido el movimiento, trabajan sin colaboración y sin una organización suficiente para recuperar el trabajo de su artista emblemático. “Hacer este rescate no sólo debe ser un asunto institucional, sino también de la comunidad, porque precisamente Daniel Manrique se dirigía al barrio. No logró tener ese eco con sus propios vecinos para que entendieran el contenido de su obra”, sentencia Matus.

El objetivo del trabajo de Manrique está implícito en sus trazos. Sin embargo, para que la gente lo entendiera mejor lo dejó por escrito. En el mural pintado en el espacio cultural Martes de Arte se lee un mensaje que expone parte de su filosofía: “Si todos jaláramos parejo, la vida sería más chida”.

[caption id="attachment_865048" align="alignnone" width="696"] Sin título, detalle, 1987. AsociaciónCampamentos Unidos, Zarco 82, Col. Guerrero. Foto: Memo Bautista[/caption]