"Las jacarandas son seres volubles"

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Foto: larazondemexico

Dobles, triples, inconstantes

Como los centauros de la leyenda,

de doble naturaleza inestable,

ímpetu equino y lento torso humano,

las jacarandas son seres volubles.

Son mitad viento con mitad insecto,

más esa otra mitad indescriptible,

que viene tal vez de ninguna parte

y que con certeza llevan adentro.

¿Cuántas mitades caben en una flor?

Tres o cuatro o cinco muy rebasadas

más las que, bajo el sol, se inflaman lentas.

¿El peso de lo imposible las tumba?

La luna llena las malaconseja.

De noche se sienten ligeras: vuelan.

Mientras van cayendo cuentan estrellas.

Saben leer en los cielos su destino.

Mitología amazónica

Entre las llamas fugaces

de su alerta escandalosa

me salpican los destellos

de su origen hecho mito.

Jacarandá allá le dicen,

y ella ligera resuena.

En guaraní, que es su lengua,

quiere decir perfumada.

Jacarandá huele a selva

y a corteza curativa,

a madera sonrojada

y fértil desenvoltura.

Sus semillas en estuche

nunca se vuelven sonajas.

Oyen los ritmos del viento

y después les brotan alas.

Si en su historia puso aliento,

en su floración, exceso:

ella extiende el Amazonas

a la puerta de mi casa.

Mitología japonesa

Un jardinero de oriente,

de la isla de los asombros,

se propuso en las aceras

de esta ciudad de palacios

crear un jardín callejero:

una invasión de mil flores

que se caen y resucitan.

Lo que vive en sus jardines

es otra noción del cielo.

Sí, el paraíso se siembra

y el edén se manicura.

Trajo del sur la semilla

y la aclimató a su sueño:

árboles que escupen flores

que en el aire se adelgazan.

Se inventó una especie rara

de árbol alto y muy sediento

que si se arraiga obsesivo

abraza al viento gozoso

y a los ojos nos regala

cada marzo un terremoto

de flores que en filigrana

se meten entre nosotros,

sacuden certezas vanas

con su belleza ligera:

dan al sorprendido instante

el logro de ser eterno.

Delirios volubles

1.

Son delirios que crecen en espejos,

las jacarandas en los edificios,

rotos rompecabezas divertidos,

un caleidoscopio que gira al viento.

Su rareza geométrica cautiva.

2.

Una flota invencible de siete proas

zarpa a todos los rumbos y a ninguno.

No termina de ir cuando ya regresa

y a todas sus batallas ha faltado.

Contra viento y contra marea, seduce.

3.

A la vuelta de la esquina nos aguarda

un gigante que aquí apenas asoma:

la copa amoratada es su cabello,

su cuerpo una galaxia reflejante.

Si la miras mirarte, es posesiva.

4.

Sus brazos entretejen con las nubes

escenarios fugaces, perspectivas.

Vuelan flores al suelo de tus ojos,

de lo visible a lo invisible eleva.

Su desplome es un acto de hipnotismo.

Deseos

Si aterrizo en la Ciudad de México cuando anochece, la obscuridad parece desprenderse lenta desde los árboles y aferrarse a las jacarandas. Dentro de ellas la noche llega primero y en ella mis deseos florecen.

Desde Buenos Aires, Eugenia Noriega me dice que allá las jacarandas huelen más intensamente y además cada una “es un dios, un poema. Y tiene propiedades curativas: ayuda a la cicatrización de los recuerdos abiertos, mitiga el desconsuelo y endulza la añoranza”.

Desde Madrid, Jorge F. Hernández la hace florecer en sus recuerdos, “trasterrada a cualquier paisaje del planeta por obra y gracia de la memoria que se enreda con imaginación: recuerdo e invento, anhelo y deseo o evocación y propuesta”.

Juan Villoro, a mi lado en un avión, llegando a la ciudad la mira entreverada de jacarandas y piensa en lencería.

Frank Lozano la vuelve flor antípoda del Narciso: “Por más hermosas que son, las jacarandas nunca pierden el piso”.

Paty Peñaloza asegura que las jacarandas en el suelo son la envidia del asfalto buscando florecer.

Pero no es así todo el año. Pancho Hinojosa lo nota y dice de cierta persona que él conoce: “Él era como las jacarandas: cuando estaba en flor, jacaranda, cuando no, un simple árbol”.

Julio Trujillo desea cantarles pero teme la sensiblería, los tecnicismos, las flores huecas dedicadas a la flor. Su elogio es cantar la dificultad del elogio.

Alberto Ruy Sánchez, Dicen las jacarandas, Colección Alacena Bolsillo, Ediciones Era, México, 2019.

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