Lecciones de Ian McEwan la historia puede modelar la biografía

Lecciones es la nueva novela del escritor británico Ian McEwan, quien crea una íntima relación entre los acontecimientos de los dos últimos siglos y la vida privada de su protagonista, Roland Baines, mientras le sobrevienen recuerdos determinantes de su pasado: la depredación sexual de su profesora de piano y, como padre primerizo, el abandono del hogar conyugal de quien fuera su esposa. José Woldenberg nos invita a descubrir en este relato cómo se enlazan lo personal y lo público a través del recorrido vital desde la infancia del personaje hasta su tiempo presente

Ian McEwan
Ian McEwan Foto: Wikipedia

Diferentes valoraciones y diferentes épocas

Roland Baines nace en 1948, el mismo año que Ian McEwan, y para 2021 2022 seguía vivo. Lecciones (traducción de Eduardo Iriarte, Anagrama, 2023) recrea la vida de Baines y los escenarios que la modelaron. Cada suceso merece aproximaciones diversas y en no pocos casos encontrados, no sólo porque sus protagonistas tienen puntos de observación distintos, sino porque el tiempo los remodela y en ocasiones cambia su sentido. Pasado y presente son esculpidos por códigos valorativos diferentes y dan paso a distintas formas de ver y valorar los mismos hechos. Se trata de un gran fresco que recrea los dilemas de una vida, sus ramificaciones y abre un conjunto de preguntas éticas y vitales. Pero también recorre algunos de los episodios que modelaron la segunda mitad del siglo XX y las primeras dos décadas del XXI. No hay experiencias individuales sin contexto, y esos contextos jamás pueden explicarlo todo.

La iniciación sexual de Baines a temprana edad, con su maestra de piano, se convertirá al mismo tiempo en una fuente de placer y obsesión, en un paraíso y una cárcel, con el paso del tiempo en una pesadilla, y con las vueltas de los cuadros valorativos que modelan las conductas, en un delito que puede llevar ante la justicia a su antiguo y primer amor.

La desaparición de su esposa, que lo abandona con su pequeño hijo de meses, para dedicarse a escribir, es al mismo tiempo una falta mayúscula y el compromiso con una vocación, acto de supremo egoísmo y fórmula para huir de la rutina asfixiante, intento por no repetir la biografía frustrada de su madre y episodio que no puede más que dejar una gruesa marca en la biografía del hijo. La ambigüedad acompaña la existencia y las decisiones de los protagonistas.

Su madre —lo descubrirá muchos años después— había dado en adopción a un hermano nacido durante la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces no sólo sus padres no estaban casados, sino que su madre seguía siendo la esposa de un soldado que se encontraba en el frente y con el que había procreado dos hijos. Amor y engaño dan paso a historias artificiosas o por lo menos maquilladas, versiones que se superponen para edulcorar los acontecimientos, culpas que se arrastran a lo largo de los años. Situaciones que fomentan y merecen distintas lecturas.

Dado el arco temporal de la novela, varios personajes envejecen. Se trata de trayectorias que viven diferentes momentos de inflexión, cuesta abajo. Se vuelven dependientes de sus hijos. Reclaman de atención y sus asuntos empiezan a ser administrados y resueltos por otros. Afecciones diversas los atacan y la vida de ayer se vuelve otra, más apesadumbrada, más gris, menos independiente. La movilidad entra en declive, los achaques aumentan y la cordura se reblandece. Es, en el mejor de los casos, el futuro de todos. “Silencio, soledad, ausencia de propósito, crepúsculo perpetuo”. El deterioro es la marca y modifica las relaciones con el entorno y el resto de las personas. “La demencia vascular… frente a un cuerpo que no quiere darse por vencido.” Y al final, lo inescapable: la muerte.

Se trata de un gran fresco que recrea los dilemas de una vida, sus ramificaciones y abre un conjunto de preguntas éticas y vitales

Cada personaje tiene su versión de los hechos. Cada uno puede justificarlos a su manera. No hay, no puede haber, una sola aproximación a lo sucedido. La situación y motivación de cada uno resultan intransferibles y es imposible una conclusión compartida.

La historia y sus marcas   

Pero, además, esas microhistorias, esos dilemas individuales, esos conflictos inescapables, se producen en lo que algunos llaman el teatro de la historia. Acontecimientos que a querer o no impactan las vidas singulares, las condicionan, modelan, aunque no las determinan, porque siempre hay algún margen para la decisión propia, para el ejercicio de la libertad. Vidas privadas, insignificantes vistas desde fuera, dramáticas desde dentro, se encadenan con la vida pública que las influye.

La Segunda Guerra Mundial es el acontecimiento inescapable que marcó la vida de la generación anterior. La suprema devastación resultó decisiva para quienes les precedieron. Era un pasado demasiado reciente y poderoso para poder huir de él. Las narraciones de los adultos, sus silencios también, son una presencia rotunda y al mismo tiempo fantasmal. Baines pertenece a la generación de niños que nacieron después de esa catástrofe civilizatoria y que, por fortuna, y a diferencia de sus padres y abuelos, pudieron a lo largo del tiempo, vivir en paz (o en una paz relativa).

La madre de su esposa, jovencita, viaja a la Alemania nazi para realizar un reportaje sobre la Rosa Blanca, esa pequeña organización estudiantil, que denunció los crímenes del régimen y cuyos integrantes fueron decapitados. En alguno de los folletos de la Rosa Blanca se decía que el Tercer Reich era “una prisión espiritual… un sistema estatal mecanizado despóticamente dirigido por criminales y borrachos”. Historia de resistencia heroica que nunca llegó a publicar, pero quedó plasmada en sus diarios. Esa decisión será una fuente de amargura perpetua. Su luego esposo, alemán, resistente al nazismo, será la causa del abandono de su frágil vocación reporteril. Ambos, con el transcurrir de las décadas, conformarán un matrimonio rutinario, donde él lleva la voz cantante. Del esplendor, arrojo y valentía iniciales, a la inercia, el conformismo, la indolencia. Es imposible mantener por siempre la brillantez del momento luminoso.

La crisis de los misiles sacude la vida de Baines cuando éste es apenas un niño. El ambiente se plaga de especulaciones sobre una posible guerra nuclear. Todo lo había desatado el descubrimiento de que sólo a 150 kilómetros de Florida, los rusos habían instalado misiles en Cuba. El miedo se esparcía por ondas irregulares, a los niños se le prohibía ver la televisión. De estallar la conflagración todos serían “volatilizados”. Ambos bandos decían defender la paz, pero su enfrentamiento podía acarrear la más terrible guerra jamás vista. Los niños la experimentan como un ensueño, mitad realidad mitad ficción, la eventualidad de una nueva y mayor catástrofe nuclear.

Lecciones se trata de una exploración sobre el misterio de la vida. Las posibilidades que florecen y las muchas otras que se clausuran, las decisiones menores y mayores que trastocan el rumbo de los acontecimientos

Baines vive la Guerra Fría. Tiene la posibilidad de viajar por los dos Berlines: observa de cerca el totalitarismo en la República Democrática Alemana, el ahogamiento de las vidas individuales, la persecución de amigos, la censura perpetua, pero como militante del Partido Laborista inglés sus relatos y denuncias no tienen eco. Sus compañeros no quieren “hacerle el juego” a la derecha, al imperialismo. Incluso, en un cuadro jocoso, observa azorado lo que otro inglés pontifica ante un pequeño auditorio de alemanes orientales: algo así como que ellos son el futuro de la humanidad. Época de alineamientos acríticos e impermeables, de ojos cerrados ante las taras de los suyos y de hípercrítica a los enemigos.

Vive también la caída del Muro de Berlín. La fiesta. El entusiasmo desbordado. Miles de gentes en las calles. Alemanes de ambos lados cruzando libremente la línea que los mantenía separados. “Era inconcebible que las autoridades quedaran privadas tan de repente de su influencia sobre las vidas privadas.” Júbilo, celebración, gozo. Un arrebato contagioso que se expandía como un deleite sin fronteras, desatando expectativas sin fin: “El lúgubre acuerdo de la Segunda Guerra Mundial había tocado a su fin. Una Alemania pacífica quedaría unida. El Imperio ruso se disolvía sin que hubiera un baño de sangre. Debía emerger una nueva Europa…”. Más adelante vería las ilusiones convertidas en pesadas y nuevas realidades.

La nube de radiación de Chernóbil no sólo ocupa las primeras páginas de los periódicos, no sólo invade las conversaciones, sino que altera la normalidad de la vida. Se instala una sorda psicosis, la cascada de noticias de diversos países, genera apreciaciones contradictorias y las personas responden, cada una, a su muy real saber y entender. “Había un solo tema. El país estaba unido, hermanado por la ansiedad”. Por un momento.

El ascenso del “nuevo laborismo” con Tony Blair o el Día D, la guerra de las Malvinas o el escándalo de Enron, la amenaza de muerte contra Rushdie o el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, el Brexit o la expansión de la OTAN hacia el este, la época de Thatcher o la de la pandemia, son episodios que con mayor o menor énfasis y extensión aparecen como referencias de esas vidas que no transcurren en el vacío. La imbricación de lo personal y lo colectivo, de la biografía y la historia, del escenario y las personas, es quizá uno de los elementos centrales de la prosa de McEwan, que le otorga a su novela una densidad especial: compleja, cambiante, viscosa.

El misterio de la vida 

Lecciones se trata de una exploración sobre el misterio de la vida. Las posibilidades que florecen y las muchas otras que se clausuran, las decisiones menores y mayores que trastocan el rumbo de los acontecimientos, las omisiones que dejan profundas marcas, “el comportamiento cruel que puede hacer posible un poema genial”, el daño que unos les hacen a los otros (en ocasiones incluso sin querer), las preocupaciones nimias que opacan a los monumentales acontecimientos o los grandes sucesos que modelan las biografías. La vida que ocurre y se impone contra deseos y esperanzas. “Del mismo modo que el calor fluía hacia el frío y no a la inversa, el orden fluía hacia el caos y nunca al revés”. O podía acudirse a un remedio más bien retórico y sedante: “Las cosas nunca irán tan bien como esperábamos ni tan mal como temíamos”.

Hay también otra lectura posible: la del tiempo que todo lo degrada. Las ilusiones de un momento que al cumplirse dejan una estela de frustración y amargura, los triunfos convertidos en derrotas, el amor en odio o por lo menos en resentimiento. Nada es para siempre y el transcurso del tiempo acabará por hacer de las epopeyas, recuerdos mínimos y en ocasiones hasta ridículos. Una poderosa nube de desencanto parece cubrirlo todo. Al final, la resignación puede ser superior al malestar. Las vidas, luego de sus cimas y sus abismos, tienen una misma desembocadura: la muerte y el olvido.

Restos del Muro de Berlín, derribado el 9 de noviembre de 1989.
Restos del Muro de Berlín, derribado el 9 de noviembre de 1989. ı Foto: magazinedigiyal.com.ar

Lección

Hay además (creo), una lección de lo que es una novela.

Baines está indignado porque cree que ha sido maltratado en la más reciente novela de Alissa, la mujer que lo abandonó. Lo hace aparecer como un golpeador. La visita luego de varias décadas y desea pedirle que por lo menos cambie la dirección de la casa donde sucede la historia. Ella le responde: “¿De verdad tengo que enseñarte cómo leer un libro? Tomo prestado. Invento. Saqueo mi propia vida. Cojo de todas partes, lo cambio, lo adapto a lo que necesito. ¿No te habías dado cuenta? El marido abandonado mide dos metros y lleva una coleta… Y es rubio…”.

La ficción es ficción. Lo que no quiere decir que no sea una nueva verdad que afecta eso que llamamos realidad, a la que siempre vuelve más elocuente.