EL DOMINGO PASADO vacié por completo mi librero, los volúmenes quedaron apilados sobre el suelo y el escritorio, hora de ordenarlo de una vez por todas. Pensé en acomodarlos por orden alfabético. Aura, la joven vieja sensual; Bartleby, preferí no hacerlo; Crimen y castigo me dio remordimiento; Yerma, árida como la tierra. No encontré nada con la Z, más que mi apellido y la marca del zorro. Por género, las novelas rosas de Corín Tellado y el príncipe azul que nunca me llegó, las policiacas con Dupin y Poirot, en un rincón el libro vaquero. No me decidí si por año de publicación o de cuando los adquirí. Me pareció buena idea por colores, y aunque lucían estéticos, no me gustaron las combinaciones de los lomos, naranja con café como viste mi rival. El tamaño sí importa, lo mismo que el grosor, pero no siempre cuadran en el espacio disponible. Mis favoritos los coloqué en un lugar visible, al centro y al frente, para que fuera más fácil ubicarlos cuando los necesitara. Los de mi competencia artística los arrumbé, con el fuego de Bradbury quemé los de superación personal. Las repisas quedaron igual, los volúmenes desarreglados, revueltos.
Mi biblioteca no tiene remedio, como el caos de mi corazón.
EN UNA ESQUINA ESTÁS tú, el que no pude soltar, te llevé a todas partes hasta que te di por terminado. En la otra se encuentra el que al primer intento abandoné por aburrido, me hacía bostezar. Abajo el escrito en otro idioma, no pudimos entendernos, al lado del que me quitó el tiempo, no valió la pena. En la playa te usé sólo un verano, te olvidé de regreso a la ciudad. No recuerdo el nombre de otro, pero sí su olor a viejo. Me esforcé para que me gustara aquél, pero fue imposible. Me quiero deshacer de los que no me aportan nada, de los que jamás abriré, así doy espacio a los nuevos que vendrán. Los de atractivas portadas con frecuencia me decepcionan; las ediciones feas me han traído sorpresas agradables. A ti te presté y nunca más fuiste devuelto. Consumo y desecho los bestsellers. El pesado, el ligero, el intelectual, el virtual que nunca pude tocar ni sentir cerca. El que cambió mi vida, el primero, el último.
En una esquina estás tú, te llevé a todas partes hasta que te di por terminado
El faltante eres tú, el que me queda por leer. Si estás bien escrito, si me diviertes y me enseñas el arte de vivir, te pondré a la cabecera. Si me cansas, te mando a la basura y adiós.
*No eres español pero me conquistaste.