Las dos ya están sudando. En el hotel Caribe Royale de Orlando, en Florida, la voz de Sergio Mendes empieza a cantar “Magalenha”, mientras Danila Ramos agita las dos banderitas que sostiene entre sus manos: una de Brasil, la otra de Argentina. Cuando la batucada se suelta, y con ella el aplauso del público, Danila sombrea y enlaza naturalmente sus pasos en una samba, demostrando que el boxeo no es sino otro tipo de danza. En su camino bailando al ring, brillan las lentejuelas negras de su bata, las verdes y amarillas de los costados de su short.
Una mujer pregunta en alto Who run the world?, y la euforia se enciende en el recinto mientras cuatro chicas levantan cada una un cinturón con un gran centro dorado. La canción de Beyoncé empieza a mezclarse con el beat de un reguetón cuando Amanda Serrano sale a escena. Fiel a su idea de que puede lucir lindísima y seguir siendo una bestia, viste un short con pétalos rosas y blancos que lo convierten en una falda, calcetas altas, unos tenis Air Jordan 1 rosa pastel, y una chaqueta, también color rosa, con solapas y mangas blancas con flores bordadas. Cuando es escoltada por su hermana, su entrenador y el tema “De Carolina”, de Rauw Alejandro, ella avanza, cantando hacia la arena. A cada uno de sus pasos el público grita aún más y sacude banderas de Puerto Rico, dejando claro que ella es la favorita.
Aunque la perspectiva de enfrentar a la campeona indiscutida de peso pluma, monarca en siete divisiones distintas, zurda además, haría entrar en pánico a cualquiera, Danila Ramos no hace más que sonreír. Está muy feliz. Tampoco es ingenua, sabe que esta pelea es una cordillera, pero también sabe que nadie es invencible. Ésta es su primera vez en Estados Unidos. Hace diez años migró de Brasil, hace unos días viajó desde Buenos Aires para afrontar el reto que ha buscado toda su vida. Ha luchado tanto por esto.
Jimmy Lennon Jr. da la bienvenida en inglés y en español. El público grita, impaciente. Llega la hora de que ambas se acerquen al centro del ring desde sus esquinas. La réferi Sparkle Lee explica las reglas. Se miran, se sonríen. Suena la campana y chocan los guantes.
Empiezan tal y como sucede en una pelea normal entre boxeadoras: casi sin preámbulos, con la explosividad a un golpe de pólvora, sin medias tintas ni sobrada cautela. Los segundos muerden las piernas cuando el tiempo apremia. Pero hoy es distinto; esta noche sí hay tiempo. A mitad del primer round las boxeadoras parecen recordar que tendrán 16 minutos de más, y ponen un freno discreto al acelerador. Si los minutos de los deportes de combate son los más largos que existen, en un cuarto de hora cabe una vida entera.
Round 2. Quien plantea la candela es Amanda Serrano1. Cruza el ring mirando como un halcón. Los 30 knockouts que ha acumulado en su carrera confirman que es una cazadora; tiene un rifle en el brazo izquierdo. Con la determinación de sus pisadas dice al público que planea cerrar pronto: lanza golpes de poder sin mucho esfuerzo, un jab derecho para definir el ritmo, remata con izquierda. Por los breves instantes que la larga distancia se convierte en media, alcanza el cuerpo rival con swings y algún gancho abajo. Corta el ring. Ambas presumen una condición física férrea pero flexible; Amanda la usa para dar caza, buscar y plantear la pelea; Danila, para salir de los ataques, recorrer la lona, no dejar acorralarse entre las cuerdas. Round 3.
Días antes, el presidente de la CMB había restado importancia a esta pelea: sería un combate menor, sin un impacto real, porque Danila Ramos tiene 38 años y un récord modesto en el boxeo profesional: de 15 peleas realizadas durante 6 años, ha ganado 12, una de ellas por KO, fue derrotada en tres ocasiones y nunca ha empatado. Lo cierto es que ésta no es una de esas noches en que un costal de carne se ha colocado en el ring para que el peleador estelar gane fácilmente, luciéndose en el escenario. Mientras la defensa de Amanda se basa en obstruir los ataques con el cabeceo y la guardia alta de sus antebrazos, la coreografía defensiva de Danila revela lo que ella realmente es: antes de su ranking en BoxRec, hizo 150 peleas amateur compitiendo con el equipo de Brasil, lo que suma un total de 18 años dedicada por completo al boxeo. Sólo una sólida carrera amateur podría darle a alguien las florituras para plantarle cara a una fajadora del tamaño de Amanda. Porque frente al poder de la boricua, la distancia es la única aliada posible. Las delgadas piernas de Danila llegaron hasta aquí profusas en ligereza; se mueve saltarina por toda la lona, quiere ser una liebre en el campo. Cuando Serrano viene, Ramos sale con un paso lateral hacia atrás; combina a la perfección el brazo izquierdo y la pierna derecha, el brazo derecho y el paso izquierdo, para retroceder golpeando, mientras se protege. Cuando el tamaño del ring disminuye, cortado por los pasos certeros de Amanda, Danila encuentra un resquicio, lo sigue y recupera la libertad; ocupa el resorte de las cuerdas; se cubre con derecha y sale de nuevo soltando el jab; cabecea; si de pronto se queda plantada, esquiva en círculos con el artilugio único de la cintura. Sus pulmones son enormes tanques de oxígeno.
Round 4. La presión de Amanda es asfixiante, ella también sabe moverse. No es como muchos noqueadores, que confían en su pegada y permiten al resto de su cuerpo ser un poste. La diferencia es que ella no brinca tanto; con las suelas planas de sus Jordan adheridas a la lona, sus puños golpean más fuerte, certeros, apoyados en el empuje de la gravedad. Por cada golpe que la brasileña logra penetrar en la guardia enemiga, ya han venido cinco de Amanda, siete, diez. La precisión en la salsa la logra quien en realidad sabe bailar.
Ambas presumen una condición física férrea pero flexible: Amanda la usa para dar caza, buscar y plantear la pelea; Danila, para salir de los ataques, recorrer la lona, no dejar acorralarse entre las cuerdas
Pero el juego de la cazadora y la liebre también es complejo. Ya son los últimos segundos del quinto round. En un principio, la víctima huye del disparo, se escabulle, está y no está. Amanda ha convertido el ring en un campo de madrigueras; conduce a Danila a caer en alguno de esos túneles húmedos y angostos donde la densidad de sus golpes no la dejará salir. Vuelve a sacar veneno de serpiente. Pero en un sutil giro de tuerca, la cazadora se vuelve víctima: la liebre la burla. En un despliegue de su arsenal defensivo —cabeceo, cuerdas, cintura, hombros, derecha, paso atrás y contragolpe—, disuelve la corta distancia y logra que los jabs y swings de Amanda pasen volando y desaparezcan en medio del aire. El visor del rifle falla una y otra vez. Van a sus esquinas. Hay un hematoma sobre el tabique nasal de Amanda. El ojo izquierdo de Danila comienza a inflamarse.
EL BUEN HUMOR de Bad Bunny con su canción “Party”, se interrumpe. Amanda no vino a que la vacilen. Dedicó el minuto de descanso antes del sexto round para limpiar la escopeta; cargó las balas, quitó el seguro. Salió endemoniada como a terminar la pelea en este asalto. Un volado de izquierda hace tambalear a Danila; se amarra al clinch para detener el castigo. Combinaciones de alto voltaje de Serrano, no quiere sacar el dedo del enchufe. Mientras entretiene la guardia de la brasileña con un puñado de rectos que le tira arriba, Serrano ya está en la media, metida abajo, ahora clavando colmillazos sobre la zona hepática y el sistema digestivo ajeno. Danila trastabilla, bebe el aire a bocanadas; entrelazarse al cuerpo enemigo le da un descanso fugaz. Se vuelve a subir a la bicicleta. Suena la campana. Se le empieza a inflamar la zona del antifaz de la cara.
Cuando esta pelea se negoció, Danila no dudó mucho en aceptar todas las condiciones. Igual no tenía muchas opciones. Hacía diez días que había ganado, por fin y después de dos intentos en Europa, el campeonato interino de peso pluma de la OMB, aprobado desde que Amanda Serrano, la campeona en propiedad, solicitara permiso para subir dos divisiones y enfrentar a Katie Taylor.
Danila habría querido disfrutar mucho más de su triunfo, defender su cinturón al menos un par de veces, una en Brasil, otra en Argentina, en el mismo lugar donde lo obtuvo, el Luna Park. Apenas se estaba recuperando del estrés físico y mental que una pelea implica, cuando el Comité de Campeones de la OMB ordenó la realización del nuevo combate. Argumentaban que, habiendo regresado a las 126 libras, era momento de que Serrano defendiera su campeonato frente a la interina, con el objetivo de que sólo exista una campeona dentro del organismo. Danila sabía que el mandato era injusto; muchas veces, los campeones oficiales y los interinos de una división coexisten durante meses, incluso años; en realidad, la vida de su cinturón bien podría haberse extendido un poco más. Además, la pelea sucedería el 27 de octubre, apenas dos meses y nueve días después de haber vencido a Brenda Carbajal; tendría apenas el tiempo mínimo indispensable para reiniciar la preparación que una competencia así, requiere. Pero la oportunidad viene y el tren pasa, y ella prefería mil veces perder su título en la guerra, que negándose a pelear. Después de que el equipo de Amanda le propusiera la realización del combate a 12 rounds de tres minutos cada uno, Danila no titubeó.
Este gesto se suma a otros con que la boricua ha venido buscando la igualdad de género dentro del boxeo profesional, una lucha con la que Danila está de acuerdo. Años antes, ella misma había formado parte del comité que logró que el boxeo femenino se incluyera por primera vez en los Juegos Olímpicos del 2012. Y de cualquier forma, los rounds de tres minutos tampoco son algo nuevo para las peleadoras. Porque en el gimnasio, donde se hace el trabajo de la carne, no existen las concesiones. El conteo es el mismo para todxs: rounds de tres minutos, por uno de descanso. Este paso, que causa la conmoción y el enojo de tantos, consistiría en trasladar lo que sucede en el entrenamiento, al espectáculo de los reflectores y el gran público. Danila se dijo —en perfecto español argentino— que el lugar de la mujer es donde la mujer quiera estar, y se lanzó al ruedo. Le dio el sí a la pelea contra Amanda.
EN MEDIO DEL SÉPTIMO round, Danila sigue diciendo que sí, incluso cuando la guardia alta empieza a pesarle co-mo un escudo de fierro. Sus piernas extrañan la elasticidad de los primeros asaltos. Aunque la fatiga y el dolor ya se notan en el ritmo sosegado de sus pasos, alcanza a desaparecer antes de que dos puños lleguen al lugar donde estaba su rostro. She is still there! Su virtuosismo es lo único que ha contrarrestado el poder de Amanda; seguirá fiel a su estrategia de defensa olímpica, pero debe arriesgar más en el intercambio de golpes si quiere ganar puntos; además, si se queda sin piernas, la gacela se condena a permanecer desprotegida en el descampado. Ha perdido un 40% de la visibilidad del ojo izquierdo. Hay un bombardeo ascendente y descendente por tierra, cielo y mar. Se le viene una invasión de combinaciones directamente desde Puerto Rico. Al inicio del octavo round, el conteo indica que Amanda ha lanzado 683 golpes, de ellos, 125 han sido de poder, la mayoría han aterrizado en el rostro de su rival. Los golpes de Danila alcanzan los 570, se cuentan 32 de poder. Amanda sigue precisa, cerrada, compacta. Danila se va a morir en la raya, con las botas bien puestas y mojadas.
Puede que el cuerpo se le haya quedado un poco atrás, pero en espíritu, ella sigue. Ajusta, respira y aún logra sacudir la cabeza de Amanda al clavarle un volado de derecha; le responde una lluvia de ganchos que se clava en su torso. Es el round 9, pero queda un siglo de pelea.
Pero a ella no la va a noquear la noqueadora. No todas las victorias suceden cuando el réferi levanta la propia mano como la vencedora; hay batallas que se ganan, permaneciendo. Mostrando voluntad
Yendo hacia adelante de manera feroz, con mucho salvajismo, la campeona indiscutida quiere un KO, desde 2021 no registra uno en su récord; si hoy lo logra sería la cereza en su pastel. El deseo por esa cereza se le nota en el rostro cuando arrincona a Danila. Pero lo cierto es que hasta ahora no ha podido derribarla; cuando su arco dispara la flecha, Ramos la absorbe o la esquiva aunque el temporal la esté arrasando. Tira ganchos de izquierda al contragolpe, que se meten sobre la ceja derecha de Amanda. Quiere salir de esos terrenos fangosos, está navegando en aguas profundas, le pesan las piernas. El fantasma del knockout merodea, susurra, pasa, saluda, levanta la mano.
Pero a ella no la va a noquear la noqueadora. No todas las victorias suceden cuando el réferi levanta la propia mano como la vencedora; hay batallas que se ganan, permaneciendo. Mostrando voluntad. Aunque la posibilidad de triunfar por puntos haya quedado descartada varios rounds atrás, y la suerte de acertar un golpe mortífero se sienta muy lejana, Dani la va a seguir contando con su cuerpo la mejor historia que le sea posible. No puede fallarles a las boxeadoras que apoyaron la realización de esta pelea; no puede, además, darles la razón a quienes dicen que sólo los hombres están habilitados físicamente para hacer esto, que las mujeres corren grave peligro. No le va a dar el gusto a nadie, de verla inconsciente en la lona.
EN EL MINUTO DOS del round 10 empezó oficialmente el infierno. Si antes le pesaban las piernas, ahora directamente es como caminar en una duna de arena. Fue entonces cuando el corazón de Danila dijo: a partir de aquí, yo me encargo. Porque el cerebro ejecuta proezas dentro de los límites racionales de lo posible; es ahí donde está tallado el lenguaje que se aprende en el gimnasio: todas las instrucciones de la técnica, la estrategia, la certeza de ser una peleadora excepcional. Pero es también en el cerebro, donde vive la cautela que detiene al ímpetu antes de dar un paso sobre el acantilado. Round 11, suena “Gasolina” de Daddy Yankee. El corazón de Danila tomó los 18 años de boxeo guardados en la médula de los huesos, la memoria del músculo, el deseo prístino de luchar tatuado en el ADN, para que su voluntad no sólo pretendiera resistir al huracán del Caribe, sino atravesar su centro con el ojo izquierdo ya completamente cerrado. Se enciende una chispa en sus piernas que la mantiene boxeando, no sólo sobreviviendo.
Ha vuelto a encontrar agua entre el medio del desierto para hacer una
rajadura dentro de la guardia de Amanda Serrano. ¡Va a morir de pie a Guerreira do Brasil! El golpe alcanza a la puertorriqueña en el costado izquierdo, a la altura de la oreja. Danila sigue. Está arrinconada, cabecea desde la cintura, al estilo Ali, la cadera como el eje de un péndulo imposible. Serrano pierde precisión, está cansada pero no le saca la mirada de encima. Esquiva un swing, da un paso hacia adentro. Y jala el gatillo.
El puño izquierdo explota sobre el mentón de Danila. Danila trastabilla, está sentida, se tropieza con el cuerpo de Amanda, cae hacia atrás. El público grita. La réferi camina hacia ella con el paso determinante de quien hará el conteo regresivo sobre la lona. Pero Danila se ha levantado, le dice, mirándola a los ojos, que puede seguir.
Queda sólo un minuto. Después de ese derrumbe, ella vuelve a brincar. El clinch. Llueven golpes en la tormenta. Oleaje de puños. Ganchos uppers derecha volado jab gancho el ring no se acaba es una planicie un sistema montañoso el desierto el bosque y la madriguera. El mar. ¡Qué manera de pelear de Danila Ramos, mostrando mucha hidalguía, mucha valentía, mucho coraje, sobrada de personalidad la boxeadora de Brasil!
La campana las encontró entre el intercambio de golpes. Pasando la frontera del tiempo, los puños en el aire se convirtieron de inmediato en un abrazo. Las peleadoras ahora se besan, se abrazan, sonríen. Terminaron juntas una pelea de 12 rounds de 3 minutos y no les pasó nada. No se les cayó el útero ni la dentadura. Su tibia no se fracturó al caminar por encima del round 10; su sangre no se detuvo en el minuto 21. Están contentas, vivas. Danila envía besos a su hija, a todo el pueblo de Brasil y al pueblo argentino. Amanda bromea, dice que celebrará su triunfo con una hamburguesa y una malteada; que se siente muy bien, que aunque peleó durante 48 minutos, aún puede sostener por sí misma todos sus enormes cinturones, símbolo de ser la campeona indiscutida del peso pluma.
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EL ÚNICO CINTURÓN que no estuvo presente esa noche, en juego, fue el del CMB. El presidente Mauricio Sulaimán, días antes, aseguró que “por estudios y cuestiones de lógica de común entendimiento” no respaldarían este evento, porque representa una falta de orden y respeto al reglamento y a la autoridad. Argumentó que el CMB lleva años buscando mejorar las condiciones deportivas en el boxeo, que su postura contra la duración del combate entre Amanda y Danila es “pura y absolutamente por protección de las peleadoras por cuestiones de salud e integridad física antes y después de la pelea”. Es cierto que el CMB, bajo la dirección de José Sulaimán, logró en 1983 que se fijaran las peleas profesionales en 12 rounds, pues combatir hasta la extenuación en peleas que llegaban a los 15, aumentaba el riesgo de muerte en un deporte de por sí peligroso. Sin embargo, las buenas intenciones de cuidado deslucen cuando, por ejemplo, se permite subir al ring a peleadores que han pasado por cambios drásticos de peso para cumplir las cláusulas de los contratos, pues muchas veces las negociaciones implican que los contendientes lleguen físicamente disminuidos al combate, con el fin de beneficiar a las figuras estrella.
Si el argumento más contundente para fijar las reglas es resguardar la integridad de las mujeres, antes que impedir a toda costa que peleen más rounds de mayor duración, el primer paso para sí conseguir su protección sería garantizar que ellas peleen en las mejores condiciones, lo que incluye, de entrada, que reciban un pago equivalente a su alto nivel de competencia y que les garantice poder dedicarse por completo a entrenar y cuidar de su salud. La mayoría de las boxeadoras, entre ellas, Danila, lo son “al pulmón”, pelean casi por nada, no tienen patrocinadores, las bolsas que ganan por combate alcanzan apenas para cubrir lo que ya invirtieron en su entrenamiento; aun dentro del profesionalismo, casi ninguna de ellas vive del sueldo de sus peleas, incluso deben generar otros ingresos económicos para sostener su carrera deportiva.
Ésta no es la primera vez que sucede una pelea femenina 12x3. En Las Vegas, en 2007, Layla McCarter derrotó a Melissa Hernández por KO técnico en el round 8 de una pelea fijada en 12 rounds de 3 minutos. En mayo de 2019, en Las Heras, Argentina, la Locomotora Oliveras venció, también por KO técnico en el octavo, a la mexicana Lesly Morales. Estos eventos en realidad no tuvieron mayor trascendencia, pues fueron validados por dos organismos sancionadores menores.
El combate entre Amanda y Danila ha sido único en su tipo: es la primera pelea 12x3 de título mundial, en defensa del campeonato unificado de peso pluma de la FIB, la AMB y la OMB —que junto al CMB son los organismos más importantes—; y por ello podría impulsar un cambio en las dinámicas de la industria del boxeo femenil. En un mensaje publicado por Amanda en su cuenta en Instagram, respaldado por la firma de 25 peleadoras —entre ellas, figuras icónicas como Laila Ali, Christy Martin y Ann Wolfe—, declara que juntas abogan por su derecho a tomar la decisión de competir en el mismo escenario y con las mismas reglas que el boxeo varonil, con el objetivo de construir un futuro más justo para todas, al mostrar sus habilidades y grandeza. Ante la negativa del CMB de respaldar su pelea y, por tanto, la propuesta de que cada boxeadora elija las condiciones de su combate, el 4 de diciembre de 2023 la puertorriqueña decidió renunciar al título de peso pluma de este organismo.
Siendo una peleadora extraclase, y con un currículum tan impactante como el suyo, Amanda ya no tiene que probarle nada a nadie. Sin embargo, el legado es algo que no se olvida nunca, y el récord sí. Ella lo sabe, por eso, además de perseguir peleas desafiantes, la boricua ha puesto en su agenda el reto de resolver el insólito misterio: ¿por qué las boxeadoras no reciben el mismo pago que los varones aun cuando son atletas de la misma calidad? ¿Acaso no representan un entretenimiento interesante? Las contiendas femeniles, debido a la bravura de las peleadoras y justamente por haber estado acotadas a rounds de 2 minutos, ofrecen duelos rápidos sobrados de audacia y acción, son un volcán de las mismas emociones intensas que, de hecho, son el pilar de la industria deportiva; “hay peleas de hombres que te dan ganas de irte a comer un choripán del aburrimiento”, dijo una vez, la Locomotora. ¿O es que quizás alrededor de un combate de mujeres no se puede construir un gran espectáculo que atraiga al público?
Rebelándose en contra de esta idea, Amanda y su nuevo mánager Jake Paul —uno de los youtubers más famosos del mundo, que entró al negocio con peleas supermediáticas retando a otros influencers—lograron una hazaña histórica junto a Katie Taylor y Eddie Hearn: su pelea por el campeonato indiscutible del peso ligero encabezó por primera vez la cartelera en el Madison Square Garden de Nueva York, que registró un lleno total la noche del 30 de abril del 2022. Un público enardecido fue testigo de una guerra despiadada en la que toda Latinoamérica vio ganar a Serrano, aunque los jueces fallaron en favor de Taylor. Ambas obtuvieron como pago un millón de dólares, la bolsa más alta jamás registrada para el boxeo femenino. Sin duda, éste fue un paso contundente, pero la brecha todavía es enorme si se compara con otros casos: en la pelea de Gervonta Davis, campeón ligero de la AMB, contra Ryan García, sin título en juego, se estima que ganaron 10 millones y 2.5 respectivamente; en la reciente pelea entre Canelo Álvarez y Jermell Charlo —que tendría el nivel de la de Amanda-Katie, ya que se defendió el campeonato indiscutido supermediano— se especula que la bolsa fue de 50 millones de dólares.
Las boxeadoras pelean casi por nada, no tienen patrocinadores, las bolsas que ganan por combate alcanzan apenas para cubrir lo que ya invirtieron
Es un error leer la propuesta de Amanda como un capricho infantil o un gesto superficial de vanidad. Es más bien un intento por resolver la ecuación. Si se pelea durante el mismo tiempo repartido en intervalos iguales, se delata como absurdo que el pago entre un género y otro sea tan distinto; cualquier argumento que ose defender la disparidad económica se vuelve ridículo. Es un camino para afirmar, de una vez y para siempre, que por derecho propio el boxeo femenil merece la exageración y la grandilocuencia que sostiene a todos los grandes espectáculos. Que ellas merecen todo el dinero y los más grandes reflectores.
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DANILA SE INICIÓ en el boxeo por vivir una desilusión amorosa. Estaba muy enojada cuando el boxeo comenzó a llenar los huecos que había en su corazón. A aquel chico lo sacó para siempre de su vida y ella se convirtió en una atleta. Compitiendo como parte de la selección brasileña, conoció a Marcos Martínez, entrenador de la delegación argentina; se enamoraron, se casaron, tuvieron una hija. Hace diez años decidió mudarse al país de su marido, donde el profesionalismo era más álgido y donde vivían las campeonas, a cuyo grupo quería pertenecer. Con el tiempo, el boxeo le ha compensado su entrega: le regaló su triunfo en el Luna Park y la noche en que hizo historia junto a Amanda Serrano.
Siguiendo los pasos de su hermana mayor, Amanda decidió ser una boxeadora el mismo día en que envió por correo su solicitud para inscribirse al torneo Golden Gloves, cuya final ganó en abril de 2008, a los 19 años de edad. No tiene celular y nunca ha tenido novio. En su próxima cita con el ring, a sus 35, cumplirá uno de sus más grandes sueños: el 2 de marzo peleará contra la alemana Nina Meinke en el Coliseo de Puerto Rico, el foro más grande de la isla. El combate está pactado, por supuesto, a 12 rounds de 3 minutos cada uno.
Nota
1 Las frases en cursivas pertenecen a la narración de la pelea que realizaron los comentaristas de La Casaca Boxing Club.