Patrick lo hizo de nuevo.
La pasada temporada de la NFL fue una de las más impredecibles de su historia. Más de una vez Las Vegas fue puesta de cabeza por la inestabilidad de los resultados. De nada servía aventurar proyecciones, el campo estaría siempre lleno de sorpresas.
Uno de los equipos con menos probabilidad para llevarse el trofeo Vince Lombardi eran los Jefes de Kansas City. Pese a contar con tres de los mejores elementos de la liga, el quarterback Patrick Mahomes, el alero Travis Kelce, novio de Taylor Swift, y el corredor Isiah Pacheco, los Jefes no eran vistos como candidatos al título. Por dos cuestiones. La primera, la sangre nueva en la liga. Esta nueva generación de quarterbacks que hacen ver a Mahomes, pese a su juventud, como un veterano. Y en segundo, por la supuesta merma de las capacidades de Mahomes debido a las lesiones del pasado.
El cambió que se presentía en la liga se presentó, pero por otras razones. Unas extrafutbolísticas. En concreto, el romance entre Kelce y Taylor Swift. El noviazgo revolucionó el futbol americano en términos de audiencia. Algo que los Jefes capitalizaron muy bien en lo monetario, pero sobre todo en lo deportivo. Con semejantes reflectores encima, la inspiración estaba de su lado. Además, eran los actuales campeones. Y aunque tuvieron un arranque decente, en la cancha no demostraban un interés desmedido en defender el campeonato. Sin embargo, ahí radica una de las mayores virtudes de su apuesta. Sin parecer demasiado codiciosos, tenían la ambición a tope por debajo de la piel.
A mediados de temporada, cuando se presumía que le darían el premio de MVP a Brock Purdy, de San Francisco, la opinión pública había dejado claro que el momento de Mahomes había pasado. Que había un nuevo chico maravilla en el condado y que las mayorías estaban atentas a su desarrollo. Mahomes ya había estado en ese lugar. Cuando se convirtió en la sensación de una liga hasta entonces dominada por Tom Brady.
Durante la campaña, los Jefes tuvieron varios descalabros. Pero ninguno tan escabroso como aquél contra los Raiders, un equipo con una campaña desastrosa, en la semana número 16. Pero para cuando llegaron a la ronda de comodines, ya tenían bien instalado el chip de pasar por encima de sus rivales. El primero en morder el polvo fue el equipo de los Delfines. Una escuadra que a inicios de temporada lucía poderosa. La paliza que le acomodaron a los Broncos, 70 puntos, fue de lo más comentado.
Sin parecer demasiado codiciosos, tenían la ambición a tope por debajo de la piel
Pero la verdadera prueba de fuego se presentó en la ronda divisional. Cuando enfrentaron a los Bills de Búfalo, éstos abiertamente favoritos para ganar el partido. Josh Allen, su quarterback, había tenido un estupendo año y todo mundo presumía que era su momento. Y Mahomes se lo echó a perder. Si quería ganarle a los Bills, tenía que correr. Y Mahomes corrió. No como antaño, pero lo suficiente para alzarse con la victoria. Si Kansas había conseguido ganarle a uno de los equipos más sólidos, podría hacerlo con cualquiera. Incluso con el otro gran favorito para llevarse el campeonato, los Cuervos de Baltimore.
A estas alturas, la certeza de que Purdy sería el MVP se había desvanecido y la balanza se inclinó a favor de Lamar Jackson. Quien pese a su exitoso desempeño se topó con pared al enfrentar a los Jefes. Y lo que se antojaba lejano para Kansas City ya estaba ahí, la posibilidad de refrendar el título. Por el otro lado, Purdy, realizó dos hazañas dignas de un aspirante a campeón. Volvió de atrás, con el marcador en contra, y venció a los Empacadores de Green Bay y a los Leones de Detroit. Con mucha suerte y determinación, los 49’s se colaron hasta la final. Y ahora no había duda, desde entonces ya eran los campeones por aclamación popular.
Pero a los 49’s se les acabó la buena estrella al enfrentarse a los Jefes. A Kansas City no puedes hacerle lo mismo que a Empacadores o Leones. Y lo más insólito de todo es que Mahomes ganó el partido, jugando mal. Sí, por muy increíble que parezca, los Jefes no lo dieron todo. Y, sin embargo, su experiencia los sacó adelante.
En el rostro de Mahomes nunca apareció la duda o la preocupación. Mientras que Purdy y McCaffrey lucían muertos de miedo. Mahomes, sin despeinarse, se echó a la bolsa el bicampeonato. Y al parecer va por el threepeat.