Maradona, el irresistible

El corrido del eterno retorno

Diego Armando Maradona
Diego Armando Maradona Fuente: wikipedia.com

Nací gordista. Vine al mundo y antes de aprender a hablar y a caminar ya me había afiliado al gordismo. Todavía no sabía quién era Maradona y ya era su fan.

Es difícil para una persona como yo no identificarse con Diego. Un niño de extracción humilde que a través del futbol sublimó su vida. Pero también del otro, el adicto. El personaje.

Maradona poseía una personalidad irresistible. Gracias a ella tuvo una segunda existencia. La vida afuera de las canchas. Que al final resultó tan conocida como su carrera futbolística. Diego era más que un delantero. Era una estrella. Se retiró pero nunca dejó de ser noticia. Ya fuera como entrenador o como conductor de un programa de variedades.

El sino de Maradona fue la polémica. La mano de Dios, la expulsión del Mundial de Estados Unidos y su cargo de director técnico de Dorados de Sinaloa son momentos que escribieron la Historia. Se le atacaba por drogo. Y cualquiera se siente con derecho a juzgarlo. Pero sólo aquellos que hemos caído en las garras de la adicción sabemos lo difícil que es lidiar con ella. “Sólo les pido que me dejen vivir mi propia vida, yo nunca quise ser un ejemplo”, exigió. Sin embargo, se le criticó toda la vida y ahora que ha muerto se le sigue enjuiciando.

A Diego no le perdonan sus pecados. Pero como alguien escribió en twitter: “Qué mala suerte tuvo Maradona de ser una fuente inagotable de alegría para millones de seres humanos alrededor del mundo y no una persona como tú”. Su vida demuestra una verdad que cierta gente no quiere aceptar: dentro de tanta perfección existía un hombre imperfecto. Alguien que tuvo que lidiar con demasiados demonios.

El carisma de Maradona le abrió todas las puertas. Del potrero paupérrimo a codearse con líderes de opinión. Conquistó a políticos, su amistad con Castro y con Chávez disgustó a más de uno. Maradona salió de la cancha para convertirse en una figura incómoda. No sabían qué hacer con él. Nunca pudieron domesticarlo. Tenía el poder de convertir sus caprichos en ley.

La devoción que despertó Diego tuvo un impacto en la música. Inspiraba una ternura a la que muchos artistas le pusieron ritmo. Andrés Calamaro y Manu Chao, entre otros, le compusieron canciones. Diego amaba la música. Bailaba cumbia. Una de sus imágenes más célebres es su foto junto a Queen. Fue amigo de Charly García y de Joaquín Sabina.

Era más que un delantero. Era una estrella. Se retiró pero no dejó de ser noticia

También fue el mejor jugador de la historia. Seguido de cerca por Pelé, Di Stefano y Messi. Y al parecer ese lugar lo va a ocupar todavía durante algún tiempo. No existe miembro de ningún equipo que pueda arrebatarle ese título. Y la comparación con Messi, que durante algún tiempo animó las mesas de análisis y las charlas de cantina, ha perdido relevancia. La incapacidad de Messi para llevar a la Selección Argentina al campeonato apagó esa discusión. La superioridad de Maradona es incuestionable.

Para los mexicanos Diego era un héroe. Y siempre existió el anhelo de que dirigiera al Tri. Cosa que jamás ocurrió. Pero sí contamos con la suerte de tenerlo en nuestro país durante un tiempo. Y nada menos que en Sinaloa. La ciudad del Pacífico que inventó el negocio del narcotráfico. Y por supuesto que la venida de Diego, aficionado a la cocaína, despertó sospechas. Pero si algún lugar podía comprender un perfil como el de Maradona es Culiacán.

Su pasión era algo que te contagiaba. Era un tipo que se comprometía con todo lo que se le pusiera enfrente. Ya fuera la droga, el alcohol o la comida. Durante una época de su vida se dedicó a tragar y se puso gordísimo. Adelgazó y luego volvió a engordar, aunque ya no de manera mórbida. Su cuerpo era un laboratorio. Y él mismo el científico loco que experimentaba con los límites.

El pasado 25 de noviembre jugó el último partido. Tuvo muchos minutos de compensación. Diego abusó tanto de sí mismo, es verdad. Pero también hay que decir que resistió como nadie. Estaba hecho de otro material. Uno que le permitió desafiarlo todo. Y siempre se salía con la suya.

Imposible no amar a Maradona. No admirar esa vida cubierta de gloria. Con sus descensos al infierno. Qué aburrido hubiera sido que fuera un ejemplo. Gracias, Diego, por ser fiel a ti mismo hasta el último momento.

Soy gordista de corazón. Nací gordista y moriré gordista.

Descanse en paz Diego Armando.