ME GUSTARÍA NO PENSAR QUE TODO ES UNA METÁFORA
de todo,
porque sí
es molesto ser esa clase de persona
que cree que lo que sucede tiene una razón,
una lógica y debemos encontrarle
chichis a las culebras,
tres pies al gato.
Es cansado pasarse buscando una señal
de algo,
darle vueltas a las cosas
pensando que esto también puede ser un poema.
Es cansado creer
siempre que el mensaje debe ser
decodificado
al lenguaje de la poesía
que nunca será el de la vida.
II
Me gustaría mirar a esa cierva pastar
con su cría de unos meses
que se tambalea con sus débiles patitas,
simplemente contemplarlas
y emocionarme
sin pensar en mi madre,
en nosotras.
No sentir que somos en otro tiempo
ese par de animales
que pastan en el mismo prado
y es algo que parece inevitable
ante este vicio de palabras y palabras
y palabras.
Este vicio es todavía peor
que cualquier otro
del que uno pueda
rehabilitarse en una clínica,
pienso
y comienza así otra metáfora.
ME DICEN QUE LA POESÍA NO SALVA
a nadie
y probablemente sea cierto
no se puede pagar la renta con un puñado de malos poemas
sobre hospitales y entierros
o muertos ajenos
pero un libro de poemas hizo que yo habitara este país
todo el verano
hizo que atravesara dos países y medio
para encontrarme
un libro de poemas me dio de desayunar, comer y cenar
cincuenta días soleados y calurosos.
La poesía no salva
tienen razón los que lo dicen,
aún así llevo arrastrando
mi maleta
con diez kilos de libros de poemas.
De algo han de servirme.
ZEL CABRERA (Guerrero, 1988) obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2018. Ha publicado Perras, La arista que no se toca, Una jacaranda en medio del patio y Cosas comunes, entre otros libros. Desde 2020 dirige la editorial Los libros del perro.