Después de muchos tropezones, cambios de rumbo y una prolongada pausa, por fin concluyó Better Call Saul.
La idea de que la historia de Jimmy McGill era una precuela de Breaking Bad es falsa. Y fue inoculada en el espectador hacia el final, cuando a los guionistas no les quedó otra salida. De hecho, el principal atributo de Better Call Saul era que se trataba de una serie sobre abogados. Gilligan demostró que no necesitaba a Walter White para crear tensión. Y hay que decirlo en honor a la verdad, las primeras tres temporadas son perfectas. Pero todo se comenzó a tambalear tras la muerte de Chuck. Y Gilligan no tuvo los güevos para seguir con el planteamiento de una serie de abogados hasta el final. Que las dos sagas están unidas es algo que se sabía de antemano, pero no que el spin off se colgaría de la historia vertebral para no hundirse estrepitosamente.
Desde su inicio, la sexta temporada fue una suma de malos momentos y fisuras de toda clase. Las trampas contra Howard por parte de Jimmy y Kim eran demasiado cronometradas para ser creíbles. Se invertía demasiado tiempo en un personaje por completo intrascendente. Howard no era un villano en toda regla. Nadie lo odiaba. A nadie le importaba.
Pero el descalabro rotundo se produjo con la muerte de Lalo Salamanca. Por fin, después de que no ocurriera nada, el asesinato de Howard a manos de Lalo representó una sacudida. Pero a continuación, cuando parecía que con Lalo se iba a desatar el infierno, sucede su anticlimática muerte. Fue un personaje que en la última temporada presentó muchas inconsistencias. Como su manera de conducirse. Parecía más un James Bond que un narco. Y lo sabemos, entre capos las cosas se arreglan a balazos, no con contraespionaje. Estaba cantado que Lalo y Gus se enfrentarían. Y que Lalo muera a manos de Gus era esperable, pero no de la forma en que ocurrió, de lo más aburrida. Hasta Nacho Vargas mereció mejor tratamiento.
Desde su inicio, la sexta temporada fue una suma de malos momentos y fisuras de toda clase
CON LALO FUERA DE ESCENA se perdió para siempre la posibilidad de que Kim le fuera arrebatada a Jimmy. Lo que apareció en su lugar fue de lo más inverosímil. Kim abandonó a Jimmy. Toda la serie Kim lo había apoyado hasta la muerte y de repente da un giro que no corresponde con el comportamiento del personaje durante toda la historia. Fue una oportunidad desperdiciada. Había de dos en cuanto a Kim y Jimmy. Una, que Kim desapareciera a manos del cártel o de Gus y que eso fuera el empujón para que Jimmy se convirtiera en un outlaw por completo. O que Kim y Jimmy se enfrentaran, lo que casi ocurre en el capítulo final.
Como la serie necesitaba ser inflada, Gilligan hizo un alarde de prestidigitación en el capítulo “Nippy”. Algo así lo puedes entender a mitad del camino, pero no cuando ya va a terminar la serie. Además, algo muy por debajo del nivel que ya había demostrado el mismo Gilligan en el capítulo “Fly” de Breaking Bad. Y después de esto vienen los anodinos cameos de Walter White y Jesse Pinkman. Su participación se alimentó durante meses, para resultar de lo más desangelada. No hicieron la diferencia. Su único cometido era alborotar al fanbase.
Qué manera tan desconcertante de manejar a Kim. Crecieron al personaje durante muchos capítulos, la ensuciaron junto a Saul. Y al final la desaparecen del centro de acción. Su confesión es de lo más gratuita, sólo sirve para traer otra vez a Howard a escena, ¿acaso no ya había sido suficiente?, por Dios.
La falta de ritmo de casi todos los capítulos de la sexta temporada se ve redimido por el episodio final, pero se echa a perder con las lecciones de moral de Gilligan. Qué final tan aguado. “El crimen siempre paga” es la enseñanza. Los motivos de Jimmy poco importan. Si fue por amor o lo que sea. Lo que lo distinguía como un gran personaje era la transa. Y si hubiera ido a prisión con la sentencia reducida a siete años, guau, habría sido el héroe más grande.
“¿Es por dinero?”, le pregunta Mike en una escena a Saul. “Siempre fuiste así”, le dice Walter White en otra. Sí, fue por dinero, pero sobre todo por llevar una vida al margen de la ley. La misma que siguió Walter White.
Qué chafa manera de abaratar a un personaje tan chingón como Saul Goodman. Y qué cursis las escenas en el autobús con los presos.
Conclusión: lo mejor de la última temporada fue la camisa de don Eladio.