Siri Hustvedt

"La memoria es un cuchillo"

Es una de las autoras contemporáneas más visibles a nivel global; entre los sellos que marcan su trabajo se encuentran las cuestiones de género y el enfoque multidisciplinario como recurso en su escritura. Galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, Siri Hustvedt conversó con Alejandro García Abreu sobre el entramado de libros como El mundo deslumbrante y Recuerdos del futuro. También quiso subrayar la relevancia que guarda para ella Margaret Cavendish, autora y filósofa del siglo XVII.

Siri Hustvedt (1955)
Siri Hustvedt (1955) Foto: Fuente: lavoz.com.ar

La imaginación y la memoria son vías de edificación intelectual para Siri Hustvedt (Minnesota, 1955). “[Es] una de nuestras mejores novelistas... una brillante exploradora del cerebro y la mente”, afirmó Oliver Sacks. “Fascina, apasiona e inquieta”, dijo de ella Salman Rushdie. Ha escrito sobre lectura y escritura, su vivencia de la migraña, feminismo, filosofía, psicoanálisis, artes plásticas. Se trata de una estudiosa sagaz de la experiencia neurológica, una ensayista y narradora prodigiosa. El eje de su obra es la curiosidad por desentrañar al ser humano. Aborda cada tema de forma multidisciplinaria, porque sabe que “no existe un solo modelo teórico que pueda contener la complejidad humana”.

Recientemente fui invitado por Marisol Schulz, directora general de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, para entrevistar a Hustvedt, quien fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019. En la reunión formulé preguntas sobre Margaret Cavendish y Elsa von Freytag-Loringhoven —personajes de la historia y de sus libros— que le interesaron; tras concluir el encuentro continué en privado la conversación con Hustvedt, doctora Honoris Causa por la Universidad de Oslo.

Subrayé en mi ejemplar de El mundo deslumbrante: “Dos cuadernos repletos de notas apretadas se ocupan de la obra de Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle (1623-1673), y del materialismo organicista que desarrolló como pensamiento en su madurez. Estos dos cuadernos tratan, además, de la obra de Descartes, Hobbes, More y Gassendi. Burden liga a Cavendish con varios filósofos contemporáneos como Suzanne Langer y David Chalmers, así como con el fenomenólogo Dan Zahavi y el neurocientífico Vittorio Gallese, entre otros”.

Por supuesto. En esa novela afirmo que, si bien Cavendish vivió en el siglo XVII, publicó narrativa, poesía y filosofía natural. En su tiempo algunos celebraron su obra, pero ella se sintió siempre coartada por su condición femenina y expresó su esperanza de que los lectores y el reconocimiento le llegaran de manera póstuma.

Recurres a The Natural Philosophy of Margaret Cavendish. Reason and Fancy During the Scientific Revolution, de L. T. Sarasohn (2010), a la compilación Paper Bodies. A Margaret Cavendish Reader (2000). Además leíste Observations upon Experimental Philosophy (1668) de la propia Cavendish (2001)...

Esos libros muestran la importancia del intelecto de Cavendish. Es magnífico que sea estudiada en el siglo XXI. Hay libros previos sobre ella, pero realmente se han multiplicado a lo largo de este siglo.

Es cierto, hoy se lee a Cavendish en todo el mundo, dentro y fuera del ámbito de la lengua inglesa. Ediciones Siruela la publicó en castellano en 2017.

Lo sé bien. En mi más reciente viaje a Noruega estaban por sacar un libro suyo y los franceses acaban de editar un volumen sobre ella. Por fortuna veo que está resurgiendo.

Leer, reflexionar y preguntar son ejes de mi vida.
Tengo otros tres bloques esenciales, que dan título
a mi colección de ensayos: Vivir, pensar y mirar 

En tu novela, protagonizada por Harriet Burden —una personalidad del arte neoyorquino—, una carta firmada por I. V. Hess dice: “Entonces decidí que el título que Burden había tomado prestado de Cavendish y que puso a su última obra acabada antes de morir era el más adecuado: Un mundo deslumbrante”.

Es el origen del título de mi novela: en él reconozco el brillo de Margaret Cavendish, que causó suma admiración. El título completo de su libro es The Description of a New World, Called The Blazing World [La Descripción de un Nuevo Mundo, Llamado El Mundo Deslumbrante].

Ella se interesó por todo tipo de saberes. Publicó diez libros de filosofía natural y fue la primera mujer en ser recibida en la Royal Society de Londres, que acogió su colección de telescopios. La Descripción de un Nuevo Mundo, Llamado El Mundo Deslumbrante es un texto precursor de la ciencia ficción y, según los editores, la primera obra firmada por una mujer en Europa. Incorpora filosofía utópica y novela de aventuras, es indispensable para vislumbrar la mentalidad de la época. Tu personaje, Harriet Burden, se inspira en Margaret. En “Harriet Burden. Cuaderno M”, parte de El mundo deslumbrante, afirmas: “Voy a hacer una casa-mujer... La estoy dibujando... Tiene que ser grande y tiene que ser una mujer difícil, pero no tiene que ser un horror de la naturaleza ni una criatura fantástica con una vagina dentada. No puede ser una monstruosidad típica de Picasso o de De Kooning, tampoco una Virgen María. Ni una cosa ni la otra para esta mujer. No. Tiene que ser auténtica... Quiero que sea mi Lady Contemplación en honor de Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle, aquella monstruosidad del siglo XVII: una mujer intelectual. Autora de obras de teatro, novelas, poesía, cartas, filosofía natural y de una obra de ficción utópica, Un mundo deslumbrante”.

Ese pasaje reafirma lo que hemos dicho sobre ella. Más adelante escribí sobre el travestismo de la mujer intelectual y la polifonía entendida como ruta hacia el raciocinio. Parafraseo: La duquesa a veces se vestía de hombre, con chalecos y sombreros de ala ancha. Inclinaba la cabeza en lugar de hacer una reverencia. Era una curiosidad barbilampiña, una confusión de roles. Se representaba a sí misma como una máscara o una mascarada... Me quito el sombrero de ala ancha ante usted, duquesa. Y sus plumas se agitan levemente al hacerlo. El travestismo era natural en Cavendish. ¿De qué otro modo podía una dama entrar en el mundo a galope? ¿De qué otro modo ser escuchada? Tenía que convertirse en un hombre o abandonar este mundo o abandonar su cuerpo, el insignificante cuerpo que le tocó al nacer, y deslumbrar... La polifonía constituye el único camino para el entendimiento. La polifonía hermafrodita. “¿Qué espíritu noble es capaz de sufrir una servidumbre abyecta sin arrebatos de rebeldía?”, preguntaba Lady Chaperona. “¿Cómo vivir? ¿Una vida en el mundo o un mundo en la cabeza? ¿Ser vista y reconocida en mi exterior o esconderme y pensar en mi interior? ¿Actor o eremita? ¿Cuál de los dos?”. Es también una cuestión de identidad. Cavendish quería ser ambos: estar dentro y fuera, realizar un trabajo intelectual y desprenderse. Era tímida, pero alardeaba.

¿De qué modo vinculas El mundo deslumbrante con tu novela Recuerdos del futuro?

Son discernimientos que llegan después. Ahora, con tu pregunta, reconozco que ambos libros tienen una figura femenina histórica: Cavendish, muy importante para mí y, en Recuerdos del futuro, la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven. Asumo que escribir sobre mujeres dinámicas, una de hace cuatro siglos y otra de principios del XX, implicó parte del proyecto de cada libro, aunque no fue un proceso consciente. No me propuse escribir a partir de esas figuras casi arquetípicas de pérdida y recuperación.

“Aunque los seres humanos siempre están proyectándose hacia el mañana, el tiempo adopta con los años la forma de un embudo. La abertura en la distancia disminuye y el conducto se estrecha. Lo posible pasa a ser probable. Actualmente me aferro a lo inmediato. Escribo mirando a la muerte”, leo en Recuerdos del futuro. ¿Qué significa escribir así?

El poema “Haikú”, de Ron Padgett, responde tu pregunta: “Eso sí fue rápido. / Me refiero a la vida”.

Siri Hustvedt
Siri Hustvedt ı Foto: Especial

En Recuerdos del futuro escribes: “Caminaba hasta el Greenwich Village por su mitología bohemia, en pos de la brillante escuela Dadá. Buscaba a Djuna Barnes y Marcel Duchamp, a Berenice Abbott... y al asombroso personaje que había asomado cuando investigaba el movimiento Dadá, una mujer a la que había perseguido hasta los archivos de la Universidad de Maryland, donde durante tres días había copiado laboriosamente a lápiz sus poemas, casi todos inéditos: la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven... artista del desmadre protopunk que posaba con jaulas en la cabeza y faros en las caderas y escribía poemas semejantes a aullidos o eructos que le salían de lo más profundo del diafragma”. Elsa llamó a esos sonidos “poesía fonética”. Se suicidó en 1927 inhalando gas. También hay rumores de que fue un accidente o un asesinato. “Para ahorrar, en lugar de darme sepultura, pueden enviar mi cuerpo a una Facultad de Medicina y les darán un poco de dinero”, sugirió en una carta a una amiga, meses antes de su muerte.

Cierto. Todo apunta a que se suicidó, aunque su muerte permanezca como un misterio. Von Freytag-Loringhoven fue amiga de Djuna Barnes. Escribí una anécdota sobre el significado de ser Nadie: “‘Nadie pide estos documentos’, me dijo la archivera antes de sacar las cajas. ‘Entonces yo soy Nadie’, pensé”. Su archivo llegó a Maryland en 1970, porque Djuna Barnes había guardado manuscritos de su amiga; cuando la universidad obtuvo los documentos de Barnes, los de Von Freytag-Loringhoven iban con ellos. La protagonista pasó horas sentada con los folios, estudiando los borradores de un poema hasta que le dolían los ojos. Ya en su hotel leía lo copiado y sentía a Von Freytag-Loringhoven.

A los once años leíste a Emily Dickinson en una edición obsequiada por tu madre.

Sí, es una poeta difícil, sus poemas implican un impacto emocional. Hasta hoy la leo cada semana. Regreso a ella porque ejemplifica los alcances del lenguaje. Conocerla fue una conmoción interior, de asombro. Hay en ella una inquietud a veces indescifrable.

En el discurso de aceptación del Premio Princesa de Asturias afirmaste:“Cuando mi hija tenía tres años preguntó: ‘Mamá, ¿cuándo crezca seguiré siendo Sophie?’. Dije que sí, aunque sabía que acababa de plantear una antigua cuestión filosófica para la que no hay una respuesta satisfactoria... ¿Qué cambia y qué permanece igual? ¿Creemos a Heráclito o a Platón? ¿Cómo conectamos el embrión, el recién nacido y el adolescente con la anciana en su lecho de muerte? ¿Cómo marcamos los límites? ¿Cómo sabemos lo que estamos convencidos de saber?”. Las preguntas son fascinantes.

Tienes razón, son cuestiones importantes. En realidad no hay una respuesta eficaz a la cuestión filosófica del yo y su continuidad en el tiempo.

En un pasaje de tu libro La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Ensayos sobre feminismo, arte y ciencia planteas: “Cuanto más sé, más preguntas me hago. Cuantas más preguntas me hago, más leo, y esas lecturas me llevan a hacerme más preguntas. No se acaba nunca”.

Leer, reflexionar y preguntar son ejes de mi vida. Tengo otros tres bloques esenciales, que dan título a mi colección de ensayos: Vivir, pensar y mirar. Desde el inicio de nuestra conversación percibí que formular preguntas inteligentes es también esencial para ti. Lees y reflexionas. Me alegra que sepas que las preguntas son más importantes que las respuestas. El placer está en el refinamiento de las preguntas, es una danza mental.

¿Qué significado das a la pérdida?

La mejor metáfora para describir la nostalgia por la pérdida es una habitación vacía, apunto en el ensayo “Variaciones sobre el deseo. Un ratón, un perro, Buber y Bovary”.

Cito El mundo deslumbrante: “Toda persona agonizante es una caricatura del dualista cartesiano, una persona hecha de dos sustancias: res cogitans y res extensa”. ¿A qué te refieres?

La enfermedad puede hacer que las personas sean vulnerables a una división mente-cuerpo. Cuando la persona enferma puede pensar con claridad, a menudo tiene la sensación de que su cuerpo la ha traicionado. El pensamiento, lo que me gusta llamar el narrador interno, parece existir al margen del organismo afectado y se convierte en comentarista flotante de lo que sucede, mientras los síntomas de la enfermedad causan estragos en el cuerpo. La experiencia subjetiva suele incluir un yo que observa, aunque la idea del yo sigue siendo un enigma filosófico y científico.

Leo en tu libro Todo cuanto amé: “Los tres poemas que Lucille había publicado eran similares: obras dotadas de un escrutinio obsesivo y analítico que revoloteaban en algún lugar situado a medio camino entre lo humorístico y lo triste. Tan sólo recuerdo cuatro versos de aquellos poemas, pues eran especialmente conmovedores”.

Reflexiono sobre la identidad. Recuerdo bien esos cuatro versos: “Una mujer sentada junto a la ventana. Piensa / y mientras piensa, desespera / desespera por ser quien es / y no otra persona”.

Has padecido lo que la psiquiatría llama fases hipomaníacas. ¿Qué te implican?

Se manifiestan en mí como accesos de lectura y escritura excesivos, o quizá obsesivos, que derivan en migrañas muy severas.

¿Qué significado das a la escritura?

La respuesta está en un pasaje que parafraseo: la escritura como duelo, como exorcismo, como enfermedad, como venganza.

En Recuerdos del futuro escribes: “En mi mundo, Wittgenstein sigue siendo un cuchillo”.

Sí: también pienso que el recuerdo no es una réplica exacta del pasado y que a veces la memoria es un cuchillo.