Metal Olímpico

LA CANCIÓN #6

Gojira
Gojira Foto: Facebook del grupo

La presencia de Gojira en la inauguración de los Juegos Olímpicos (jo) fue un hito, por primera vez un grupo de heavy metal —entre otros artistas— abrió unas olimpiadas. Un espectáculo tan “disruptivo” que logró sacudir a los fanáticos religiosos de ambos bandos: tanto a los católicos ofendidos que los señalaron de “satánicos”, como a los metaleros del mundo unidos en un éxtasis “brutal”, “sublime” y “fenomenal”. Bien por el grupo, pero a qué costo.

Cuando los jo incluyeron el ciclismo bmx (Beijing 2008) y el skate (Tokio 2021), brotaron las opiniones encontradas porque eran los deportes de las tribus rockeras / punks / surferas / hip-hoperas. El ingreso a los X Sports les dio una proyección internacional en los noventa sin despojarlos de su esencia callejera, musical, anarca y drogota. Pero el ingreso a las olimpiadas era otra cosa, un cambio de nivel, de entorno, de imagen y de presupuesto. Significaba limpiarse, arreglarse y alinearse. Los dos deportes perdieron y ganaron, unas por otras. La percepción cambió al ver niños que se subieron a la patineta y a la bicicleta, inspirados por esos olímpicos. En las recientes competencias de París los resultados saltaron a la vista: patinadoras adolescentes de skate profesional desafiando la gravedad, chavos bmx que parecen jugadores de golf ejecutando trucos imposibles. Qué técnica y nivel.

ALGO SEMEJANTE PENSÉ cuando leí que Gojira tocaría en los jo: están fuera de lugar, es la música de la tribu metalera, no es el entorno de un grupo de “metal extremo”, como me los revelaron en 2005 con From Mars to Sirius. Eran prejuicios, no sabía de qué iba el show, tan sólo sospechaba algo “incluyente” por los invitados a fumar la antorcha: Snoop Dog, Jin de bts, las drags Nicky Doll, Miss Martini y Minima Gesté. Despejé las dudas hasta que los vi en la Revolución, acompañados por la soprano Marina Viotti (María Antonieta decapitada), ejecutando una canción popular revolucionaria: “Ah! Çaira!”, desde las ventanas del Palacio de la Conciergerie de París. Como dicen los padres del coaching: saltaron de su zona de confort y cayeron bien parados con arnés de seguridad.

Un cuarteto de heavy metal con veintiocho años de tocar, siete discos más o menos recomendables y una base considerable de seguidores. Muy normal. Grupos de metal franceses los hay más politizados y con mayor abolengo, como Trust y Can of Worms. El criterio de su inclusión

tuvo que ver con que Gojira es uno de los diez artistas franceses más vendidos. Y en menos de tres minutos lograron lo que jamás hubieran conseguido sin esa exposición. Pero convirtieron un acto de mosh metal en un espectáculo pop en horario familiar, alineados con un gobierno y un comité que vetaron a Rusia, pero aceptaron a Israel. ¿Un grupo de rock “activista por los derechos humanos” se pasó por el arco del triunfo ese detalle, ahí donde surgió la declaración universal? ¿Ni aprovechar el momento para mencionarlo? Es que les métriques, les ventes, les contrats et la renommée. A la larga todo se ablanda. Oh oui, el heavy metal ya tiene nivel olímpico.

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