Mi Frankenstein
Ojos de perra azul
Jamás se abandonan los placeres oscuros, y menos los adquiridos en la infancia. Tuve varias muñecas cuando era niña. De pelo rubio, como el mío, negro lustroso y de un pelirrojo imposible de igualar en el humano; pupilas azules, verdes o cafés, mirada fija y ominosa, pestañas gruesas y largas que yo envidiaba. El plástico imitación piel tenía un olor que mareaba, a talco o agua de Colonia.
De sus rosadas, delineadas y perfectas bocas salían voces impostadas, trémulas, dramáticas; me gustaba el arte de ser ventrílocuo, mis autómatas hablaban por mí. Las vestía, desvestía, maquillaba, pretendía que eran mis esclavas. Pronto me aburría jugar con ellas: encontré que era más divertido desmembrarlas.
Les arrancaba las extremidades, hacían un sonido hueco al desprenderse del torso. Con tijeras les tajaba los pies y las manos, las uñas que yo misma había pintado de negro las retiraba con un alicate filoso, después de haberles cercenado los dedos. Les cortaba el pelo, luego de extirparles las orejas y acomodarlas junto a las cabezas degolladas y los pechos rebanados. Con pegamento y una imaginación afiebrada unía las partes, las ensamblaba a mi antojo. Yo, la creadora.
Los últimos años he estado armando un ser con fragmentos de los hombres que me gustan
Los últimos años he estado armando un ser con fragmentos de los hombres que me gustan, porque ninguno reúne todo lo que yo necesito. De uno extraje el cerebro porque me pone a pensar cosas extrañas. A otro le arranqué los ojos, cuando me miran hacen que yo me vea a través de los suyos. En alguno las piernas me envuelven como un pulpo, y por eso me las quedo. Tu lengua, tú sabes quién eres, me hipnotiza, igual que el lunar en la nariz que tanto odias. Los dientes ajenos y perfectos, su sonrisa. En tu caso, las manos llenas de tatuajes que tocan el piano para mí cada domingo. Esos pies que me dan risa, por feos y cosquillosos. Las orejas que escuchan la música que me compartes. Los labios de aquél me besan como nadie.
El corazón que me enciende y hace que me escriba más y mejor. Tu sexo me da la sensación de estar menos vacía.
En este otoño atormentado y de lluvias que no cesan quiero amor, pero me rebelo, no me dejo, la cercanía me atrae y horroriza. Dotaré de vida a mi creatura, mi demoniaca invención, le enseñaré a hablar, a sentir, a pensar y a vivir, a que no huya de mí y libere mi condena a una eterna soledad. Será mi monstruo, no diré que soy yo misma.
***Hazme mía.
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