Mi nombre es Lodo

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Portada del libro "La estación del Pantano"
Portada del libro "La estación del Pantano" Foto: Especial

Diez años después de su última novela, la deslumbrante La transmigración de los cuerpos, Yuri Herrera vuelve a cimbrarnos con La estación del pantano. La no historia sobre los días que Benito Juárez transcurrió en Nueva Orleans antes de convertirse en El Benemérito de las Américas.

En aquellos meses Juárez más bien es una figura mansa, quien por sus rasgos no consigue pasar desapercibida. El paisaje que lo rodea es un intento de ciudad. Un pantano con el que logra mimetizarse para ajustárselo como una nueva patria sugerida. Dedica su estancia a luchar con el presente. Un presente en sepia, como el lodo seco, por el que deambula con vocación contemplativa.

Entonces conocemos Nueva Orleans a través de sus ojos.

Una mirada que se antoja novedosa por lo incorrupta.

Cualidad indispensable para ver más allá de lo evidente.

BAJO ESTA PREMISA, HERRERA lleva a cabo un experimento insólito en nuestra literatura: reinventar el concepto de la novela histórica. Como un albañil de la palabra se dedica a levantar el muro que falta en el retrato que es la vida del prócer. Una tarea que sólo es posible desde la ficción. Pero que es desde ya más auténtica que cualquier versión que pueda ser enunciada por lo verídico. En esta labor, de una ambición sin precedentes, Herrera despierta un lagarto que estuvo dormido más de un siglo. E inaugura una nueva corriente: la novela de lo impensado.

Como ocurre con todas las novelas de Herrera, el tratamiento del lenguaje en La estación del pantano es una preocupación estilística vital. De qué otra manera podría aproximarse a la figura de Juárez si no es a través de una lengua creada ex profeso. Esa lengua de reptil que habita todas sus novelas, pero que en ésta en particular es más indispensable que nunca. Al adentrarse en las peripecias, los vericuetos y las machincuepas de la prosa de Herrera uno entiende que se tarde tanto en construir sus novelas.

La estación del pantano no posee una gran trama. Pero ahí radica una de sus mayores virtudes. Y aunque Herrera no estaba obligado a edificar un retrato fidedigno, tampoco podía ofrecer un perfil de Juárez que no se correspondiera con el que vemos en los billetes de veinte pesos. Pero lo que sí se permitió fue dotar a otros de súper poderes. Como en el caso de Ocampo.

Yuri Herrera lleva a cabo un experimento: reinventar el concepto de la novela histórica

Juárez sufre pesadillas a causa del paludismo. Una de ellas es un episodio delicioso en el que Herrera rinde tributo a la literatura vampírica. Ocampo pelea con una pareja de chupasangres para salvar a una doncella. Entonces la trama se disloca. Y se dispara hacia lo alegórico con fuerza inusitada. Y aunque es una novela rigurosa, en ningún momento se toma a sí misma en serio, lo que significa que si Juárez quiere insertar un capítulo de Buffy the Vampire Slayer, Herrera se lo va a conceder sin restarle un gramo de seriedad al planteamiento de la no historia.

LA NO HISTORIA ES EL VAGAR de Juárez por un escenario participando a medias de una realidad ajena a sus convicciones pero que le resulta irresistible. Ahí radica otro de los atributos de la novela. Herrera se atreve a confeccionar un Juárez lo más alejado posible del acartonamiento. Nos presenta a uno bailarín. Una de las mejores partes de la novela es la descripción de Juárez al bailar. Porque uno puede sospechar al que se manifiesta contra la venta de esclavos, el que atraviesa el pantano para contactar a un traficante de armas, al chaparrito que como un duendecito moreno husmea por todos los rincones del pantano, pero jamás se plantea la existencia de ése que brilla sobre la pista de baile.

Es una novela con muchas capas. Como obedece a Nueva Orleans, la música figura en sus páginas, tanto en las visitas de Juárez a los cafés donde tocan las bandas, como en los teatros donde atestigua conciertos de pianos y en la musicalidad de la prosa de Herrera. Una que está al servicio de una multitud de personajes que provienen de distintas geografías. La estación del pantano es una novela sobre Juárez, sobre Nueva Orleans, pero es ante todo una novela sobre inmigrantes.

En la actualidad son muchos los nombres que pululan por la literatura mexicana, pero la reputación de ésta la sostienen apenas unos cuantos. Que se pueden contar con los dedos. Yuri Herrera es uno de ellos. La estación del pantano es prueba de ello.