Mi Ramone favorito (50 años de puro Hey Ho, Let's Go)

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Lapida de Douglas Gleen Colvin
Lapida de Douglas Gleen ColvinFoto: Wikimedia Commons
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Los Ramones son la prueba rotunda de que la superación personal existe. Pero no aquella que pregonan los libros de autoayuda. Sino la que se alcanza a través de la música. De esnifar pegamento pasaron a convertirse en una de las bandas más emblemáticas de la historia. Creadores del punk, un movimiento musical que se tornó político y estético. Cuyos alcances se extienden hasta nuestros días con una nueva oleada de grupos británicos y de otras partes de Europa y Estados Unidos.

Este año se cumplen cincuenta años de su debut, el homónimo Ramones, en cuya portada aparecen cuatro chicos desprolijos del barrio de Queens con chamarras de cuero. Cada uno es una gema a su manera, a pesar de que nadie diera un dólar por ellos. Joey, el cantante, era un jovenzuelo desgarbado con desórdenes mentales que demostró que para ser un frontman de respeto no tenías que imitar a Mick Jagger. Tommy, el más centrado, fue la amalgama que unió todo en sus inicios y quien musicalmente ayudó a los demás a explotar sus talentos. La guitarra de Johnny cimentó las bases del sonido que definiría al punk, además de ser el responsable de mantener unida a la banda durante un par de décadas, casi siempre por las malas. Ramones rompieron con la mística que definía a los grupos de rock de los primeros setentas, la de la mancuerna vocalista súper dotado y guitarrista misterioso, e introdujo una nueva figura: la del ideólogo. Que recayó en Dee Dee Ramone, un genio loco y explosivo cuya filosofía criminal dotó a la banda de una personalidad agresiva. 

Nacido Douglas Gleen Colvin, Dee Dee, bajista y compositor, fue un pensador a la altura de Žižek o Chomsky, o incluso más grande. Reflejó en su arte el proceso de descomposición del mundo sin recurrir a la teoría académica. Trasladó la acción de la calle a las canciones. Quizá su mayor épica sea “53 & 3rd”, la historia de un heroinómano que se prostituye para conseguir drogas, quien termina por convertirse en asesino. “Then I took out my razor blade / Then I did what God forbade / Now the cops are after me / But I proved that I’m no sissy”. Fue un reportero que experimentó en carne propia los demonios de la adicción en una Nueva York mugrienta con el fantasma de la catástrofe financiera siempre detrás de ella.

Dee Dee fue el más Ramone de los cinco, incluido Marky, quien sustituyó a Tommy en la batería en Road to Ruin. Las memorias de Marky arrancan con él y Dee Dee recorriendo las ruinas del Muro de Berlín en busca de reliquias nazis. Una de las aficiones favoritas de Dee Dee, además de la droga, por supuesto. La imagen pendenciera que la banda pretendía proyectar recaía en el porte de Dee Dee, un auténtico delincuente reconvertido en estrella del punk sin jamás haber pasado por la rehabilitación. El rebelde por excelencia.

Fue su rebeldía la que lo metió en problemas, específicamente con Johnny. Dee Dee quería dejar atrás el look, ahora inmortalizado como clásico, de los Ramones, con las chamarras de cuero y los cortes de pelo asimétricos. Un guiño punk a los Beatles. Johnny pensaba que todos deberían lucir igual, como el Cuarteto de Liverpool. Incluso fueron más allá, todos adoptaron el mismo nombre. Algo que influenciaría a muchos músicos por venir a hacer lo mismo. 

Prefirió ser fiel a sus principios antes que continuar en la banda a la que él ayudó a encumbrar

Cuando se produjo el estallido del punk, y su posterior precipitación hacia el hard core, Dee Dee, el más punk entre los punks, quería lucir como uno, pero Johnny no lo permitía. Eso y sus problemas de adicción lo llevaron a romper con la banda. Entonces los Ramones, que adoptaron ese nombre por instancia del mismo Dee Dee (quien se había enterado que Paul McCartney usaba el seudónimo de Paul Ramone cuando se registraba en los hoteles y no quería ser molestado), se quedaron sin el alma de la banda.

Pero como el músculo a veces no es suficiente, Dee Dee volvió para protagonizar un estira y afloja hasta su salida definitiva. La huella de su grandeza se puede rastrear en los primeros discos. En el ya mencionado Ramones, y en Road to Ruin, Rocket to Russia y Out of the Century. En ningún lugar la Ramonemanía causó más estragos que en Argentina. Lugar donde Dee De se autoexilió con su novia durante un tiempo. Fue allí donde encontró el respeto y la veneración que jamás le prodigó Estados Unidos.

Dee Dee fue un Ramone hasta el final de sus días. Tocara o no. Y definió la filosofía Ramone a la perfección. En un pasaje del documental Ramones: End of the Century, cuando le preguntaron por qué había abandonado el grupo respondió: “Cualquier otra persona sería feliz si tuviera lo que tenemos nosotros. Pero no un Ramone”. La inconformidad siempre lo definió. Como debe ser en un verdadero punk. Prefirió ser fiel a sus principios antes de continuar en la banda a la que él ayudó a encumbrar.

Sus discrepancias le costarían la soledad y el aislamiento que caracterizan al insobornable. En 2002, durante la ceremonia de ingreso al Salón de la Fama de los Ramones, Dee Dee, después de subir al escenario tuvo que marcharse solo mientras los miembros de su antigua agrupación celebraban en el camerino una victoria en la que él había contribuido en exceso. Es uno de los momentos más tristes de la historia de la música. Pero la grandeza de Dee Dee le impedía traicionar su congruencia. A tal grado que poco después murió de una sobredosis de heroína. Ramone hasta el final. La tragedia no podía estar exenta en su vida. Es lo que caracteriza a la genialidad.

Ninguno de los otros miembros tuvo muerte de estrella de rock. Tanto Joey como Johnny y Tommy murieron de cáncer. La tumba de Dee Dee se encuentra en el Hollywood Forever Cemetery de Los Ángeles, lo mismo que la de Johnny. Pero a diferencia de la de éste, que tiene una escultura y es algo fastuosa, la de Dee Dee es bastante modesta, una lápida con su nombre y listo. Aunque merece la misma gloria, o incluso más que el guitarrista, no tiene una viuda que siga engalanando su legado. Y ni hace falta. Como corresponde a un maldito, Dee Dee será recordado por siempre como la pústula hirviente que vivió siempre como se le hinchaba. 

Ramones ofrecieron su último concierto en 1996, y tuvieron varios invitados de lujo, entre ellos Dee Dee. Se retiraron, entre otras cosas, por agotamiento. Y porque la gente ya no acudía a sus conciertos. Todavía de salida dejaron un gran disco: Acid Eaters. Que contiene un cóver sensacional de “Out of time” de los Rolling Stones. Pero si hubieran aguantado una década más, habrían cosechado lo que merecían. El reconocimiento que hoy le prodigan las nuevas generaciones: el de ser la banda de punk más grande de la historia. Y Dee Dee el rey absoluto del imperio.