Mi vida es un racimo de olores

Ojos de perra azul

Mi vida es un racimo de olores
Mi vida es un racimo de olores Foto: Cortesía de la autora

Soy una mujer pegada a una nariz, o ella a mí, que es lo mismo. Somos inseparables. Peculiar, omnipresente, superdotada, mucho más curiosa y sensible que yo. Me incita a tomar decisiones, vibra cuando hablo, es inquieta. Percibe con las fosas nasales, como si fueran ojos que ven más allá, siente, fisgonea lo que no debe, entiende mejor las cosas. Huele el sexo. Detecta el peligro. La punta es un radar, una brújula que orienta. Atesora remembranzas para no olvidarme de ti ni de nadie, impregna la memoria de fragancias, recuerdos. Juntas exploramos el mundo.

Tengo un diccionario del olfato, interminable porque cada día aumenta con miles de posibilidades y combinaciones. Los florales son casablancas, mis favoritas, que me regalan cada cumpleaños. El polen me estornuda. Los frutales me traen duraznos recién caídos del árbol o fresas pizcadas en la cosecha; los dulces saben al betún de un pastel de vainilla. Hay químicos, como el cloro con el que limpio el piso y la conciencia o el azufre que exhala mi lado maldito. Los mentolados igual que los chicles de hierbabuena que siempre llevo en la boca o el eucalipto bajo cuya sombra descanso. Las hogueras y los leños abrasados ahúman las escenas de cuando fui salvaje en un campamento indio. Cítricos de limón y toronja suscitan veranos de noches calurosas y húmedas al son de tu cuerpo. Los tufos a podrido, remordimientos de épocas rancias. Algunos son apenas distinguibles, prefiero los que penetran hasta el cerebro, no quiero que se evaporen.

Percibe con las fosas nasales, como si fueran ojos, siente, fisgonea lo que no debe

Cada vez que llueve las aletas nasales se abren como alas, acerco el rostro a la tierra mojada y respiro profundo la selva ancestral.

HAY UN PRIMER AROMA, eslabón de todos los tiempos. Se llama madre. Barro, sal de mar, leche con miel, colonia de mandarinas peladas. Me hace viajar a su ropa de algodón recién lavada, la crema de almendras para las manos que usa y suaviza mis ansias, el estambre seco de lana que teje. El popurrí de mi infancia lo atrapo cuando en lugar de comer caramelos, inhalo su esencia. De joven expelía deseo y hormonas. Hoy huelo a presente, sahumerio que arde.

Hay otro perfume, el tuyo, que en mi piel se impregnó. No puedo explicar a qué huele, tu sustancia no tiene nombre ni se parece a ninguna. Aspiro con fuerza los remanentes para conservarte. Persigo tu huella, mi nariz y yo te habrán de cazar.

* Te doy mi palabra de olor.

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