Ser adolescente en la década de los noventa fue un parteaguas.
En México ocurrieron sucesos sociales que marcaron la década, como el asesinato de Colosio, el levantamiento del EZLN o el “error de diciembre”.
Imagino que cada generación dirá lo mismo de la década en que le tocó crecer. Sin embargo, estoy convencido de que en los noventa se terminaron las décadas. De que después lo único que nos ha tocado ha sido ver cómo todo se repite.
Como individuo al que le tocó experimentar la transición hacia la era globalizada, no sólo fui impactado por los acontecimientos que ocurrían en territorio nacional, también lo que provenía de afuera. Y como norteño, particularmente lo que procedía de Estados Unidos. Por tal motivo, uno de los libros que más me interesaba leer por estos días era Los noventa, de Chuck Klosterman.
Que los noventa están de regreso se puede comprobar de distintas maneras. Como aficionado a la música me comencé a percatar de que el sonido del rock indie de esta era ha dado un viraje hacia el viejo sonido grunge. Podría elaborar una lista exhaustiva de esta neocorriente, pero me llevaría más espacio del que ocupa esta columna. Mencionaré sólo un par de ejemplos, en el gabacho bandas como Bully o Wet Leg abanderan este revival guitarrero por los noventa, y en México, Austero o Las Margaritas Podridas (su nuevo sencillo, “Filosa”, parece calcado directamente del Nirvana de Bleach).
Lo jugoso son los trapos sucios. Y Klosterman
dedica un apartado al affaire Clinton-Lewinsky
CADA LIBRO DE CHUCK KLOSTERMAN es para mí un acontecimiento. Aunque la pura verdura me emocionaba más el Klosterman que ahondaba en la crónica personal, el de Fargo Rock City o Killing Yourself To Live. Donde le rasca a su lado más humano para justificar que sea un ñoñazo atascado a la música. En sus últimos años se ha erigido como un ensayista más conservador. Y en Los noventa encontramos más dato duro que aventura, más análisis que pasión y más estadística que sentimiento. Lo que le ha ganado a Klosterman el título de “El cronista cultural por excelencia de la Generación X”.
En Los noventa desmenuza los cambios que se introdujeron al fin del viejo milenio. La llegada de internet y el fin de las revistas impresas. El asesinato de O. J. Simpson (cómo podría faltar). La era de oro de MTV. Y muchos de los aspectos que conforman la cultura gabacha. Es quizá ahí donde, para uno que no es gringo, algunos pasajes del libro pueden resultar aburridos, por mucho que le guste a uno el rock de aquellas tierras. Para decirlo al children, a uno qué demonios le importan las elecciones gringas. Pero como el libro está dirigido a los compatriotas de Chuck, se revisan de manera exhaustiva tres periodos presidenciales.
Lo más jugoso de indagar en las elecciones son los trapos sucios. Y Klosterman le dedica un apartado especial al affaire Clinton-Lewinsky. Este escándalo, que en su momento fue comidilla de la prensa del corazón internacional, es llevado más allá por la pluma de Chuck. Evidencia, como entrevistas documentadas, las conductas sexuales compulsivas del entonces presidente. Y propone algunas teorías. Lo que hizo que la popularidad de Clinton se desmoronara no fue el intercambio sexual con la becaria, sino que le mintiera a sus votantes.
Esto da una idea aproximada del gringo promedio: puedes matar siempre, pero mentir nunca. Y también sostiene Klosterman que si Hillary hubiera mandado a Bill a la goma, si no se hubiera quedado junto a él de manera solidaria durante sus muchas infidelidades, habría ganado las elecciones en 2016. La razón de que el electorado prefiriera a Trump fue que percibieron a Hillary como una mujer débil. Y cosa curiosa, por estos días Trump está siendo juzgado por escándalos sexuales.
Por qué Jordan se retiró de la NBA y se fue a jugar beis. No por otra cosa sino porque había una fuerte crisis en la MLB. Una de las instituciones gringas más sagradas es el béisbol. Y en aquellos años la gente no acudía a los partidos. De qué manera volverlo a poner en el candelero. Pues trayendo al mejor jugador del mundo en aquel momento a batear ante la inminente crisis de jugadores.
Este tipo de cosas no se dicen en los documentales. Es por ello que el libro de Klosterman es entretenido. Y una lectura obligada para todos aquellos que, como yo, estamos obsesionados con esos años desde el morbo.