Dicen que las segundas partes nunca serán buenas, pero si la humanidad no se salvaría de una nueva vuelta de Bety la fea, menos nos ahorraríamos el regreso de Oasis.
Si bien es cierto que el hate se ha convertido en el deporte nacional, pocas bandas se merecen tanto escarnio como Oasis. Su fama no obedece a la calidad de su música, está más asociada al fenómeno del tipo La casa de los famosos que a la manera de comportarse de un rockstar, aunque se cansen de presumir lo contrario. Sus interminables peleas los convirtieron en un chiste. La muestra de ello es la avalancha de memes que saturaron las redes en cuanto se anunció su reencuentro después de quince años de tirarse hasta con el molcajete.
Y qué se hace con los chistes. Reírse de ellos, con ellos, y en ocasiones, para ellos, como es el caso.
CUANDO EL AFFAIRE OASIS COMENZÓ, jamás imaginamos que duraría el mismo número de temporadas que La rosa de Guadalupe. No pocos capítulos de esta última se han inspirado en las broncas que los hermanos han ventilado en la prensa. Los periodistas, a santo de qué no se entiende la verdad, nunca perdían oportunidad de preguntarle a Liam y a Noel si algún día se reconciliarían. Tuvo que transcurrir década y media para que les llegaran al precio.
Mientras escribo esto, ya está en marcha una investigación contra Ticketmaster por la tarifa dinámica de los boletos para escuchar a los Gallagher. Que la gira vaya a ocurrir ni los clavos de Cristo lo pueden garantizar. De aquí a que se presente la primera fecha pueden aflorar un montón de querellas. Y con la volubilidad de estos cuates, así como orita son noticia por su reencuentro, que no nos extrañe si en unos meses lo son pero por volver a disolver a la banda. En calidad de mientras ya se embolsaron una cantidad de millones que nunca habrían conseguido amasar si hubieran estado de gira estos quince años.
Deducir si los Gallagher son genios o unos tarados es complicado. No existe otra banda que genere tanta expectativa sin haber sacado un buen disco desde 1995. Es evidente que han sabido vender mejor sus peleas que su música. Porque de la segunda no hay mucho qué ofrecer, la neta. Con excepción de sus primeros dos discos, la carrera de Oasis ha sido mediocre. Si ha perdurado es gracias a que nunca se han callado la boca. Es una relación tóxica en toda regla. Se insultan, se piden perdón, se atacan otra vez. Eso no vende discos, pero tiene a todo mundo al pendiente del chisme. Y como lo que está de moda son las telenovelas para señores, los dioses del timing han sido benévolos con sus caprichos.
En el 94, cuando salió el primer disco de Oasis, mucha gente se apantalló por la actitud de Liam Gallagher. Que cantara con las manos agarradas por detrás, como si estuviera desafiando a la audiencia, les parecía lo máximo. Pero no es un gesto original. Esa postura la adoptaba Roger Daltrey cuando los Who se llamaban The High Numbers. Liam la robó de ahí. Así como Oasis hurtó el sonido a los Beatles. Sí, todos rapacean de todos. Pero nadie ha robado tanto como Oasis. Esa ha sido su historia. Y quizá sea una de las claves para entender el porqué de su éxito.
En estos días existe más rock en los grupos de catecismo que hacen cóvers de los setenta que en la sangre de los Gallagher
EN CUANTO LA NOTICIA DEL REENCUENTRO corrió como la lumbre, salieron a bailar los textos en medios especializados, y otros no tanto, sobre la biografía de los Gallagher. Sus logros y sus fracasos. Otra de las tantas cosas inexplicables de Oasis. Por qué existe tanta información sobre una banda con tan escasos logros. La prensa del corazón, y la prensa del chismorreo, suelen ser fieles a sus objetos de estudio. Pero la prensa musical olvida pronto las modas. Sin embargo, se han tragado el cuento que los Gallagher les han vendido desde sus comienzos: que son la mejor banda de rock & roll de la historia. El viejo truco de repetir una mentira para que se convierta en verdad.
Somos una generación a la que este tipo de etiquetas les importaba. Y las generaciones posteriores a la mía van a subirse a cualquier tren del mame. Así que si nada falla, si no se vuelven a jalar las greñas, si no se hieren sus respectivas volubilidades, asistiremos a la mayor estafa del rock. Dos tipos con escaso talento para la música pero de sobra para la trifulca, van a ser aplaudidos como leyendas. Los supuestos músicos de la clase trabajadora que no han trabajado por el rock, al contrario, por lo único que han luchado ha sido por imponer sus propios egos.
Ha sido el ego una de sus principales estrategias de ventas. Sobre todo el de Liam, quien ha tratado de amedrentar a varias gentes con su arrogancia. Pero más de una vez le ha salido el tiro por la culata. Y ha quedado como lo que es: un pájaro nalgón. En su estupenda biografía, Cantar hacia atrás y llorar (Contra, 2022), Mark Lanegan cuenta cómo en una ocasión tuvo una disputa con Liam y éste se rehusó a agarrarse a golpes. Siempre escondido detrás de sus guardaespaldas. La anécdota ilustra a la perfección el carácter de los Gallagher, primero muy salsas y a la hora de los chingadazos se les olvida que son estandartes del rock de barrio.
En el 94, cuando salió a la luz, Definitely Maybe era un arranque prometedor. La semilla de algo grande que vendría después. De hecho, llegó. Se llamó (What’s the Story) Morning Glory? Pero a partir de entonces la banda no ha hecho otra cosa sino repetirse. Y para su desgracia, no han vuelto a crear un disco que se equipare siquiera a su debut. Aunque varios de sus fans ultra van a afirmar lo contrario. Los Gallagher, como muchas otras bandas, viven de la nostalgia. Pero grupos como los Stones o Paul McCartney viven de una nostalgia fincada en una dilatada discografía. Llena de excelsos momentos de la historia del rock. Los Gallagher sólo pueden vampirizar los noventa.
Y algo han conseguido con este campanazo que ha sido poner en pausa la rivalidad con Blur. Otra de las peleas que alimentaron los medios, quienes incluso la espoilearon durante décadas, algo que a los hermanitos les permitía seguir en boca de todos mientras se dedicaban a observar como Blur sacaba discazo tras discazo. Por el momento nadie va a dedicar su atención a otra banda que no sea Oasis. Aunque en estos días exista más rock en los grupos de catecismo que hacen cóvers de los setenta que en la sangre de los Gallagher.
Como ocurre con muchas cosas de la actualidad, lo mejor de todo el alboroto producido por el arrejunte de los Gallagher han sido los memes. La mass production no perdona. El meme made in México sobre Oasis, es
mejor que el made in England. (¿A poco no? Quienes por mucho que presuman que les sobra calle, no son ni la mitad de rudos que los Gallaghers de Shameless.)