MONITOS ANIMADOS
El vertiginoso crecimiento de la economía japonesa durante la década de los ochenta hizo imaginar a muchos que ese país se convertiría en la principal potencia y sus corporaciones dominarían el mundo antes del fin de siglo. Reflejos de ese futuro aparecen en el imaginario de cintas como Blade Runner (1982), Black Rain (1989), ambas de Ridley Scott, y Back to the Future (1985), de Robert Zemeckis. Sin embargo, el estallido de la burbuja financiera nipona a principios de los noventa dejó a la sociedad en ruinas; en particular, los jóvenes se encontraron en una nueva realidad, despojados de la seguridad del empleo, los ascensos y beneficios económicos que hasta entonces tenían garantizados. Esto llevó a muchos al escapismo y a refugiarse en los placeres de la infancia, la cultura del manga y el anime, los juguetes coleccionables, las idols (jovencitas altamente sexualizadas que cantan, bailan y compiten en concursos), los juegos de video, los viejos comerciales, el cine chatarra y otros productos de la cultura pop.
En 1999, el entonces estudiante Hiroyuki Nishimura fundó en Japón 2Channel o 2Chan, un foro de discusión en línea dedicado a compartir y discutir anime y cultura popular. El sitio tuvo un éxito espectacular entre los fanáticos del género y como no requería que los usuarios se registraran (por lo que la mayoría de los posteos eran anónimos) ofrecía una libertad sin precedente para expresarse sin pudor ni autocensura. En poco tiempo el sitio se volvió controvertido, ya que numerosos usuarios compartían y discutían planes o deseos de cometer atentados terroristas, asesinar profesores o familiares. Esta ventana a la tortuosa psique de algunos jóvenes japoneses fue reveladora del impacto emocional de la crisis financiera del país. En ese foro surgió en 2002 la Netto Uyoku o ciberderecha, que sería el ejemplo mundial para la radicalización de los conservadores.
La cultura otaku, que aparece en la década de los ochenta (y se refiere a los nerds superfans del cómic, las caricaturas y una variedad de productos pop), se expandió cuando cientos de miles de jóvenes que vivían en casa de sus padres, sin estudiar ni trabajar y conectados permanentemente a la red, dieron la espalda a la realidad para sumergirse en universos de fantasía. Estos rebeldes de la apatía y del confinamiento (hikikimori se refiere a quienes se encierran en sus habitaciones de la infancia por meses) podían ser vistos como parásitos sociales que se manifestaban por medio del consumismo contra el orden que heredaban; sin embargo, eran daño colateral del capitalismo salvaje. Paradójicamente, la cultura que adoraban no tardó demasiado en conquistar al mundo y volverse el poder suave con que Japón lanzaría una conquista cultural planetaria.
NOSTALGIA VIRALIZADA
Como muchos otros jóvenes de la Generación X en el mundo, Christopher moot Poole era un aficionado del anime y la cultura popular japonesa que creció con Sega y Nintendo. En su búsqueda de material en línea descubrió 2Chan y quedó encantado. Entonces copió el código de HTML, creó un sitio que replicaba al japonés y lo registró en septiembre de 2003 con el nombre de 4Chan (porque sería “más motherfucker” —cabrón— que el original). Ese espacio que contaba apenas con un mínimo de moderación tuvo enorme éxito entre los otaku estadunidenses y pronto los usuarios o channers pasaron del interés en la cultura popular a la política, siempre con una actitud de nihilismo, incredulidad y desenfado que en gran medida era un reflejo de los fracasos de las corrientes contraculturales (como hippies, punks, metaleros, new agers, indies, emos) que desde la década de los sesenta han pasado de la transgresión a la asimilación y mercantilización. Los channers adoptaron como principal medio de expresión los memes, que son mensajes visuales minimalistas que reciclan la cultura pop, descontextualizada y recifrada como comentarios irónicos, descalificaciones y agresiones, diseñados para impedir cualquier discusión con contenido y significado, así como para ridiculizar opiniones. Vomitar los productos comerciales digeridos por años dio lugar al shitposting, la estrategia de troleo con “un mínimo de inversión y un máximo de efecto”. A partir de montañas de desechos culturales convertidos en agresiones absurdas fue configurándose la cultura política de la segunda década del siglo XXI.
El perfil del channer medio, de acuerdo con las declaraciones de numerosos usuarios de ese foro, era de un individuo (casi siempre hombre) a menudo solitario, nerd con poco éxito social, sexual y económico, que cargaba con resentimiento por haber sido objeto de acoso (bullying) en la escuela, veía a la gente que consideraban exitosa con una mezcla de superioridad y desprecio (ya que entendía mejor que ellos cómo funcionaban los medios digitales de comunicación y podía usarlos para destruir vidas) e inferioridad por su carácter marginal. De ahí surgió el concepto de los Incels (involuntary celibates o solteros involuntarios) que se regodeaban con su miseria sentimental en foros de Reddit y 4Chan y eventualmente engendraron a varios multihomicidas. Muchos de ellos están obsesionados por la nostalgia de un tiempo que no conocieron, así como por un futuro que creen merecer y piensan que les fue arrebatado por la liberación femenina y la inmigración.
Estos rebeldes de la apatía y del confinamiento podían ser vistos como parásitos sociales que se manifestaban
por medio del consumismo contra el orden que heredaban; sin embargo, eran daño colateral del capitalismo salvaje
AUGE Y COLAPSO DE LA JUSTICIA DIGITAL
Paradójicamente, 4Chan fue el sitio que dio lugar al movimiento hacktivista Anonymous, en 2008. Más que un grupo estructurado, era un colectivo o una marca, eran “todo o nada”, como lo definían sus primeros integrantes que creían que “la información debe ser libre” y lanzaron varias operaciones punitivas contra individuos y organizaciones. Estas brigadas a veces usaban la técnica de los ataques de denegación de servicios (Distributed Denial of Service o DDS), que consiste en saturar un servidor con un diluvio de solicitudes y mensajes para noquearlo temporalmente. Asimismo, los integrantes de Anonymous infiltraban bases de datos, las dañaban, robaban información de personal, clientes, proveedores y usuarios. También empleaban otras técnicas para robar claves de acceso y doxear (divulgar información personal de alguien y exponerlo a represalias, agresiones, chantajes y humillaciones en la vida real).
La capacidad de exponer vulnerabilidades y el hecho de ser un grupo tan numeroso como invisible creó un aura de amenaza con tintes casi místicos. Entre sus acciones más atrevidas están sus ataques contra la iglesia de la cienciología, así como contra PayPal, Master Card y Visa, por cortar los fondos de Wikileaks. Anonymous adoptó una ideología anticorporativa, anticapitalista, prodemocracia y se vinculó con el movimiento Occupy Wall Street. Si bien entre sus filas algunos creían en la justicia social, otros tan sólo estaban divirtiéndose a costa del sufrimiento de sus víctimas: su objetivo era el lulz (burlarse de la desgracia ajena).
No es coincidencia que Anonymous aparece cuando estalla en el mundo la burbuja financiera provocada por la especulación sin medida en el mercado de valores estadunidense, que terminó por arrastrar al mundo a una crisis. Mientras millones perdieron sus ahorros y hogares, unos cuantos ejecutivos responsables de la debacle se enriquecieron de forma brutal. Ninguno de ellos pisó la cárcel o fue castigado de alguna manera.
Para 2012 Anonymous estaba destruido. La mayoría de los líderes fueron arrestados por el FBI o forzados a trabajar como infiltrados. El FBI empezó a usar a miembros de Anonymous para atacar blancos que deseaba neutralizar, como agencias de inteligencia de países rivales.
Una fuerza contracultural más había sido derrotada y los channers, abandonados nuevamente en el vacío moral del ciberespacio, regresaron a su nihilismo cargados de resentimiento en contra de quienes veían como cómplices y beneficiarios de la injusticia corporativa y política: la gente normal o normies. Algunos channers encontraron formas de monetizar sus acciones y se dedicaron a buscar blancos susceptibles, pero la mayoría seguía cultivando resentimientos y amargura. El nuevo objetivo no era luchar por el bien común sino incomodar, agredir y hacer que los espacios sociales de la red se volvieran hostiles a los normies, a quienes veían como francos advenedizos e invasores de su mundo.
Entonces aparece la llamada alt-Right (abreviatura de Alternative Right o derecha alternativa), una fuerza digital que reúne a una variedad de grupos obsesionados por el odio a la cultura liberal y especialmente a las luchas de la justicia social, agrupadas en el término woke o alerta. Los miles de channers que nunca habían tenido interés por la política encontraron la manera de desquiciar a la gente provocándola con memes nazis, racistas, xenófobos, misóginos y antiLGBT. Es difícil saber cuándo y de qué modo el uso de esta imaginería provocadora dio lugar a una verdadera fascinación por el fascismo. Así, en 2014 se desata la controversia del GamerGate, una campaña contra mujeres que diseñaban juegos de video, jugadoras y cualquiera que intentara establecer un debate razonable en tor no al feminismo.
LA ALT-RIGHT ENTRA EN ACCIÓN
Esta campaña sirvió para homogeneizar la visión del mundo que tienen muchos otaku y channers; también despertó su ambición de interferir en la vida pública. La oportunidad de oro para los channers llegó con la nominación de un candidato a la presidencia ostentoso, mentiroso, ridículo e incompetente, Donald Trump, a quien inmediatamente reconocieron como un símbolo perfecto para enfurecer y frustrar a los liberales y los normies. Lanzaron oleadas de memes para fortalecer la figura digital indigesta y absurda del exestrella de reality TV. Con lo cual se convirtieron en un auténtico brazo digital de la campaña electoral, que lanzaba estrategias de choque efectivas, dirigidas a un público joven usualmente apolítico. Y hacían todo esto gratis. Como en tiempos de Anonymous, algunos channers dieron un giro real para volverse neonazis o asumir su nacionalismo blanco, mientras que otros tan sólo querían el lulz y participar en la transformación de la política en un espectáculo grotesco. Lo importante era hacer sufrir a los liberales bien intencionados con una propuesta en la que el sentido común, la decencia y el recato eran desmoronados rutinariamente.
La rival de Trump, Hillary Clinton, parecía la víctima perfecta para los ataques infantiles, obscenos y misóginos de los channers. Además de que obviamente cargaba con un pesado bagaje que la comprometía en muchos frentes y la exponía como una hipócrita, no supo enfrentar el cinismo de sus opositores. Así llegó a denunciar a la caricatura de la rana Pepe (un personaje de cómic creado por el artista Matt Furie que la alt-Right se apropió), por lo cual fue ridiculizada aún más. A partir de una teoría conspirativa que decía que Hillary estaba grave de salud lanzaron una campaña que fue retomada por los medios masivos. Cuando Clinton tuvo un desmayo durante un evento, la teoría pareció confirmarse y eso fue un golpe maestro que fortaleció la fe en la causa e hizo que las operaciones aumentaran. El troleo colectivo nuevamente tenía un objetivo y eso dio un sentido de misión a muchos y además una sensación de poder en el mundo real. La ironía profunda comenzó a dar lugar a una nueva devoción, a un culto fanático.
En noviembre de 2016, Wikileaks hizo públicos los famosos correos electrónicos hackeados a John Podesta, el administrador de la campaña presidencial de Hillary Clinton, entre los cuales se hallaba información comprometedora que fue retomada por los medios. Los channers se obsesionaron con fabricar una narrativa escandalosa al retomar leyendas urbanas, tramas de películas y viejas teorías conspirativas sobre redes de pedófilos que traficaban con niños y llevaban a cabo rituales satánicos en los que bebían su sangre. Ésta era básicamente una actualización del libelo de sangre medieval y antisemita, al cual dieron forma al relacionarlo con una serie de intrigas absurdas que culminó en el escándalo de Pizzagate; proponían que en el sótano de Comet Ping Pong (una pizzería en Washington, mencionada en los correos de Podesta para un posible evento de campaña) mantenían a los niños secuestrados y llevaban a cabo rituales y orgías. Reciclaron un meme que proponía que las letras CP, como en Cheese Pizza (pizza de queso), era la clave para Pornografía Infantil (Child Pornography) y aseguraban que había videos en los que Clinton y Huma Abedin abusaban sexualmente de una niña y la asesinaban.
El personal de esa pizzería se volvió blanco de ataques, intimidación y amenazas que provenían de la alt-Right. Varios autoinvestigadores improvisados fueron a buscar pruebas, como Edgar Maddison Welch, quien manejó desde Carolina del Norte, armado con un rifle de asalto AR-15, una escopeta y una pistola para liberar a los niños. Madison disparó su arma pero no hirió a nadie, fue arrestado y confesó su creencia de que Hillary era culpable de múltiples asesinatos. No bastó con demostrar que la pizzería no tenía celdas ni sótano, o que nunca se presentó ninguna prueba que vinculara ese restaurant con una red de traficantes. La teoría sobrevivió y fue asimilada en otra mucho más amplia y ambiciosa que eventualmente tuvo impacto mundial: QAnon. En el 2020 el Pizzagate ocupaba una vez más la atención de los usuarios de redes sociales y se vinculó con otra teoría conspirativa viralizada: que la empresa Wayfair traficaba con niños a los que vendía como si fueran muebles de altísimo costo.
Hillary Clinton parecía la víctima perfecta para los ataques infantiles, obscenos y misóginos de los channers.
Además de que cargaba con un pesado bagaje que la comprometía, no supo enfrentar el cinismo de sus opositores
DONDE VA UNO VAN TODOS
A partir del triunfo electoral de Trump en 2016, los channers quisieron seguir explotando su éxito con miles de memes para sembrar confusión, caos y desinformación.
Una de las técnicas preferidas era presentarse como si tuvieran una posición de autoridad, con acceso a información confidencial; así surgió FBIAnon, White House Insider Anon y MegaAnon, entre otros que prometían divulgar secretos superconfidenciales.
El 28 de octubre de 2017 apareció en el subforo políticamente incorrecto de 4Chan un posteo de un tal Q, quien decía ser un agente de altísimo nivel, cercano al poder de Trump. Se trataba de un reciclaje de elementos del Pizzagate, además de que anunciaba que Trump tenía la misión de desmantelar el estado de seguridad nacional (el Estado profundo o Deep State, una especie de gobierno secreto dentro del gobierno) que encubría a la red de demócratas, filántropos (George Soros, por supuesto, encabezaba la lista como un guiño antisemita más) y celebridades hollywoodenses que operaban y explotaban redes de tráfico infantil. También se mencionaba la amenaza antifa (de antifascista), término que a partir de entonces pasó al uso común.
Para noviembre ya se hablaba de “El gran despertar” que ocurriría cuando la conspiración fuera expuesta y sus protagonistas encarcelados o ejecutados. Los posteos fueron involucrando a más personajes, creando narrativas oportunistas que se colgaban de los hechos recientes en forma de explicaciones delirantes del comportamiento errático de Trump y sus políticas. Q conectaba al famoso pedófilo Jeffrey Epstein con Clinton (lo cual no era un misterio), pero no mencionaba la relación que tuvo con Trump. Cada vez que la realidad mostraba la incompetencia o las falsedades del presidente, Q confundía a sus seguidores con desinformación, promesas disparatadas y charlatanería.
Descifrar el estilo parabólico de los posteos se convirtió en una obsesión para miles de anons (como comenzaron a conocerse) y el culto comenzó a atraer a un público amplio y variado en el mundo: policías, entrenadores de yoga, fanáticos de lo oculto, deportistas, gurús new age de autoayuda, pequeños empresarios, chefs, escritores, aspirantes a cineastas y músicos. La clase media freelance nutrió las filas del escepticismo al servicio de la extrema derecha (a veces sin entender lo que estaba haciendo), que se deslizó por “agujeros de conejo” (rabbit holes, en alusión a Alicia en el país de las maravillas), configurando lo que realmente fue un culto que aglutinó al grueso de los fanáticos más duros de Trump. La desinformación que ofrecía Q y sus interpretaciones invadieron todas las redes sociales, donde con la ayuda de los algoritmos de Facebook y YouTube estos materiales extremos adquirían cada vez más popularidad. Creaban reacciones extremas de rechazo o aprobación que enganchaban a los usuarios por horas y en consecuencia eran promovidos vigorosamente.
En 2013, cuando 4Chan comenzó a moderar los contenidos y limitar los ataques, Frederick Brennan creó el sitio 8Chan como un foro sin moderación. En 2016, Brennan rompió con 8Chan y se ha dedicado a denunciarlo desde entonces. En 2018 la comunidad QAnon se mudó en masa a 8Chan, argumentando que 4Chan estaba infiltrado. En enero de ese año apareció el eslogan “Donde va uno, vamos todos” (Where We Go One, We Go All o WWG1WGA), que se adoptó como el grito de unión y combate del grupo.
Como otras conspiraciones populares, QAnon mezcla elementos reales con disparates y chifladuras. Por un lado anunció que cinco gobernadores demócratas habían enviado pacientes de Covid-19 a asilos de ancianos, causando un gran número de muertes. Lo cual sucedió en Nueva York, debido a las políticas criminales de Andrew Cuomo. Está por verse si los otros cuatro gobernadores hicieron lo mismo. Al mismo tiempo, QAnon mentía al asegurar que la hidroxicloroquina que promocionaba Trump era una cura para el Covid-19. O bien pregonaba que la organización Planned Parenthood, que se dedica a ayudar a las mujeres con sus derechos reproductivos, en realidad se ocupaba de acumular fetos para lucrar con sus partes. Los posteos previos a la elección estaban enfocados en el supuesto fraude electoral que se preparaba. Luego de los votos y la derrota de Trump los mensajes disminuyeron, sólo hubo cinco, y el último fue el 8 de diciembre. (Ver qalerts.app).
Como otras conspiraciones, QAnon mezcla elementos reales con disparates y chifladuras... anunció que gobernadores demócratas habían enviado pacientes de Covid-19 a asilos de ancianos, causando un gran número de muertes
LA CARNAVALESCA TOMA DEL CAPITOLIO
Obviamente, la derrota del líder era un golpe difícil de justificar, aun dentro de la irracionalidad alucinada de QAnon. Miles de seguidores han abandonado el culto, denunciándolo como un fraude y sintiéndose usados. Pero muchos otros permanecen fieles, pensando que su causa simplemente dio un giro y recomiendan: “Confía en el plan” y “No confundas el silencio con la falta de acción”. Algunos aseguraban que Trump tomaría el poder el 4 de marzo (la fecha en que originalmente había transición de poderes, que fue cambiada al 20 de enero por la vigésima enmienda, en tiempo de Roosevelt) y que en ese momento arrestarían a Biden y su equipo.
La justificación es que según ellos el país se convirtió en corporación en 1871, después de la aprobación de la ley orgánica del distrito de Columbia, y por eso ningún presidente ha sido legítimo desde Ulysses S. Grant. Esto supone una teoría libertaria extrema de quienes se oponen a las leyes, impuestos y moneda estadunidenses ya que restringen las libertades individuales. Otros creen que ahora el redentor de la humanidad es Biden, quien ha venido a sustituir a Trump en la campaña por eliminar a los poderosos pedófilos satánicos que dominan al mundo.
Q anunció que venía una “Tormenta” (The Storm): la confrontación final entre Trump y la conspiración de pedófilos, un Armagedón republicano. Durante la manifestación proTrump del 6 de enero, afuera de la Casa Blanca, llamada “Detengan el robo” (Stop the Steal), el aún presidente llamó a sus seguidores a ir al Capitolio, donde comenzaba la certificación de votos que daba la victoria a Joe Biden en la elección presidencial. Durante semanas, diversos grupos habían organizado este acto para manifestarse y tratar de impedir que se concretara el “robo”, así como darle una lección a los congresistas. No fue inesperado que marcharan hacia ese edificio. Lo que no era tan predecible fue que lograran entrar al mismo, algunos por la fuerza, otros con la complicidad de los policías.
Los seguidores de Q se unieron a milicianos de extrema derecha y arrollaron a la policía del Capitolio sin necesidad de armas de fuego. La invasión fue como la materialización de los sueños de rebelión de la alt-Right. Miles de insurrectos llevaban la Q en la ropa, banderas, sombreros y toda clase de mercancía, mientras pedían las cabezas del vicepresidente Pence y de la líder demócrata Pelosi.
Las cinco personas que murieron en esa acción rocambolesca eran fanáticos de Trump y dos de ellos suscribían las ideas de Q: Ashli Babbitt, quien recibió una bala en el cuello al saltar por una ventana rota, y Rosanne Boyland, quien fue aplastada por la masa a las puertas del edificio. Trump quedó desplataformizado (Twitter purgó alrededor de 70 mil cuentas vinculadas con QAnon, Facebook sancionó a más de tres mil páginas), pero ganó el juicio por su destitución (impeachment) y nadie en su gobierno fue señalado como incitador o cómplice. Mientras tanto, en plataformas como Gab, Parler y Telegram, entre otras, los seguidores de QAnon siguen proliferando.
El hecho de que el ejército y la guardia nacional fueran desplegados en Washington también fue percibido como una prueba de que en cualquier momento los militares darían un golpe de Estado; comenzarían los muy prometidos tribunales militares que terminarían con numerosas ejecuciones públicas y la instalación de una junta en el poder. El silencio de Q, obviamente, refleja que sus autores esperan a ver cómo reinsertar a su personaje en la nueva realidad postTrump. A su vez, dos fanáticas seguidoras de Q, Marjorie Taylor Greene, de Georgia, y Lauren Boebert, de Colorado, fueron elegidas para el Congreso y aunque han intentado distanciarse públicamente de sus creencias representan a la creciente ala delirante republicana y su influencia será inevitable.
Si la profecía de una conspiración fracasa basta con dar un giro a la narrativa para así incluir ese fracaso como parte de la conspiración y seguir explotando a los creyentes.
Hemos llegado a un momento en el que da igual desenmascarar o revelar si es cierto que existe el presunto Q. Desde hace rato, la realidad perdió toda relevancia para los fanáticos.