Volvió a suceder esa práctica endémica de los conciertos en México: no tenemos boleto, damos portazo. El sábado 8 de junio se presentó el Hell on Earth Tour en el Circo Volador, tocaron el grupo de hardcore Discharge, acompañado de dos bandas de thrash, Havok y Midnight. Punk y metal a 666 grados, una combinación que explotó cuando tocaba Midnight. En el Circo ya se lo esperaban, Discharge tocó en el Ex Balneario Olímpico de Pantitlán en 2022 y también tiraron la puerta, así que colocaron un cerco metálico. Pero los que intentaban entrar al grito de ¡Por-tazo-por-tazo! lograron irrumpir en estampida, luego de derribar vallas, rejas y puertas, entre tambos de basura como arietes y patadas de anarcopunks, quienes consideran el portazo un acto de justicia social.
Además de los musicales, también hay portazos deportivos y políticos. Suceden en ausencia de logística, cuando la seguridad es rebasada y a veces la seguridad abandona el lugar, como en el rifirrafe de los Dead Kennedys y los Misfits en el Rayo en 2004. Se dan con frecuencia en los conciertos de punk y metal por ser los géneros antiautoritarios, pero suceden en todo tipo de presentaciones: en febrero dieron portazo en el edc, en la entrada 15 del Autódromo Hermanos Rodríguez. En 2023 lo dieron en el Heaven & Hell Fest, en el Luciferum Festival y en el Festival Cultural Nezahualcóyotl Texcoco –con los reggaetoneros El Bogueto, El Malilla y Uzielito–, en la Unidad Deportiva Silverio Pérez, donde una mujer murió aplastada. Dieron portazos en Santa Fe Klan en 2022, El Recodo en 2019, Café Tacuba en 2008 y el Vive Latino en 2005. Y hay portazos célebres que presencié, como Bauhaus en el Cine Ópera –con el trompo al pastor que los rijosos aventaron del segundo piso– en 1998, el zafarrancho de Exploited y gbh en el Deportivo Mina en 1993, los Cramps en el lucc en 1992, La Polla Records en el lucc en 1990, Bon Jovi en Guadalajara –donde hubo balazos, heridos y un camión como ariete– en 1990, Rod Stewart en Querétaro –donde gasearon al respetable– en 1989, y Miguel Ríos en la Plaza de Toros México en 1988.
Interesante rastrear el origen de los portazos musicales. El motivo principal es el precio de la entrada, más la fiebre de los fans por ver a sus ídolos. Es un golpe de adrenalina en medio de una euforia colectiva, anónima, que ha dejado de ser espontáneo, ahora se organiza en redes sociales. Pero producir un concierto cuesta y los músicos también comen. ¿Cuándo y dónde fueron los primeros portazos? El año pasado circuló el libro Abran esa puerta, historias de portazos (Astillero, 2023), compilado /prologado por el escritor Jorge Tadeo Vargas, en el que reúne trece crónicas sobre portazos musicales en el país, con las plumas rockeras de Juan Mendoza, Daniel Salinas Basave, Verónica Miranda, Alfonso Morcillo, Israel Martínez, Carmen Sánchez, Arnoldo Vidal y Pillo Vázquez.
El portazo es un fenómeno tan normalizado que ya se considera tradición. Cuando sucede lo mejor es ponerse flojitos y dejar que pase como un temblor: no corro, no grito, no empujo.