Prosa bonita, el cuento y sus ratones amaestrados

El corrido del eterno retorno

El rugido de los ratones
El rugido de los ratones Foto: Cortesía del autor

Daniel Herrera, alias Prosa Bonita, colaborador asiduo de El Cultural, y bajista de hueso, estrena nuevo libro de relatos, El rugido de los ratones (Editorial Gato Blanco, 2024). Conversamos con él para conocer algunas de las claves de su trabajo.

Sé que las capitales culturales te dan roña. En este sentido, qué significa para ti escribir desde el desierto.

Corrección, la Ciudad de México me da roña para vivir, de visita es bastante agradable. Si me llevan a New York o a LA nada me va a dar roña.

El rancho en el desierto me gusta porque a nadie le importa mucho si escribo o no. Cuando obtuve el SNCA, lo primero que hicieron aquí los colegas músicos fue ponerme un apodo. Cuando una amiga cantante se enteró de que soy escritor me dijo que qué joto. Disfruto que este trabajo no produce ningún aura especial en el rancho.

Por qué escogiste el cuento.

Pues fue mi primer amante. Cuando comencé a leer en serio, por ahí de los once años, lo primero que leí fueron cuentos. Siempre me ha gustado que en tan poco espacio exista tanto. Es, quizá, mi género favorito. Mi sueño es escribir cuentos perfectos como los de Raymond Carver o los de Chéjov o los de Cheever. Y si no son perfectos, lograr un puñado de algunos gigantes como lo hizo el viejo Buk.

Sigo pensando que es más complicado escribir un buen cuento que una buena novela. Y siempre que puedo busco autores que también tengan ese amor por el género. No es tan fácil como parece, la mayoría de los cuentos ahora trata sobre qué bonito sienten los personajes y cómo reflexionan sobre algo que me paso por los huevos. Yo busco historias que me metan una madriza, que me dejen tirado en el suelo, que me conviertan en un pinche guiñapo. Siempre existe alguna que lo logra.

Cuáles son tus cuentistas de cabecera.

Son un montón, pero debo decir que para escribir este libro estuve pensando en Cheever. Sobre todo en él y esa forma de escribir cuentos que parecían novelas pero seguían siendo cuentos. Hay otros autores muy importantes para mí. Me gusta profundamente Raymond Carver. En general siento la influencia de los narradores estadunidenses. Leí mucho a Erskine Caldwell y sus cuentos sobre el sur profundo jodido. Flannery O’Connor me impactó con su violencia fría y sin aspavientos. Truman Capote con su delicadeza para retratar lo más repugnante, y un cuento en especial de Hemingway, “Los asesinos”, me dejó marcado para siempre desde el día que lo leí.

Tus personajes tienen un gusto musical muy parecido al tuyo. ¿Es una coincidencia?

Nada es coincidencia. Escribo sobre lo que conozco. Lo único que hago es acomodar mis gustos musicales según el personaje. Aunque a mis personajes les encanta el rock, no todo el rock que a ellos les gusta a mí también me agrada. Lo que sí te puedo decir es que la música siempre está presente en mi trabajo literario. Sea porque los personajes escuchan música o porque siempre estoy recibiendo influencia de distintos grupos o géneros musicales mientras escribo.

En tus historias se aborda la paternidad desde distintos ángulos, ¿por qué te obsesiona tanto?

Porque casi todo lo que hago a diario es para mis hijos. Desde que soy padre esa realidad me ha envuelto de tal manera que no puedo desprenderme de ella. Por más extraño que parezca, incluso para mí mismo, sí disfruto ser padre. Me ha cambiado profundamente. Como mi mente está en ellos tantas horas al día, decidí que entonces también estarían en mi escritura. Es un tema muy sobado, pero he intentado abordarlo desde, como dices, todos los ángulos. Estoy seguro que no he entregado nada absolutamente original, pero lo estoy intentando.

Un cuento en especial de Hemingway, ’Los asesinos‘, me dejó marcado para siempre desde el día que lo leí.

Qué es lo que te atrae de tu personaje el perrito Cheems.

Sobre todo me gusta la debilidad aderezada con gracia.

Es un perro que podría ser adorable pero que termina siendo un chiste. Acepta que es un alfeñique y esto se puede usar para todas las situaciones en donde uno pierde la partida y el juego. Pero no es trágico, siempre nos podemos reír de él y es como reírse de todas las veces que uno ha fracasado. Me gusta que sea el perro perdedor que sigue aguantando putazos a diario.

El tema del dinero también es recurrente en tus cuentos. Algo que no suele preocupar a algunos escritores.

Estoy seguro que mucho de lo que se escribe en este pobrecito y jodido país cierra los ojos ante la realidad que vivimos la mayoría. Ahora hay una pinche visión poderosa que ha impregnado no sólo el cine y la televisión sino incluso la literatura, la música o las artes plásticas. Es fácil hacer “arte” cuando tienes padres con dinero. Por eso el dinero, o la falta de él, aparece tan seguido en mi trabajo. A mí me gustan los personajes que puedo encontrar a la vuelta de la esquina. Esos que siempre están haciendo cuentas y rascándose el fondo del bolsillo para vivir. El dinero está ahí, como una pinche nube negra siempre encima de mis personajes. No hay de otra.

¿Se puede ser fan de la cumbia aunque no sepas bailar?

No creo que se pueda ser fan de la cumbia sin bailar, aunque estés bailando mal. La cumbia, como uno de los más grandes géneros musicales de Latinoamérica, si no es que el más grande, tiene que pegarte en la cola y moverte las patas aunque no bailes bien. Yo fui un adolescente que odiaba la cumbia. La odiaba. Hasta que descubrí que mucho de su éxito era impostado.

¿Algún día abandonarás La Laguna?

Yo lo que quiero es abandonar este pobrecito país. No sé si algún día lo pueda lograr. Me voy haciendo viejo y esos cambios radicales se vuelven cada vez más complicados. Pero no me veo viviendo en otro lugar de México que no sea mi rancho. La Laguna es un lugar raro, donde las cucarachas abundan y el calor nunca ceja. A pesar de esto y de que casi todo el tiempo estoy sudando, debo decir que amo sus cantinas y las calles feas del centro que para mí son hermosas. Algo tiene esta ciudad en su propia fealdad, algo que te hace sentir bien aunque la estés pasando del carajo. No sé, todavía no logro entenderlo bien.

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