Mircea Cărtărescu (Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022) es el creador de una obra en la que algunos han visto una recuperación del realismo mágico y un poderoso esfuerzo creativo que conjuga autoficción y literatura fantástica. Es frecuente que, para definirlo, la crítica enumere sus influencias (García Márquez, Borges y Kafka, entre otros), porque a veces resulta complicado hacer una sinopsis de sus libros más ambiciosos. Antes de escribir narrativa, Cărtărescu comenzó su carrera como poeta; esto resulta importante porque el sesgo del asombro poético (y no sólo la prosa casi lírica) se deja ver en todos sus trabajos.
La narrativa de Cărtărescu consis-te, hasta ahora, en los siguientes libros: Nostalgia (originalmente Visul, 1989), Lulú (Travesti, 1994), Por qué nos gustan las mujeres (2004), la trilogía de novelas Cegador (1996, 2002, 2007), considerado su trabajo más complejo y ambicioso, Las Bellas Extranjeras (2010), tres relatos humorísticos, y Solenoide (2015). La forma más clara y sincera de hacer la sinopsis de una novela consiste en decir qué sucede dónde; decir “Juan Preciado fue a buscar a su padre a Comala, un pueblo que luego sabemos que es habitado por fantasmas” nos ofrece la posibilidad de conocer el drama del personaje y el momento en el tiempo literario en que se narra.
RESULTA UN POCO MÁS DIFÍCIL hacer esto con Solenoide. Decir: “todo lo que pasa lo alucina el narrador sentado en una silla de dentista” sería darle al libro una interpretación casi psicológica. En la novela existe, sí, una horrorosa silla de dentista en un torreón imposible, que alimenta una especie de intestinos bajo ella con el dolor de quienes reciben el “tratamiento” de alguno de sus instrumentos. Estas raíces oscuras no se alimentan de la sangre sino del dolor. Como muchas de las cosas que pueblan Solenoide y la trilogía Cegador, esta silla forma parte del baile entre la belleza y el horror, la vida solar y su necesidad de alimento y la muerte y su necesidad de nutrirse y, sobre todo, de una batalla que también es una mezcla casi extática entre el amor y la repulsión, la belleza y la monstruosidad, etcétera.
En “Una ducha no-laodicea”, de El ojo castaño de nuestro amor, Cărtărescu hace este apunte sobre sus intenciones literarias:
Muchos creen que una novela lograda tiene que presentar una estructura, unos personajes redondos, una historia, estilo, unidad y no sé cuántos rasgos más de teoría literaria. Tal vez todo eso sea necesario, pero yo creo que el logro de un libro está en esos momentos de resplandor extraordinario más allá de los cuales adivinas el espectáculo de una mente verdadera, de un hombre verdadero, de una inteligencia inagotable.
Volviendo a Solenoide, si llegamos al punto en que leemos sobre la silla odontológica, es porque antes ya le creímos suficiente al narrador como para seguir leyendo. Mircea Cărtărescu escribe una obra con inclusiones oníricas y grandes catedrales simbólicas, al mismo tiempo que libros perfectamente posmodernos en los que la autoficción es llevada a sus límites. Este trabajo monumental (tanto por su extensión como por su lograda factura) es posible, en primer lugar, gracias a una herramienta narrativa básica: la verosimilitud emocional. Al comienzo de Solenoide, una prosa intimista, delicada y expresiva nos abisma en la soledad del narrador, un escritor frustrado que da clases en una escuela primaria y que sigue sin reponerse de las duras críticas que años atrás recibió, en un taller literario, su poema largo “La caída”.
SON, EFECTIVAMENTE, los terrenos del realismo mágico: la hábil mezcla de personajes psicológica e históricamente verosímiles con elementos fantásticos. El escritor frustrado encuentra un día, oculta en su ombligo, la cuerda con la que le amarraron el cordón umbilical cuando nació. Ya no cuestionamos en adelante que haga el amor en el aire con su amante después de que activan el solenoide de la casa que habita, o que en una especie de misa una estatua cobre vida y aplaste al orador, o que el narrador y otro profesor descubran en una fábrica abandonada especímenes gigantescos de insectos y una niña enorme dormida, o que el muy real Nicolae Vaschide haya fecundado a una mujer al soñar junto a ella con una niñita, que años después encuentra durmiendo sobre una mariposa monstruosa dentro de un cráneo descomunal oculto en una colina.
Bien entrada la novela, las cosas que ocurren están lejos de Bucarest y de la casa con el solenoide, aunque sigan ocurriendo ahí. Aquí y allá, a momentos, se nos confiesa que, en realidad, ocurren dentro de un texto:
Esto es lo que mi manuscrito ha hecho hasta aquí: ha descubierto, ha sacado a la luz, ha desvelado lo que estaba oculto por velos, ha descriptado lo que estaba oculto en la cripta, ha descifrado la cifra de la caja que lo contenía, sin que una sola gota de la sombra y la melancolía del objeto desconocido haya caído en nuestro mundo.
Solenoide es, de hecho, una historia desprendida de la trilogía Cegador. Si ésta última es la historia genealógica maravillosa y Solenoide la novela poética del narrador desmesurado que recorre los libros de ficción de Cărtărescu, en Nostalgia, publicada en rumano como Visul (“sueño”, en español) atendemos el momento en que se originaron este narrador y su universo.
El autor apela a los restos de nuestra capacidad infantil para creer en lo fabuloso, pero en ámbitos adultos (el placer y la perversión llenan páginas)
El libro tiene elementos literarios sofisticados y engañosos. Pocas veces se respeta el carácter de novela con que la describe su autor, pues los apartados que la componen (“El Ruletista”, “El Mendébil”, “Los gemelos” y “REM”) pueden leerse como relatos. Bien entrado el libro percibimos la reverberación de personajes y sitios que nos indican una galería subte-rránea tenuemente trazada. Nostalgia es, también, uno de los libros más accesibles de Cărtărescu (salvo por Las Bellas Extranjeras y Por qué nos gustan las mujeres), no sólo porque es mucho más breve que Solenoide o la trilogía Cegador, sino también porque en estos últimos las historias contienen subhistorias, personajes y símbolos comunes que se remontan a Nostalgia, donde el escritor presenta paulatinamente su poética.
“EL RULETISTA” es el magistral relato de un hombre que se gana la vida disparándose con un revólver cargado con una, dos, tres, cuatro y hasta cinco balas frente a un público que apuesta sobre su vida o su muerte. El texto, que tiene un aire romántico, parece un cuento realista hasta que en las últimas páginas el narrador revela (si es que se puede aplicar esta palabra) que pese a que todo lo relatado lleva la máscara de la literatura, sigue siendo real:
El Ruletista no podía vivir en el mundo, lo cual es en cierto modo una forma de decir que el mundo en el que vivía era ficticio, que era literatura. No tengo ninguna duda, el Ruletista es un personaje. Pero entonces yo también soy un personaje y aquí no puedo evitar mostrarme exultante de alegría.
Todo esto lo narra quien insiste en llamarse autor de lo escrito. Se trata de una reflexión posmoderna, pero también de una herramienta para fundar ese quimera literaria llamada “pacto con el lector”. El narrador insiste en su carácter de autor del manuscrito en cuestión (sucede en Cegador, en Nostalgia, en Solenoide; siempre hay un manuscrito), de tal manera que apela a la parte más infantil de quien lee: ¿Se trata de los sueños de Cărtărescu, de alucinaciones?
Cerrado el libro, el artificio cae (recobramos la reflexión adulta), pero entre la literatura fabulosa y fantástica contemporánea, la de Cărtărescu se distingue, entre otras cosas, porque no hay narrador más preocupado que el suyo en cimentar su carácter de real. Claro, el rasgo más prominente es la profundidad de lo escrito: el autor físico es poeta, y el narrador/autor de cada novela posee a su vez un manuscrito de su etapa de poeta maldito.
El autor rumano apela una y otra vez a los restos de nuestra capacidad infantil para creer en lo fabuloso, pero en ámbitos adultos (el placer sexual y la perversión llenan, por ejemplo, páginas enteras); pareciera que escribe para los restos de los niños que fuimos o para la mente glotona de imágenes del soñador empedernido. Y es que si el lector no tiene voracidad por lo imaginario, lo onírico o lo fantástico, puede verse expulsado de las historias que contienen a su vez historias, de esta red de personajes que aparecen, por acá o por allá, en complejas metamorfosis simbólicas.
Así, en Nostalgia aparece ya, en “El Mendébil”, un personaje también entrevisto en El ala derecha de Cegador: un niño con actitud de adulto que llega al barrio y enloquece a los niños del lugar durante unos meses. Los adultos apenas saben en qué consisten los largos discursos de este Cristo pequeñito, creador de alegorías incomprobables y, por lo tanto, irresistibles y adictivas, como las propias historias del narrador que en “REM” ejecuta un historia prodigiosa. El narrador de los textos anteriores ahora es un personaje (he aquí la novela) que tiene una amante madura que le cuenta una historia sobre su infancia (¿le cuenta un sueño?) o, más bien, sobre el fin de su infancia, mientras un insecto kafkiano, aunque invisible, narra para “el lector” esta historia en donde todos juegan a narrar, pues Gina cuenta como una Scherezada cómo jugaba a cosas imposibles y “reales” con sus amigas de infancia en un barrio a las afueras de la ciudad, cómo allí encontraron el esqueleto de una raza humana de gigantes y cómo fue puesta a prueba por uno de sus herederos en el arte de soñar.
SI NOSTALGIA ES UNA INMERSIÓN al realismo mágico de Cărtărescu y Solenoide representa al poeta encerrado en su soledad, Cegador es una alternativa fabulosa a la historia de éxodos de los Balcanes. El ala izquierda (tomo 1) se centra en la peregrinación de las últimas familias del clan Badislav. Huyen de su aldea devorada por el fuego y de unos muertos que asesinaron a sus parientes tras una orgía de meses provocada por los efectos de un nuevo cultivo en la región: el opio. Cruzan un Danubio congelado debajo del cual hay mariposas gigantescas. Muchos años después la madre de Mircisor nace con un enorme lunar en la cadera con forma de ala de mariposa. El ala derecha narra una marcha triunfal durante la caída de Ceaușescu mientras relata el origen de una lejana tatarabuela del padre del narrador. El hombre que la fecunda (en una boda ritual donde aparecen arañas y mariposas), Witold Csartarowski, es un príncipe que tiene una finca donde cría gusanos de seda. En El cuerpo (tomo 2) la historia se concentra en la niñez de Mircisor durante los años cincuenta y sesenta en Bucarest; su madre teje unas intrincadas alfombras que incluso la llevarán a ser interrogada por la policía secreta. Viven en un barrio donde siempre es verano, pues se encuentra bajo una campana de cristal. (Cuando los Aliados le otorgaron los Balcanes a Stalin, desperdigaron unas campanas de cristal en Europa del Este que, vistas desde el espacio exterior, forman la palabra CEGADOR). También hay una historia que resulta una digresión sobre una dualidad básica en estos libros: la mariposa y la araña, que recuerda un poco la luz y la oscuridad, salvo porque aquí también los seres etéreos pueden ser crueles y carnívoros, de forma al mismo tiempo esencial que sádica. El orama literario de Cărtărescu es
... la revelación que recibes tan sólo unas veces en la vida, el sueño esencial más verdadero que la realidad y único túnel que se abre en la pared del tiempo, a través del cual podrías escapar, llega con el tercer tipo de sueño, el sueño de la fuga. Procede de otra dimensión y lleva el nombre de orama.
Entre sus habitantes hay huesos humanos colosales, sueños que dan vida a personas, insectos horrorosos y gigantescos, Herman (el sabio a quien le crece un niño en el cráneo), orgías placenteras y orgías dolorosas, un fantasmal Víctor (hermano gemelo del narrador) investido con los poderes de la crueldad, y varias piruetas entre cuerpo y sueño/imaginación/conocimiento.
No es sólo su capacidad imaginativa lo que hace sobresaliente a Cărtărescu en la literatura contemporánea, sino que en medio de un mar de símbolos, personajes e historias —en medio de una arriesgada Matrushka donde conviven el experimento narrativo, un tono poético y otro new age o ecléctico— el autor sale victorioso y consigue libros profundos, inquietantes y rebosantes de poesía. Esto sucede gracias al contrapunto entre sensibilidad e inteligencia: la suya es una literatura preocupada por lo humano que, aunque se desvive por expresar la lucha de la conciencia contra el dolor, también es capaz de reflejar su lugar necesario en el universo.