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El corrido del eterno retorno

Novak Djokovic.
Novak Djokovic. Foto: ambito.com

El mejor deportista del planeta después de Jordan no es Michael Phelps, es Novak Djokovic.

Así lo demostró este año al igualar al igualar con veinte grand slams a Roger Federer y Rafael Nadal. Ambos son veteranos a los que no les quedó mucha cancha por disputar.

Desde un tiempo a la fecha, Federer ha acusado cierta apatía, que ha expresado de manera pública y materializó durante el último Roland Garros, cuando abandonó el torneo en octavos de final. “Después de hablarlo con mi equipo, he decidido abandonar. Después de dos cirugías y más de un año de rehabilitación es importante escuchar a mi cuerpo y no llevarlo al límite demasiado rápido”. Según Mats Wilander, Federer no quería una derrota dura con Djokovic, por ello prefirió renunciar al torneo.

Por su parte, Nadal ha sido honesto respecto a su nivel de juego, ha aceptado que cada vez será menos competitivo: algo normal para un jugador de su edad, que por el tiempo recorrido en la cancha comienza a acusar también un cansancio por acumulación.

Detrás de ellos viene Novak o Nole, con todavía mucho camino que recorrer para encumbrarse como el jugador con más grand slams, un récord que ya se ve al final del túnel, y que de concretarse, lo cual es más que posible, lo llevará a situarse en un lugar que difícilmente otro jugador que no sea Federer o Nadal pueda disputarle pronto.

Perdió la oportunidad de ganar el Gold Slam. La imagen que dio la vuelta al mundo fue el exabrupto

En Roland Garros, Nole venció a Nadal en cuatro sets. Con su habitual estilo dramático de juego perdió el primero, después ganó el segundo por buen margen, el tercero se le apretó pero se lo llevó por un juego arriba y en el cuarto ya no le dio oportunidad al español. Fue el juego clave para ganar la final. En la que enfrentó al griego Tsitsipas para protagonizar otra de esas novelas en que tanto le gusta convertir sus actuaciones. Perdió los primeros dos sets, pero vino de atrás para ganar los siguientes tres dándole muy pero muy poca oportunidad de juego al griego.

Apenas unas semanas más tarde, Djokovic ganaría su sexto Wimbledon para alcanzar los veinte grand slams. Se enfrentó al italiano Berrettini. Por supuesto que pese a su récord y su inmaculado comportamiento, Nole no era favorecido por el público. Existe algo en él que pone al público de Wimbledon en su contra. La audiencia estuvo de parte de Berrettini. Pero la presión en contra es algo habitual en Nole.

Berrettini llegó bastante crecido y ganó el primer set viniendo desde atrás, cuatro juegos abajo. Para el segundo, Nole inició su magia y ganó los siguientes tres para llevarse el título. No había duda, el domingo 11 de julio de este año estaba pasando por su mejor momento. No existía rival capaz de derrotarlo. Estaba tan concentrado, tan metido en su juego, que parecía una máquina, pero no una fría y distante, sino una que siempre le tiene que imprimir dramatismo a cada golpe de su raqueta, a cada carrera que echa de un lado a otro de la cancha, a cada saque.

Entonces vino la debacle. Luego de 22 triunfos seguidos, perdió la oportunidad de ganar el Gold Slam, el oro en los Olímpicos. Pero la imagen que le dio la vuelta al mundo fue el exabrupto, a los cuales es bastante ajeno por cierto, al estrellar su raqueta cuando perdió el bronce ante Alexander Zverev. Las redes y la opinión pública no tardaron en bañarlo en críticas y en volverlo carne de meme. Nole había hecho antes comentarios acerca de cómo manejar la presión y durante la justa olímpica ignoró sus propios consejos.

A los ojos del mundo Nole se convirtió en un sujeto digno de reprobación. Pero lo que sus gestos dicen, que por fin estallara ante una constante con la que se ha topado en sus partidos históricamente, siempre venir de atrás, casi sin el favor del público, es que en este gran deportista también existe una persona. Un ser humano que como cualquiera de nosotros es susceptible de perder los estribos en cualquier segundo. Nole no es un robot. Y esto es lo mejor que le puede pasar al tenis y a cualquier deporte. Sí, es el deporte blanco, pero también hay vísceras, sangre y sudor. Y todos aquellos que lo criticaron por estallar han perdido de vista que las emociones humanas no se pueden reprimir para siempre.

Es probable que Nole pierda otros partidos, ya lo hizo de hecho, pero no tardará en volver para reclamar ese lugar que ya vislumbra desde aquí, ser el más grande tenista de la historia.