Una película está dándole su lugar a la subcultura regia. Su título es Ya no estoy aquí (Fernando Farías de la Parra, 2019) y catapulta la identidad barrial de Monterrey a través de los cholombianos, quienes a fines de los ochenta comenzaron a generar un movimiento sociomusical. Gracias a ellos, proyectos como esta cinta llegan ahora a las pantallas. Al verla recordé mi vida en Santa Catarina, Nuevo León, donde mis compañeros de secundaria eran idénticos a los protagonistas del video “Chúntaro style”, de El Gran Silencio. Por otro lado, el filme retrata con crudeza la parte oculta de la entidad, ésa que el gobierno y la clase privilegiada han ignorado. Bajo esa luz me pregunto qué habrá sido de aquellos antiguos amigos míos.
Por los temas que trata, como pertenencia y migración, más los tintes musicales que suma, la película ha recibido opiniones de todo tipo. El año pasado ganó en el Festival Internacional de Cine de Morelia, obtuvo un galardón en el certamen de El Cairo, en Egipto, y ha formado parte de festivales internacionales de cine. Entre sus puntos a favor se encuentra la estética de quienes aparecen en la película y no son actores profesionales; se trata de gente de a pie que conoce de cerca el asunto cholombiano. Juan Daniel García interpreta a Ulises, el personaje principal. Tanto él como los demás adolescentes que conforman la pandilla de Los Terkos revelan cómo baila y se expresa ese grupo en las calles; muestran la otra cara regia, la que radica en los bajos fondos.
LOS PAISAJES CAPTADOS por las cámaras combinan con la cumbia rebajada de origen neoleonés. Una toma en particular muestra la dualidad regia. Ocurre en un baile que se lleva a cabo en lo más alto del cerro de la Loma Larga, donde se encuentra la colonia Independencia. Las luces se enfocan en la llamada Ciudad de las Montañas. Lo primero que piensa uno, conociendo la sociedad que se siente orgullosa por ser de ahí, es que en sus casas deben estar asando carne, tomando cheve, discutiendo sobre los equipos de futbol Tigres y Rayados, platicando sobre el jale [trabajo], junto con otras frivolidades. En cuanto la cámara gira y se escucha un cumbión se entiende que lejos de esa llamada civilización, la felicidad está en el cotorreo.
La película cuenta la historia de Ulises, un chico de 17 años que es frío en su hogar roto (vive con su mamá y dos car nalitos), pero alegre con Los Terkos. Tiene poca esperanza de ser alguien bien. El origen menesteroso de su barrio, Independencia, no tiene ningún interés para la mayor parte de los regios. Muchos incluso desconocen la cultura musical que existe ahí.
La trama se desarrolla durante el sexenio presidencial de Felipe Calderón (2006-2012). El guión expone la realidad de muchos jóvenes de bajos recursos que en esos años buscaban un camino, fuera correcto o incorrecto, mientras para los regios de estatus cómodo, esas circunstancias de la vida pasaban desapercibidas. Y es que con la Guerra del Narco, la sociedad sufrió un cambio drástico y lugares como la Independencia se convirtieron en refugio del narcotráfico.
ME PARECE QUE Ya no estoy aquí pondrá otra vez de moda a los cholombianos, gracias a su historia atemporal y dividida en dos lugares: la Independencia y Queens, Nueva York. A lo largo del filme conocemos el linaje del protagonista mientras baila en lo más alto del cerro de la Loma Larga, visita puestos de discos y manda saludos a través de estaciones de radio. Por la pobreza y la falta de oportunidades en una ciudad clasista como Monterrey, Ulises termina en el barrio de Queens. Ahí, sin soltar un MP3 que lo hace entrar en un trance kolombia, vive el problema real de la migración. Su reacción más noble es utilizar el baile como resistencia y la música, como escape. Pero el caos de la Gran Manzana, sus habitantes y la barrera del idioma no hacen otra cosa más que deprimir al chingón de Los Terkos. Ulises extraña su entorno, a sus camaradas, su verdadero estilo de vida. Los otros mexicanos con quienes trabaja se burlan de él por la manera en que se viste. El cholombiano no encaja, mientras la fidelidad que tiene por su subcultura lo arrastra a la soledad. Se hunde en una nostalgia incurable que va con él por las calles, el metro y su cuartito de azotea.
Cantando kolombias conoce a Lin, una chica de 16 años que vive con su abuelo y despacha en una tienda. La adolescente se siente atraída por lo exótico que le parece el regio. Por más que trata de apoyarlo, recordándole su pasado, el amor no florece. Así, Ulises se da cuenta de que no quiere estar ahí.
LA SOLUCIÓN DEL CHOLOMBIANO es comenzar de cero para cerrar los ojos y sonreír. Sobrevivir entre borracheras, chemo, cumbias rebajadas y una fichera colombiana no es divertido. Al fin, el vergas de Los Terkos es deportado. Regresa a su barrio y se topa con la narcocultura que ha hecho de la Independencia un infierno; sus camaradas son el reflejo de esa etapa violenta. Balaceras, levantones y prejuicios desparramados en Ya no estoy aquí recuerdan cómo es la Ciudad de las Montañas, en especial en las esferas bajas de la sociedad regia. La escena más representativa de ese contraste que se vive diariamente ahí ocurre cuando un grupo de clase alta se va de shopping a McAllen, Texas, en una van. Al mismo tiempo, escondido en el vehículo, Ulises huye de los problemas y termina de mojado.
Ya no estoy aquí puede crear conciencia sobre la realidad de que por décadas los cholombianos han sido segregados y la poca empatía hacia ellos ha impedido a la sociedad darse cuenta de que siguen estando ahí, repletos de sentimiento kolombia.