No tiren la cerveza

LA CANCIÓN #6

Damned
DamnedFoto: Cortesía del autor
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El martes ocho, a las seis de la tarde, recibí el mensaje de un amigo: vamos a The Damned y The Hives en el Palacio de los Deportes. Esos son amigos. Y esos son los mejores boletos, los que se arman de último momento sin desenfundar biyuyo. Teníamos que recoger dos de prensa en la taquilla. Y ahí empezó el problema: casi una hora parados en dos ventanillas donde apretujaron a los medios, desatendidos por unos prófugos de la primaria. Logramos entrar cuando The Damned, el grupo al que íbamos a ver, empezaba la tercera canción, “The History of the World (Part 1)”. Relájate, me dije, ya entraste.

Pero al pisar la pista nos recibieron los rebotes de un sonido sin forma. Estábamos frente a una leyenda fundacional del punk / goth inglés tocando sus canciones históricas con un audio de tres pesos, se oían tan mal que empecé a hacer coraje. ¿Por qué sigo yendo al cine a ver películas borrosas? Peor si es el grupo abridor. Desde que tengo memoria de los conciertos en México pocas veces he podido decir que se escuchó bien, salvo cuando es un gran grupo (Rolling Stones, Pink Floyd) o recintos como el Auditorio Nacional. Además de la acústica del lugar, los inges de sonido jamás logran sacarle brillo al Palacio de los Deportes como lo hizo el ingeniero de The Who. Los festivales, donde sean, siempre suenan mal. Entonces me encontré con Liz y para quitarme la muina pedimos una cerveza. Salió peor el remedio: $190 pesos un vaso de cerveza tibia. Claro, quiero todo gratis. Pero ese precio es un robo. En menos de una hora se refinaron quince canciones malditas por el eco, le prendieron fuego a la batería, y cerraron con “Looking at You” de MC5.

LOS HIVES NO LLENARON, pese al anuncio de que era el concierto más grande y producido de su carrera, se grabaría un DVD y un disco en vivo. Es la sobreoferta de conciertos y festivales que mantiene los shows medio llenos o medio vacíos, hasta cancelar como IDLES en Monterrey. Y en martes, menos. El grupo bien, por supuesto que “mejoró” el sonido, los vi en el 2005 en el Volador y eran pura adrenalina. El único problema de que su propuesta sea tan explosiva y energética, es que con los años es imposible mantener esos niveles de estamina. A su altura más vale maña que fuerza y saben mover al público. El cantante y delantero, el sueco Howlin’ Pelle Almqvist, parece más un animador de televisión que un cantante de rock. Y en español. Sus fans arrojaban los vasos de cerveza en la pista. Orines no eran porque los punks de hoy son nalgasmeadas con pañal. Sólo veía que aventaban puños de billetes de $200, canción tras canción, y pensaba: carajo, no tiren la cerveza. Dejen de romantizar conciertos mal hechos. Porque un atraco de OCESA y Ticketgángster, patrocinado por bancos y aerolíneas, en el que los asistentes disfrazados en Bershka bailan slam de peluche, no es un concierto de punk, ni de garage, ni de rock Parangaricutirimícuaro. La imagen que conservo es la de una morra que vendía pizzas, se sabía todas las de los Hives, bailaba y cantaba mientras despachaba rebanadas. La más auténtica de todos. El rock me la ponía como lección.