El lugar común sería afirmar que The Velvet Underground fueron un torbellino creativo original que pasó tan rápido que a muchos se le ha olvidado. Pero después de ver el documental homónimo dirigido por Todd Haynes (disponible en Apple TV) se entiende que no sólo fueron eso.
El film, creado a partir de seiscientas horas de video y miles de imágenes, explica tanto la etapa del grupo con Andy Warhol como el lapso en el que sobrevivieron lejos del artista. La obra abona sobre quienes se atrevieron a desafiar los estereotipos del rock, mientras la mayoría del mundo vivía el amor hippie. No hablamos aquí de contracultura, con esta película aprendimos que juntos encarnaban lo que nacía en Nueva York de forma natural. Eso es fundamental, porque además de los integrantes, la misma ciudad donde comenzó todo es una protagonista más, que cambia conforme la banda vive su exitoso periplo.
MIENTRAS MIRABA EL FILM dos asuntos me parecieron extraños: el primero es que esta obra de Haynes es mucho más tradicional que I’m Not There. La película sobre Bob Dylan es una revolución del género. El segundo tema es que, a pesar de que Warhol andaba por ahí, el director ha explicado que casi no existen videos del conjunto actuando en vivo, como si los conciertos fueran tan alucinantes que a pocos se les ocurría prender una cámara. Lo que vemos son fragmentos de la vida de los músicos lejos del escenario.
Con todo, el filme tiene una estética avant garde. La narrativa es lineal, pero la pantalla se subdivide en dos, cuatro o muchos cuadros más, lo que te obliga a atender con cuidado lo que se dice a través de las imágenes y no tanto de las palabras. Da la impresión de que la música del grupo, sobre todo sus dos primeros discos, se ha trasladado a la pantalla y estamos ante un intento cinematográfico de representar las innovaciones de Lou Reed y John Cale.
Esto lleva al primer pequeño problema que veo en el documental: es para quienes ya tienen kilómetros recorridos escuchando a los Velvet. Si uno no tiene referencias previas, la línea narrativa puede ser confusa. Pienso que, por un lado, Haynes deja esa exigencia en nosotros para enfocarse en contar una historia que ronda su cabeza. Por el otro, la cantidad de tinta que se ha utilizado para contar los pasos del grupo es tanta, que se da por hecho que quienes se acercan al film ya tienen en su bagaje los conocimientos suficientes para entender qué ven. Por eso no es un documental para quien desea acercarse a Velvet Underground, es para quien ya está inmerso en su música. El otro conflicto que encuentro son las voces dominantes. Entre quienes estuvieron involucrados en la banda —Lou Reed, John Cale, Andy Warhol, Maureen Tucker, Sterling Morrison y Nico—, sólo sobreviven Cale y Tucker. No cuento a Doug Yule, quien llegó después y mandó al conjunto por otro camino. La voz de Cale es quizá la que más fuerte se presenta, incluso Reed aparece un poco atrás. Es tan poderosa que el mismo Warhol está relegado, aunque su presencia es fundamental para que The Velvet tomara la forma que conocemos.
El grupo representa el enfrentamiento entre John Cale, artista de vanguardia, explorador de sonidos, y Lou Reed, poeta que amaba el rock
SI NOS ATREVEMOS a simplificar la historia, el grupo representa el enfrentamiento entre John Cale, artista de vanguardia, explorador de sonidos y obsesivo de la música, y Lou Reed, hombre que desbordaba creatividad, rockstar y visionario, amante de la música pop pero también de la poesía de Baudelaire y Rimbaud, un poeta que amaba el rock. Esa combinación inesperada terminó de cuajar cuando Warhol intervino. No quiero decir que antes no existiera Velvet, sino que en el documental queda claro que el artista entendió lo que Cale y Reed tenían en las manos.
El documental abre con Cale siendo ridiculizado en la televisión de los sesenta porque había tocado la obra “Vexations”, de Erik Satie. En cierto momento se sienta al piano y toca la pieza frente al típico público estadunidense. La condescendencia de quienes están en el estudio se respira hasta hoy, a través de los años. Cale no parece mortificado, sabe que debe mostrarse ante el gran público de alguna forma. El director deja claro que la vanguardia en los sesenta sabía que debía aceptar el juego del pop para llegar más lejos. Cage y Xenakis hicieron lo que pudieron y encontraron una barrera que parecía infranqueable. Su música no podía llegar a las masas sin entrar en amasiato con el pop. Fue en The Velvet Underground donde esos dos caminos se encontraron y produjeron algo que se volvería parte de la cultura popular. Sus canciones más famosas, además de la portada icónica del primer álbum, convirtieron a un oscuro grupo neoyorquino en la explosión más importante del rock y el punk.
Antes del final hay un momento que me parece excepcional. Después de que Reed deja la banda, los caminos de sus integrantes se separan, pero no se quedan estáticos. Las imágenes se suceden rápidamente y nos muestran los discos que los cuatro músicos crearon después del rompimiento: Cale y sus álbumes solistas, más su trabajo como productor; Reed y su carrera musical casi perfecta; Nico, Moe y Morrison con sus pocos álbumes. La música sube de intensidad y llega a una nota final. Al mismo tiempo, aparece en pantalla el álbum que hicieron Cale y Reed en honor a Warhol: Songs for Drella. Resume el documental completo: el trío creó un sonido y una obra visual revolucionaria. Los demás personajes que intervienen en la cinta sólo son contexto para presentar el producto más importante del arte de vanguardia neoyorquino: The Velvet Underground.