Vivian Maier, la fotógrafa de lo humano

Por primera vez en Latinoamérica, se exhibe en el Museo Franz Mayer la obra de la artista neoyorquina Vivian Maier, quien fuera completamente desconocida en el canon fotográfico y que gracias al director y cineasta John Maloof fue descubierta en una subasta. En la exposición Rev(b)elada apreciaremos diversas imágenes de una época pasada que estuvieron ocultas durante años, y que Maier, street photographer, supo retratar con una visión genuina de la naturaleza humana.

Vivian Maier
Vivian Maier Foto cortesía: Maloof Collection y Howard Greenberg Gallery, NY

Si el día de hoy hacemos una búsqueda en línea sobre los artistas más famosos del mundo, encontraremos el nombre de Vincent Van Gogh entre los primeros cinco. Este es un desenlace que nadie que lo conoció en persona pudo haber anticipado; el pintor neerlandés murió sin fama ni gloria, ni dinero tampoco, habiendo vendido sólo una obra en vida. Al ver la anticipación generada por la exposición de Vivian Maier en el Museo Franz Mayer, las filas en la taquilla para ingresar, y las continuas fotografías, historias y videos que circulan en redes sociales todavía unas semanas antes de su inauguración, la historia de Van Gogh inevitablemente viene a la mente. Maier tampoco gozó de reconocimiento en su tiempo —quizá, a diferencia del impresionista, porque ella misma eligió el anonimato— sin embargo, al día de hoy se ha convertido en un referente mundial de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX. Y esto fue gracias a la razón de ser de un joven que no ha escatimado nada en sus esfuerzos por reivindicar su nombre y su obra.

“La investigación científica se asemeja a la actividad del gallofero quien, al extraer de la basura los restos de comida o de ropa, convierte a estos objetos, apresados con su garfio, en el sueño de la casa a la que jamás entrará […] En un inicio, el historiador hace lo mismo con los restos que recaba en los archivos o en los documentos: reconstruye un mundo que nunca conocerá.” Las palabras con las que Michel de Certeau describe el oficio del historiador resuenan con fuerza en los hechos que iniciaron en el invierno de 2007 cuando John Maloof compró una colección de negativos en 350 dólares. Se encontraba en una subasta de antigüedades buscando fotografías que pudieran servirle para un libro que estaba escribiendo sobre la historia de Chicago. En realidad, no sabía muy bien qué hacer con su adquisición; no es que las fotografías fueran malas, todo lo contrario, al ponerlos contra la luz de inmediato se dio cuenta que lo que ahí había era interesante, pero no le servían para su libro y tampoco es que pudiera revenderlas en los mercados de pulgas en los que había trabajado con su padre. Pero quedó intrigado y, como él mismo admite en el documental Finding Vivian Maier en el que narra su descubrimiento, siempre tuvo un buen ojo para las cosas de valor.

Muchas de las imágenes de Maier que hoy se han vuelto icónicas ni siquiera las imprimió —en el acervo comprado por Maloof había casi 100 mil rollos sin revelar

Maloof decidió comenzar a escanear los negativos y al ver las imágenes en pantalla quedó completamente sorprendido. Eran buenas fotografías, pero, a pesar de contar con recibos, boletos y un sinfín de papeles que le permitían confirmar su nombre, no había ningún rastro de su existencia en línea. Y entonces el Internet hizo su magia. Pensó que estas imágenes debían ser compartidas con el mundo e inició un blog y un perfil de Flickr dedicados a la obra de Vivian Maier. La reacción de la gente fue inmediata; había algo en esas fotografías que impactaba y conmovía desde el primer momento. Convencido de que había encontrado un diamante en bruto, comenzó a contactar a los compradores del resto de las cajas y velices de Maier en aquella subasta. Una segunda búsqueda en Internet le arrojó un obituario. A la par, los recibos y demás papeles que resguardó celosamente tenían direcciones que le permitieron comenzar a contactar a quienes la conocieron en vida. Esto lo llevó a una bodega llena de cajas con sus pertenecías —su vida entera— que pronto serían desechadas por quienes se encargaron de cuidarla en sus últimos años.

Tal y cómo escribió De Certeau, nuestro historiador-pepenador comenzó a armar el rompecabezas de Vivian Maier. Era, ciertamente, una acumuladora, pero gracias a esta compulsión conocemos hoy un poco más sobre esta singular fotógrafa. Maloof supo que su vida la dedicó a ser niñera, que su madre era francesa, razón por la cual a pesar de haber nacido en Nueva York pasó su infancia en Francia —y por el resto de su vida habló con un acento galo, cuya veracidad fue cuestionada por quienes la conocieron. Lo que nunca sabremos es por qué, a pesar de traer siempre su cámara Rolleiflex al cuello, decidió que jamás mostraría ni exhibiría sus fotografías. El misterio se vuelve aún más difuso si tomamos en cuenta que muchas de las imágenes de Maier que hoy se han vuelto icónicas ni siquiera las imprimió— en el acervo comprado por

Maloof había alrededor de 100 mil rollos sin revelar.

John Maloof ha dedicado casi 20 años de su vida al resguardo, la conservación y la difusión de la obra de Vivian Maier tras ese primer descubrimiento. Comenzó a digitalizarlas de forma casera y poco a poco logró el apoyo de especialistas e instituciones. Esta labor no fue fácil, pues en un principio hubo escaso interés por la obra de una fotógrafa completamente desconocida. Ante el rechazo de museos como el MoMA, Maloof inició esta labor de forma autogestiva, buscando espacios de exhibición por sí mismo y tocando la puerta de galerías. “Mi misión es poner el nombre de Vivian Maier en los libros de historia,” dijo tras la primera exposición de su obra en Chicago. Y vaya que lo ha logrado con creces; en el texto que nos introduce a la exposición Vivian Maier. Rev(b)elada en el Museo Franz Mayer, la curadora Anne Morin afirma que Maier se ha convertido en un referente obligado de la fotografía del siglo XX. Al recorrer sus salas queda claro por qué.

A pesar de que en las casi dos décadas que han transcurrido desde su descubrimiento ha adquirido esta notoriedad, su obra es casi siempre descrita como la de una amateur. Si bien es cierto que nunca se dedicó profesionalmente a la fotografía, lo que es patente desde el primer instante en que entramos a las salas del museo, es que se trata de una mujer que sabía perfectamente lo que estaba haciendo; conocía su instrumento y sabía usarlo. Más aún, contaba con una mirada innata para la composición, aunque quizá no formalmente educada. Sabemos, sin embargo, que en su infancia en Francia vivió con una fotógrafa y, por la cantidad de periódicos y revistas que acumuló en vida, que era una mujer informada de su tiempo y familiarizada con los lenguajes visuales del periodismo. Esto indudablemente permeó en su forma de abordar su trabajo tras la lente.

Hay un sentido de la tragedia en su fotografía, pero también de humor. su obra fue, ante todo, callejera

Hay también en la obra de Maier una mirada que reconoce lo más profundamente humano; hay un sentido de la tragedia en su fotografía, pero también de humor, como lo ha descrito el fotógrafo Joel Meyerowitz. En ese aspecto, su obra fue, ante todo, callejera. Ahí supo capturar la dureza y la crueldad, la ternura y la alegría, en resumen, las contradicciones, de la modernidad urbana. Los instantes que retrata en este corpus de obra, el más prolífico, también nos muestran a una fotógrafa preocupada por su realidad y cuyas afinidades políticas, pero también las más sensibles, se encontraban en la clase trabajadora.

Se ha hablado mucho de Vivian Maier en relación al autorretrato, incluso como precursora de la selfie, un aspecto que también es explorado a detalle en la muestra del Museo Franz Mayer. En este sentido, la autorrepresentación de la mujer destaca a menudo en la crítica que se ha producido en torno a su obra. Sin embargo, visto desde la mirada panorámica que permite Rev(b)elada se antoja otra hipótesis: la de una mujer que busca autorreflejarse en los márgenes de la vida citadina, ahí donde existe la desigualdad y el trabajo duro. Como niñera al servicio de familias acomodadas, como mujer, y como hija de migrantes es en esa periferia donde encuentra su arraigo.

Todos estos aspectos de su trabajo, incluidas sus etapas más experimentales, conviven en las salas del Museo Franz Mayer como nunca antes lo habían hecho y es por ello que esta exposición nos permite un acercamiento singular a esta enigmática fotógrafa, pues previamente lo que se había mostrado al público eran miradas fragmentadas. “Si bien Vivian Maier había estado en cuatro países previamente, no habían sido visiones completas. Se nos ha presentado la parte de la autorrepresentación femenina, o la parte de los registros en calle, o el trabajo a color y en este caso nos interesó mucho el poder presentar de manera integral el trabajo de Vivian y poder abordar estas distintas miradas que encontramos en su obra”, explica Giovana Jaspersen, directora del Museo Franz Mayer en entrevista para El Cultural. A esto suma la naturaleza propia del acervo, una “obra que está naciendo todo el tiempo, conforme se va digitalizando y se va trabajando el archivo de Vivian. Esto también es muy emocionante porque tenemos piezas que nunca antes se habían visto”.

Sala de exposición en el museo Franz Mayer
Sala de exposición en el museo Franz Mayer

Siendo la primera vez que Vivian Maier se presenta en Latinoamérica no podía ser de otro modo, sobre todo si consideramos que se muestra ante un público, el mexicano, que conoce de fotografía. Somos un país que ha dejado huella en esta disciplina y también uno donde se consume fotografía, principalmente exposiciones de fotografía, como lo destaca Jaspersen: “es una mirada que hemos ido formando en las audiencias,” señala.

Al respecto, la directora también ahonda en la relevancia que ha cobrado el Museo Franz Mayer para estos públicos y que inicia con su acervo mismo: “nuestros coleccionistas fueron también fotógrafos, no Franz Mayer, sino también Ruth Lechuga y Wolfgang Paalen. Toda la producción que hiciera Franz Mayer como fotógrafo, toda la documentación que hace Ruth en las comunidades, la parte experimental y de registro de las distintas regiones de México que hace Paalen, son parte de nuestras colecciones”. El diálogo es todavía más relevante si consideramos que son producciones que, como la de Maier, se enfocan en retratar casi de forma sociológica o, incluso, etnográfica, la realidad cotidiana. No debemos olvidar que el Franz Mayer es un museo que se ha consolidado también como un recinto para la fotografía mundial en México, cumpliendo este año su 25 aniversario como sede de World Press Photo, evento al que se suma una programación continua de fotografía con exposiciones como la reciente Icons de Steve McCurry y ahora Rev(b)elada.

Fotografía de Vivian Maier
Fotografía de Vivian Maier

Finalmente, cabe mencionar que, si bien se trata de una exposición itinerante, el Museo Franz Mayer ha dejado su propia marca en la manera en la que se nos presenta la obra de Maier. “En otras partes del mundo se ha mostrado en el cubo blanco”, explica Jaspersen, “y en el caso del Franz Mayer, el trabajo que hicimos con los equipos creativos desde el primer momento fue diseñar la exposición que a nosotros nos gustaría visitar. Hay muchos guiños museográficos en sala para tratar de activar en el público la misma mirada que tuvo Vivian”. Esto es quizá uno de los aspectos más atractivos de su puesta en escena en México, ya que invitan a los visitantes a explorar su propia autorrepresentación. Tal y como ella experimentó con vidrios y espejos para autorretratarse e irrumpir en el espacio urbano, el público puede disparar selfies para hacer lo propio en el universo de Vivian Maier.

A través del recorrido en las salas del Museo Franz Mayer, es evidente que Vivian Maier fue una fotógrafa que supo retratar la condición humana y quizá es eso lo que explica el fenómeno en el que se ha convertido. Así como ella reflejaba su sombra en el mundo que le rodeaba, nosotros nos reconocemos en el dolor y la alegría que nos arroja su fotografía.