Carlos Fuentes

Todas sus voces narrativas

Desde mediados del siglo XX hasta principios del XXI, entre sus señas de identidad estuvo siempre la elegancia:seducía con el despliegue de su conversación y talento, el glamour del escritor cosmopolita que recibiótodo un catálogo de distinciones nacionales e internacionales. Mientras, el torrente de su narrativa continuabasin pausa, a lo largo de casi seis décadas y treinta títulos. Se dice pronto, pero es sólo una franja de su obra—que se extiende a otros géneros. Hoy se cumple el noveno aniversario de su fallecimiento y lo recordamoscon este ensayo que deslinda con precisión la fortaleza de su trayecto, universo coral que fundó “un lenguaje inaudito”.

Carlos Fuentes (1928-2012).
Carlos Fuentes (1928-2012). Foto: Fuente: turesumenya.com

Contaba Luis Guillermo Piazza que, de visita en México, Silvina Ocampo pidió ser recibida por Carlos Fuentes; cuando llegaron a la casa de San Ángel y entraron al estudio, encontraron al escritor-escritor sentado ante la máquina de escribir iluminada apenas por una lámpara, el cuarto semioscuro, el último disco, recién salido en Londres, a todo volumen; el escritor vestido como escritor quien al reconocer a la visitante se levantó como por un impulso eléctrico y exclamó: “Silvina”, lo que impresionó a la Ocampo.

Carlos Fuentes impresionaba a todos, visitantes célebres u ocasionales, se sabía el nombre de todos. Marco Antonio Campos aceptaba que aunque ya sabía lo que iba a acontecer cuando conociera en persona a Fuentes, no dejó de asombrarse cuando éste dijo “claro, excelente escritor” y citó de memoria el título de algunos de sus poemas; Xavier Velasco decía que ante ese shock of recognitions, el protagonista de la situación quedaba tan conmocionado que su mayor desahogo consistía en tirarse en la cama, y llorar de emoción un rato sobre la almohada. Lo mismo decía Ramón Córdoba, editor de más de una veintena de libros de Fuentes, cuando recibía una frase de agradecimiento por su buen trabajo.

En efecto, muchos autores son agradecidos y emotivos, pero no es lo mismo Carlos Fuentes que cualquiera de ellos.

FUENTES, DESCRIBE PIAZZA, era guapo, elegante, sabía bailar todo, estaba al día en vestimenta, música, los libros más recientes. No era coqueto como sus amigos Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez o Günter Grass, pero las mujeres quedaban tan impresionadas como ante Julio Cortázar, quien sin ser bien parecido daba la impresión de ser el escritor más guapo del mundo y de la historia.

Hay cientos de testimonios de la impresionante faceta de Fuentes como conferencista: de pie, sin beber de las botellitas que le ponían los anfitriones, charlaba una hora exacta, sin repetirse aunque recalcaba alguna frase sin leer ningún escrito; pronunciaba con naturalidad en inglés británico o estadunidense, francés, italiano, checo, alemán o hasta ruso.

José Donoso narra la conmoción que sufrió cuando en una reunión de escritores Fuentes se le acercó y le dijo: “Tú eres Pepe, estuvimos en la misma escuela pero tú ibas un grado adelante que yo. Tienes que darme un ejemplar de Coronación, ya la leí pero quiero tener el mío propio”. Donoso, sobra decirlo, quedó estupefacto de que el visitante estrella le hubiera dedicado esas palabras.

El autor explicaba que cuando se narra en primera persona, el lector tiene la sensación de que se habla de algo en presente; la segunda persona da la impresión de que se narra el futuro, mientras la tercera remite al pasado

Las anécdotas se multiplican: en una mesa redonda en El Colegio Nacional, en la que participaron Octavio Paz, Juan García Ponce, Gustavo Sainz, Marco Antonio Montes de Oca, el estrella fue Carlos Fuentes, quien con su voz potente y a la vez tersa bautizó los mitos modernos como Cocacóatl y Pepsicóatl; aunque ninguno de los participantes era desconocido, todos fueron opacados por el maravilloso discurso de Fuentes, que se puede leer en Plural.

El día que se presentó El naranjo, Arturo Trejo Villafuerte me presentó con Fuentes; sus palabras eran previsibles: “claro, no lo conozco pero lo he leído, magnífico crítico”, palabras que plasmó en la dedicatoria de mi ejemplar; en una serie de conferencias convocadas por el entonces candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio, cimbró al auditorio con un discurso sobre el arte en el siglo XX; le habían puesto una valla de guaruras para que los asistentes no se abalanzaran sobre él al terminar, y advirtieron que no firmaría ejemplares porque tenía un compromiso inmediato. Sin embargo rompió la valla para acercarse a saludarme y pedirme que le llamara por teléfono; igual de enfático lo fue en su última conferencia en El Colegio Nacional, donde lo aislaron y advirtieron que no firmaría libros; al terminar extendió los brazos como apapachando a los asistentes, en un gesto de reconocimiento a los que estábamos en las primeras filas.

Ese shock of recognitions lo da Fuentes como autor, no sólo como personaje, protagonista, escritor de tiempo completo, figura que llena la pantalla en las fiestas retratadas en Un alma pura, mediometraje de José Luis Ibáñez basado en el relato de Fuentes; opaca a Carl Brandt, José Donoso, Jason Epstein, Jules Feiffer, Bruce Jay Friedman y William Styron, entre algunos otros, y cuenta una aventura erótica: “y yo que me la llevé al río creyendo que era mozuela...”; eso para no hablar de tantos escritores que siguieron, aun sin reconocerlo, sus pasos en estructuras, lenguaje, anécdotas...

ES UN NARRADOR EXTRAORDINARIO, de los pocos con la misma calidad en sus novelas, aunque la voz narrativa esté en primera, segunda, tercera personas, o con voces plurales, coros animados que dan voz a las masas anónimas. No hay otro escritor tan eficaz en el uso de todas las personas narrativas. Por ejemplo, Mario Vargas Llosa es magistral dando voz a todos los personajes de una novela, de manera alternada; sus mejores obras tienen múltiples narradores, pero siempre en tercera persona, aunque suele tener fragmentos breves en segunda persona, con funciones de tercera.

No es fácil narrar en segunda persona; el autor explicaba que cuando se narra en primera persona, no importa lo que se cuente, el lector tiene la sensación de que se habla de algo en presente; la segunda persona da la impresión de que se narra el futuro, mientras que la tercera persona remite al pasado.

Carlos Fuentes
Carlos Fuentes ı Foto: larazondemexico

Así, algunas de las obras más enigmáticas de Fuentes están narradas en segunda persona: Aura, Cambio de piel, “Un alma pura”, ciertos pasajes de Terra Nostra, capítulos de La Silla del Águila, pasajes de La campaña. La muerte de Artemio Cruz cuenta en primera, segunda y tercera persona la vida de un caudillo revolucionario, su ascenso en la política después de la pacificación, sus avatares amorosos; todo, recuerdos y reflexiones al final de la vida del personaje, con un tono nada melancólico; ¿quién es Artemio Cruz? ¿Citizen Kane, alter ego de Calles, Obregón, Amaro? ¿la versión mexicana de Virgilio? Aunque la anécdota parece nacer de la potentísima voz de Hermann Broch, las tonalidades mexicanas recorren toda la gama de nuestro vocabulario, y en medio de la balacera se recuerdan los susurros de las amantes y se espían los muslos de la hija del personaje, pasaje breve pero excitante, erótico aunque no se narren más que la emoción de la propia protagonista por su vanidad al mostrarse ante unos ojos anónimos. Y los vaivenes entre la primera, segunda o tercera personas hacen que el lector se encuentre ante un panorama mexicano inigualable.

La región más transparente, novela que le dio fama inmediata (no se olvidan sus cuentos asombrosos de Los días enmascarados), tiene también una voz plural. En un momento culminante del muralismo mexicano (de mediados de los cuarenta a principios de los cincuenta) que resiste el embate del muralismo mundial, se toma una panorámica para mostrar todos los matices de la cultura mexicana de esos años: la modernización, la Revolución que se baja del caballo, la construcción de una nueva burguesía, el choque brutal entre los pequeños burgueses y la masa anónima de los desposeídos, quienes a base de gritos desarman a aquéllos, los bajan de su nube, les quitan la dignidad, los rebajan a poco hombres; a su vez, se cachondean entre sí, se abrazan, se insinúan homosexuales, se someten a albures incontestables. Esas voces anónimas aparecen no poco en otras novelas, de manera breve y tajante; en Fuentes con las agresiones en cantinas, en plazas de toros, en pulquerías, las masas arrastran y despojan de la dignidad a sus víctimas; pero en otro ejemplo de voz múltiple, en tercera persona, las invitadas a una fiesta entre la clase alta, chotean su género, se burlan de ellas mismas, ridiculizan la vestimenta que tanto se esmeraron en escoger, reducen al mínimo a sus amigas-contrincantes, devalúan los sentimientos ajenos (“no lloro porque se me corre el maquillaje”), quitan valor a sus relaciones lícitas o semiocultas, dejan despedazado al hombre engañado, al cornudo que en ese momento deja de ser hombre...

En un texto formidable, José Emilio Pacheco demuestra que la estructura de esa novela deviene, sí, de John Dos Passos, pero que éste viene de los murales de Diego Rivera que sintetizan historia y vida actual, reúnen a conquistadores y conquistados, hacen que el paisaje sea paisaje y al mismo tiempo erotismo descarnado, simbólico y elocuente, insinuante pero también impositivo.

En un libro ya poco mencionado, Cantar de ciegos, combina todas las voces: desde una engañosa primera persona que en “Las dos Helenas” narra la apasionante entrega de dos mujeres a un solo hombre; que en “Muñeca reina” permite que la primera persona sea a la vez una tercera y a ratos breves pero emotivos también segunda persona que se convierte en un monstruo espantable; que una narración enigmática, “Fortuna lo que ha querido”, sea al mismo tiempo primera y tercera voz; que un largo cuento con múltiples voces, “A la víbora de la mar” describa en tercera persona muchas narraciones emotivas y misteriosas pero a la vez sea una guía para leer todas las pistas de Rayuela.

Una novela tan breve como célebre, Aura, permite que la segunda persona nos haga ver el pasado como algo que no ha sucedido pero que inevitablemente sucederá; lo de menos es que una mujer sea dos o que dos sean una, que el narrador sea una víctima: una constante de Fuentes: los hombres son víctimas de las mujeres; éstas, no importa que sea siempre o una sola vez, pero decisiva, son hechiceras. Y aunque de manera momentánea, hacen de los hombres víctimas voluntarias de sus conquistadoras involuntarias, como en Las buenas conciencias, narrada en tercera persona y con una estructura aparentemente tradicional, despedaza al buen hombre que se atrevió a pecar, por una vez, pero las consecuencias son terribles.

Carlos Fuentes
Carlos Fuentes ı Foto: larazondemexico

CON CAMBIO DE PIEL, novela múltiple y con voces múltiples, Carlos Fuentes se puso por encima de los novelistas hispanoamericanos; ensayó estructuras, descompuso la novela tradicional, una sola voz da vida y voz a cuatro protagonistas (o cinco) que buscan encontrarse y se encuentran ante una encrucijada del destino que sólo puede descifrarse con encuentros carnales fugaces pero definitorios, y en los que el autoerotismo cobra una importancia inesperada. Emparentada con Rayuela, no juega como Cortázar con el destino, pero los protagonistas y su cronista a cada rato deben “jugársela” como si fueran volados, al mismo tiempo que ensaya un nuevo lenguaje, inédito hasta entonces en la narrativa en español.

Las voces se confunden en Zona sagrada, para describir el intento de independencia de un hombre condenado a ser víctima de una mujer condenada a vivir como leyenda construida por una multitud de voces no por anónimas menos contundentes, vivas. Pero es en una tercera voz omnipotente donde se conjuntan para construir vidas existentes sólo en la imaginación.

Sorprendió con Cumpleaños, otra exploración del idioma, aunque ahora no en sus fondos bajos, sino en el uso que puede darle cada faceta de la humanidad, en planos temporales aunque en la novela, una de las más breves de su producción, no hay acción, no hay anécdota, excepto la irrupción de una masa ya no agrediendo, sino imponiendo la música de los Rolling Stones (por cierto, el disco Let It Bleed apenas había salido de las prensas), que invade a los múltiples narradores, o las múltiples facetas de un solo narrador.1

Durante un paréntesis en que publicó teatro y ensayos literarios y ensayos políticos, preparó una novela sorprendente, Terra Nostra. En una larga y agotadora entrevista dio una clave para saber de qué se trata: para Fuentes la novela total es el Quijote, “la releo cada año”. Y así, dando rienda suelta a multitud de voces, hace el recuento de una vida y una entrega a la literatura total: las voces múltiples vuelven a conjuntarse, ya no para agredir a los privilegiados, ya no para echar bronca en las cantinas, sino para recrear el encuentro de dos mundos desde una perspectiva en donde se unen pasado, presente y futuro, y además donde aparecen personajes de una novela anterior, y también personajes de novelas de algunos compañeros del boom hispanoamericano.

Con cambio de piel, nóvela múltiple, se puso por encima de los novelistas hispanoamericanos; ensayó estructuras, descompuso la novela tradicional

EN SU NARRATIVA POSTERIOR hay, al mismo tiempo, un regreso a sus primeras obras, pero con riquísimas variantes. Una familia lejana recrea los mitos familiares al estilo de Las buenas conciencias, vuelve a juzgar la imposibilidad de vivir en el presente, y los traumas irrumpen en la aparente estabilidad emocional y sensual; Agua quemada es una visión más contemporánea de La región más transparente, sólo que en vez de una novela totalizadora son relatos situados en lo que dejó de ser una zona para privilegiados para dejar entrever la llegada avasalladora del esnobismo de la Zona Rosa, y en la que ya no caben los personajes neoporfirianos que se entercan en no crecer, no madurar, no ver lo que pasa fuera de su ámbito, y donde se juntan todas las voces autocríticas. En Todas las familias felices los relatos actualizan la visión de estos libros, hay una introspección a la vida íntima de la gente que se atreve, por una vez, a romper barreras, que busca y no encuentra la felicidad; hay acercamientos por primera vez a la intimidad de parejas que rompen estándares sociales, y ese acercamiento no sólo se expresa por la conducta sino con un lenguaje inaudito (o sea, no oído antes) en la literatura mexicana.

Del erotismo de ciertos cuentos de Cantar de ciegos se desprende una visión a la intimidad femenina en Constancia y otras novelas para vírgenes, en donde las mujeres no son víctimas sino victimarias y se apoderan de las historias, en su visión, no la de quienes se sienten sus conquistadores; los espacios ya no son castillos en donde las encierran a vivir su soledad, sino ciudades efímeras, espacios apenas visibles, tan inexistentes como un romance en un avión; en Diana o la cazadora solitaria, las escenas sexuales se presentan sin pudor, y los amantes se ven sorprendidos por sirvientas inexpresivas que contrastan con la ansiedad de los lectores (en ésta aparecen personajes muy reconocibles del cine mundial, y hay confesiones que harán sonrojar a los testigos mudos); o los relatos menos eróticos pero no menos sensuales de El naranjo o los círculos del tiempo, donde aparece como elemento de esa sensualidad un humor repentino y fugaz, humor que se hace presente de manera brutal en La frontera de cristal, que provoca carcajadas como las mejores novelas de Gustavo Sainz o de Jorge Ibargüengoitia, al confesar, el alter ego del autor, su desenfrenado amor por la gastronomía fina lo mismo que por las hamburguesas, sin que esas confesiones opaquen el retrato de la crisis económica que tundió al país en los años novena.

En la serie de novelas que tuvieron inicio en La Silla del Águila (Federico en su balcón, La voluntad y la fortuna, Adán en Edén) anticipa el revuelto mundo de la política mexicana en los últimos veinte años, con la violencia que irrumpe en la vida cotidiana, con los políticos que mienten aunque todos saben que mienten, con los giros sorpresivos, y en todas esas páginas, latente un estallido revolucionario que haga pedazos el país tal como lo conocemos.

Otro Fuentes, el que abreva en la historia (pasada, presente o futura), es el que aparece en Gringo viejo, Los años con Laura Díaz, Cristóbal Nonato, La campaña, y que más que resaltar o recordar o inventar pasajes en México, Estados Unidos, Suramérica, nos muestra las obsesiones, los recuerdos de infancia, la vida de políticos tal como viven en la memoria de Fuentes, y que requieren una segunda lectura para desenredar esos laberintos que parecen inventados, pero nos muestran al narrador, más aún que las historias inventadas.

Carlos Fuentes
Carlos Fuentes ı Foto: larazondemexico

COMO ES OBVIO, en un narrador (los libros de ensayos los reservamos para otra incursión en la asombrosa literatura de Fuentes) tan prolijo, hay algunos libros más sobresalientes que otros, pero en todos se encuentran páginas inolvidables, momentos que un lector entregado y cautivado nunca olvidará. Dijimos que encanta al lector, porque su prosa es envolvente, mágica, poderosa; hay que rematar con la afirmación de que domina todas las técnicas, sabe extenderse y sabe contenerse, sus personajes son reales, aunque ficticios, y lo que escribe nos hace recordar algo, aunque aún no suceda.

Nota

1 Fuentes siempre estuvo al día, sus menciones a algún tema de moda no se estancan, sino que hacen sempiternas esas canciones, esas pinturas, esos filmes.

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