Esta crónica contiene fast forward. Arranca en Torreón a las seis de la foquin mañana. Estaba crudísimo. Me prometí a mí mismo que no me empedaría los días previos al concierto de ZZ Top en El Paso. Habíamos comprado los tickets desde antes de la pandemia. Se pospuso cinco veces. Pero por fin llegaba. Ocurrió lo de siempre, me asomé por la cantina del barrio a tomarme dos cervezas. Que se convirtieron en cuatro. Que se convirtieron en chingo mil. Llegué a las dos al Salón Versalles y salí a las once de la noche.
Me trepé al Tiburón Ballena (un Mazda 6 color gris) y me eché en el asiento trasero mientras mi compa C, alias El Chavo, conducía a 180 kilómetros por hora.
Fast forward. Tras una parada técnica en Villa Ahumada para comer burritos de chile relleno con asadero, entramos a Juárez después de ocho horas de trayecto. Nos fuimos directo a un cheesy motel a hacer check in. Diciembre es el peor mes para cruzar la frontera, así que nos urgía estar del otro lado. El reporte de los puentes internacionales arrojaba un tiempo estimado de fila de treinta minutos. Sonaba a ficción especulativa. Frontera recién abierta, después de casi dos años cerrada por pandemia, en época navideña y además sábado. ¿Neta? Las cosas no fueron nada fáciles. Tardamos una eternidad en poder siquiera alinearlos en la larga caravana de autos que se dirigían a El Paso. Porca vida, porca miseria.
Fast forward. Me mintieron. Me dijeron que el centro de El Paso se estaba muriendo. Que sin los fayuqueros se había convertido en tierra baldía. Vi muchos establecimientos nuevos. Sobre todo de comida. A pesar de la excesiva oferta, acudí a mi lugar preferido: The Tap. Recibí dos tremendos reveses. El lugar estaba remodelado. Y dentro un grupo de graduados festejaban el fin de cursos. WTF. Es uno de los cambios de la pandemia que más me ha dolido. Me encantaba este lugar porque era madriguera de puro barfly y de rockeros. Es una estación obligada antes de los conciertos en el centro de El Paso. El segundo golpe fue enterarme que ya no vendían Samuel Adams de barril.
Fast forward. Pese a la baja de Dusty Hill, ZZ Top se lanzó a una extensa gira para celebrar sus cincuenta años de vida, con la bendición de su exbajista, quien dispuso que su lugar fuera ocupado por Elwood Francis, técnico de guitarra de Billy Gibbons y exlíder de la banda punketa Alkatrazz.
La banda salió al escenario con su nuevo integrante. Me cayó bien Elwood
No mucho después de comprarme en el lobby un bourbon Tres hombres, el pisto oficial de ZZ Top, la banda salió al escenario del teatro Abraham Chávez con su nuevo integrante. Desde el inicio me cayó bien Elwood. Adoptó la filosofía de la barba larga, pero le puso su toque punk con el cabello, totalmente gris, parado como si acabara de recibir una descarga eléctrica.
Son unos zapatos imposibles de llenar, los de Dusty, para cualquier bajista. Y no sólo por su habilidad para tocar, eso es lo de menos, por su presencia y el gran complemento que era para el Reverendo. Quien sin duda lo extraña. Y eso resaltó desde la primera rola: “Got Me Under Pressure”. Sin los coros de Dusty no sabe a lo mismo.
Lo entrañable de Elwood es que sabe perfectamente dónde está parado. Se muestra respetuoso con el puesto y siempre está dos o tres pasos atrás del Reverendo. No pretende hacer el bailecito con éste, como lo hacía Dusty, aunque sí da unas vueltas de 180 grados con el bajo en ristre, pero nada demasiado ostentoso. Desde el momento cero se ganó mi respeto. En definitiva, ZZ Top no son los mismos con esa enorme ausencia. Frank Beard sigue siendo un monstruo de cuatro brazos. De quien sólo se tiene noticia de sus redobles. Y el Reverendo por supuesto que sigue dando cátedra. Eso no ha cambiado. Pero también es verdad que sin Dusty ya no está presente la misma excitación. Se pudo comprobar en el show tan corto que ofrecieron.
Hubo un cambio en cuanto al sonido. Elwood mete unos efectos que antes no estaban, lo cual es entendible, para tratar de imprimirle su sello al conjunto. Lo que más sorprende del Reverendo es que se plante en el escenario sin un solo pedal de guitarra. A sus pies no hay nada. Todos sus efectos son a larga distancia. Qué magia hace el tipo de la consola.
Fast forward. Ya de regreso en Ciudad Juárez, con un veinticuatro de Lagunitas brindamos por Dusty Hill.
Que en gloria esté.