Lanzan 100 canciones inéditas de Dylan

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Foto: larazondemexico

Nadie puede atrapar a Bob Dylan, el gran escapista de la cultura popular. Cuando querían que fuera el espíritu del folk, se electrificó. Cuando pretendieron que se erigiera en la voz de una generación, renegó de ella. Hasta cuando le dieron el Nobel apenas pudieron notificárselo. Otra cosa fue a la hora de cobrar el cheque, claro.

Dylan ha protagonizado largos exilios interiores como el que encontró entre los años 1979 y 1981, cuando se convirtió al cristianismo y editó tres álbumes de fuerte contenido religioso. Después de tantos requiebros le quedaban menos seguidores, predicaba en el escenario en el nombre del Señor. Dicen de Dylan que es el artista que más se ha reinventado de la historia, pero quizá es más correcto decir que es el que más se ha autosaboteado.

Ahora, directamente extraído de la sima de las grabaciones no autorizadas y otras rarezas, llegan las Bootleg Series Volumen 13, consagradas a este periodo antipático de su creación en el que, en contra de lo que se ha dicho, más por la mala recepción que tuvieron las canciones de una trilogía de discos en su momento, hay excelentes grabaciones y quizá algunos de sus mejores momentos en directo, movido por una extraña fe.

Una revelación. El título del lanzamiento del próximo 3 de noviembre, compuesto nada menos que de 8 CD y un DVD, es Trouble No More, (No más problemas), y justo lo contrario al espíritu con el que Dylan afrontó esta fase de su vida en los que no dudaba en lanzar sermones cargados de azufre allá donde actuase. A Dylan se le había reclamado que fuera el líder o el pastor de una generación contracultural y siempre se negó públicamente a asumir la portavocía.

Cuando lo hizo, no fue como sus seguidores esperaban: él les habló de la salvación cristiana, convicción que había abrazado en 1979 (Robert Zimmerman era, claro, de familia judía) después de una revelación que no ha sido suficientemente explicada y que queda para su particular nave de los misterios.

De este período son tres discos, Slow Train Coming (1979), Saved (1980) y Shot Of Love (1881), que ni siquiera incluyeron las mejores canciones que había escrito en esa época, sino las que mejor se ajustaban a sus propósitos evangelizadores.

Así, en Trouble No More hay hasta 100 pistas inéditas, entre tomas alternativas, en directo o ensayos, además de dos directos (Toronto, 1980 y Londres, 1981) que circulaba casi como joya clandestina entre los fans del rock cristiano y que en la nueva edición tiene una excelente calidad de audio e imagen.

Mencionar el rock cristiano puede generar bostezos y resultar una etiqueta injusta para la obra de Dylan de estos años, fuertemente influido por el gospel como territorio lírico y apoyada en una convicción y una fuerza envidiables.

Tanta, que es normal que algunos de sus seguidores se quedasen a cuadros, pero en el fondo la escritura es apasionada e inspirada aunque a veces el bardo parezca un fan de Jesucristo, como cuando canta “Jesus Is The One”.

En el nuevo material puede escuchársele interpretando clásicos del estilo como “Jesus Met The Woman at The Well”, un viejo tema del que apenas se conocía la versión dylaniana.

Lo que más atraía a Dylan (pues la fe, aparentemente, le duró poco con tanta convicción) es la fuerza poética y literario de la ceremonias religiosas, la idea de Dios como absoluto, la de algunos hombres como pastores y la palpitante presencia del mal.

El músico no había prestado demasiada atención a la Biblia en su educación y siempre describió su conversión con una inverosímil epifanía durante una gira por el Medio Oeste.

Visto en perspectiva, está claro que al escritor de canciones le debía resultar más interesante y seductora la posibilidad de una aparición en un motel de Arizona (como contó él mismo) que la verdadera explicación de cómo se aferró a unas creencias en una época de fracaso sentimental (acababa de divorciarse) y profesional, entre otros patinazos, por el irregular disco Street Legal y la fallida película Renaldo y Clara que se sumaban a una crisis existencial por su rechazo a la popularidad.

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