Si Guillermo del Toro supo construir un universo divertido, espectacular y congruente consigo mismo, a partir de dos conceptos consolidados por el entretenimiento asiático que han terminado por volverse de uso común, dígase kaiju -cine de monstruos gigantes- y mechas -robots colosales tripulados-; el director Steven S. DeKnight, esta vez se ha encargado de echarlo todo por tierra, apostando sin cuidado y con poca pericia, por los convencionalismos propios del cine de consumo rápido.
Y no es que los puntos de partida no fueran interesantes. Por un lado está la irrupción del hijo rebelde del legendario Stacker, a quien vimos como se sacrificó durante la última batalla con tal de cerrar la brecha que permitía la entrada de los monstruos; por el otro está el hecho que la división de pilotos responsable de la defensa contra los posibles ataques está a punto de desaparecer, dejando su sitio a una serie de drones controlados con un sistema ultratecnológico; aunado a la relevancia que toma una peculiar nueva recluta capaz de construir su propio robot con chatarra, y la aparición de un peligroso jaeger de origen desconocido. De que había líneas argumentales a explotar, eso sin duda.
Incluso vemos cierta progresión en los personajes que conocimos en la primera entrega -la aventura transcurre diez años después- cuyos roles ahora han cambiado y resultan un buen gancho para los fans. Pero el asunto está en que conforme la película avanza todo esto deja de importar. Sin razón alguna el relato traiciona sus propias reglas y va saltando entre episodios a medio contar, dejando que las motivaciones de los protagonistas se diluyan para convertirlos en clichés que rayan en lo ridículo, sobre todo el que develan como el gran villano y al que solo le falta frotarse las manos y decir “ñaca, ñaca” para parecer salido de los seriales de los Power Rangers. El reparto, que en realidad es el menor de los problemas, incluye a Scott Eastwood - Suicide Squad (2016)- y a Cailee Spaeny - Counting to 1000 (2016)- además de John Boyega -traído directo de la saga de Star Wars-, quién hace lo que puede tratando de darle consistencia a una especie de antihéroe simpático en busca de la redención, quedándose a mitad del camino.
Por supuesto, en cuanto a espectáculo no decepciona, las batallas plagadas de efectos especiales están a la orden del día y son entretenidas, aunque el peso que antes tenían el diseño y los nombres de los jaegers, y la relación con sus pilotos, así como los distintos Kaiju, aquí carece de cualquier relevancia. Titanes del Pacifico la Insurrección, hace de una pieza con identidad, que reinterpretaba y rendía culto a la cultura pop, una saga veraniega de efectos especiales genérica y olvidable.