Tom Cruise regresa con una nueva misión imposible

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Hace 22 años que Tom Cruise se compró su propio vehículo de aventuras y vaya que ha sabido cuidarlo y estirarlo al máximo. Pues aunque la saga ha vivido mejores momentos, sobre todo cuando estuvo en manos de Brian De Palma —quien en 1996 supo convertir un concepto netamente televisivo y exitoso, por cierto, en una pieza fílmica sofisticada— y de John Woo — quien en pleno inicio de siglo lo llevó a los límites de la estilización, delineando la entrega con mayor identidad de todas—, los convencionalismos por los que ha apostado el resto de los directores, entre ellos J.J. Abrams —Star Trek (2009), Super 8 (2010)— y Brad Bird —Los Increíbles (2004), Los Increíbles 2 (2018)—; siguen siendo redituables.

[caption id="attachment_776702" align="alignright" width="327"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

De esta forma pareciera que ya lo han contado todo —y tal vez así sea—, llega Misión Imposible Repercusión, que con base en un guión escrito por Christopher McQuarrie —quien también se hace cargo de la dirección—, sin meterse en complicaciones en la trama, logran darle la vuelta a los conflictos recurrentes del protagonista, poniendo en duda su estatus de héroe, evidenciando el posible extravío de sus objetivos y explotando de manera mucho más directa la relación de “te protejo, pero te arriesgo” con su otrora esposa y, por supuesto, sus colaboradores —quienes a diferencia de la serie original, siempre ocupan el lugar de comparsa—, estirando con cierta naturalidad los puntos de tensión que sostienen el desarrollo e incluyendo cada vez menos sorpresivas vueltas de tuerca. Es cierto, uno de los grandes atractivos es que Tom Cruise se empeñó en involucrarse de la forma más directa posible en las secuencias de acción —aprendió a volar helicópteros, por ejemplo— y en ese sentido, éstas no decepcionan, son explosivas y, al mismo tiempo, muy orgánicas; pero por otro lado no evitan los lugares comunes, dígase caer en el efecto “Aeropuerto Rápido y Furioso” —aquí rayan en el absurdo con 15 minutos que duran casi 30— y ser algo repetitivos; por ejemplo, el que al final todo se decida en una pelea por hacerse de cierto objeto, recurso que vienen usando desde la segunda entrega —aunque con menos adrenalina—, sólo cambiando dicho objeto, que ha sido desde el contenedor de un antídoto, hasta un maletín con detonadores —como en Misión imposible: Protocolo fantasma (2011)— y similares. En fin, esta entrega es una maquinaria que no deja de ofrecer más de lo mismo, pero está tan bien engrasada que funciona, entretiene y no debe pedírsele más.

[caption id="attachment_776703" align="aligncenter" width="521"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

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