Después de la estupenda primera temporada de Daredevil, que además de tener una segunda de igual nivel, el eslabón más débil fue la producción sobre Iron Fist. Sin embargo, no todo estuvo perdido, el interés del público se mantuvo lo suficiente para darle una nueva oportunidad, con una segunda temporada que se estrena el próximo viernes, que en términos generales la han aprovechado.
En esta ocasión se deja un tanto del lado el cansino énfasis en el juego de ida y vuelta, de la relación del protagonista con su familia política, para concentrarse mucho más en las implicaciones del poder místico que posee y los fantasmas del pasado que convenientemente terminarán por empujarlo a consolidarse como el superhéroe que está destinado a ser, mucho más cercano en imagen y fondo a como lo conocemos en los cómics.
Todo viene aderezado con un mayor número de secuencias de acción, cuya manufactura luce cierto ingenio y sentido dramático, lo cual se agradece y le da consistencia a una trama que por momentos pierde el empuje cuando de desarrollar los personajes secundarios se trata, pero se fortalece con las conexiones que mantiene con el resto del universo al que pertenece.
Así pues, aunque el conflicto aún parece alargarse de más y deberá sortear la obviedad y los lugares comunes a los que recurre, se puede decir que esta segunda temporada de Iron Fist, y de la cual sólo hemos tenido oportunidad de ver la primera mitad, es mucho más acertada que su predecesora a la hora de delinear las motivaciones de su protagonista —interpretado con mayor convicción por Finn Jones—, al darle identidad a la propuesta a través de atmósferas recargadas y en el acabado de las peleas. Suficiente para darle la oportunidad, ver si alcanza la reivindicación total y si los villanos dan el nivel prometido.
El Dato: En la primera temporada Danny Rand reaparece con un poder único y un objetivo, pero las fuerzas de la oscuras lo acechan.