Nace una estrella, para un actor que luce en la dirección

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Foto: larazondemexico

Esta cuarta versión de Nace una Estrella, más cercana a la realizada por Frank Pierson en 1976 (aunque mejor lograda en definitiva) no solo nos revela a un Bradley Cooper con el oficio suficiente para ponerse al frente y detrás de las cámaras, si no con la sensibilidad que le permite evitar los lugares comunes y manipulaciones excesivas propias del género, y de paso aprovechar (pese a sí misma) a quien aún no se quita la etiqueta de ser una cantante metida de actriz, pero aquí da un paso más para conseguirlo.

Aunque al principio Lady Gaga se muestra algo inexpresiva, conforme la película avanza encuentra los enganches en el brillante desempeño de su coprotagonista y comienza a delinear con firmeza un personaje ideal para detonar la fuerza natural de su presencia y su potencia vocal que luce al máximo, sin que esta llegue a robarse el completo protagonismo.

Destaca lo equilibrado del relato que cuenta con una cuidadosa manufactura y transcurre entre escenas casi invasivas, contrastando la explosividad de los conciertos con la evocación de los diálogos durante el encuentro entre una figura del rock sumergida en la bruma del alcohol y una chica que ante sus ojos está destinada a convertirse en una estrella que habrá de brillar aún más de lo que él mismo pudo llegar a hacerlo.

No se puede negar que hay cierto regodeo de Cooper, quien evidentemente se guarda los momentos de mayor exigencia histriónica, además de que se queda corto el desarrollo de la perversión por parte de la industria del consumo hacia ella, amén de que hay cierto regodeo con algunas escenas que alargan un poco de más el asunto, pero eso no apaga la profundidad y grandilocuencia de la obra en conjunto.

Presentada en el pasado Festival Internacional de Cine de Toronto, se trata de una revitalización del romance clásico Hollywoodense, que sin negarse a la nostalgia, no se deja consumir por ella y le dota de una organicidad que le válida ante los paladares fílmicos más exquisitos y le contextualiza de manera contundente para las nuevas generaciones, haciéndoles voltear irremediablemente hacia el cine tradicional, ese que sin demasiados artificios, recurre a los sentimientos para sustentarlo todo. Una buena opción en la cartelera.

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