Llama la atención como de inicio, la más reciente película dirigida por Julius Avery, producida por J. J. Abrams -responsable de Súper 8 y Star Trek-, quien además colabora en el guion junto con Billy Ray -Volcano, Los Juegos del Hambre-; se afana en tomarse demasiado en serio, cuando está claro que su objetivo es transitar por caminos muy diferentes, lo cual contrario a lo que pudiera pensarse no les resulta tan mal.
Y es que a pesar de que en ese sentido se queda a medias tintas, presentando personajes estereotípicos en situaciones intensas, con tibios apuntes a que habrán de encontrarse con algo que va más allá de los horrores propios de la Segunda Guerra Mundial, dejando algunos cabos sueltos al paso; es la forma en que esto se refleja en su manufactura, que con base a ángulos rebuscados, secuencias trepidantes e impactos de sonido, logra reproducir y proyectar la brutalidad del combate, manteniendo la atención del espectador hasta el momento en que deja atrás la indefinidicion del tono y se asume como lo que es, un entretenido y espectacular disparate.
Los protagonistas son un grupo de soldados que, durante la Segunda Guerra Mundial, en la víspera el célebre día D, tienen la misión de internarse tras las líneas enemigas en los parajes de la Francia ocupada, e inhabilitar una Torre para facilitar el desembarco de las tropas aliadas en Normandía. Se trata de una misión prácticamente suicida, además de que al llegar al lugar descubrirán en las profundidades de una iglesia -no es gratuito que ahí ubiquen el laboratorio-, que el horror puede ser llevado a niveles impensables.
Es así que a la sombra de un hecho histórico, Operación Overlord toma como pretexto a los nazis -reconvertidos en los grandes villanos, después de algunos años que Hollywood les había dejado en segundo término- y su obsesión por encontrar mecanismos “alternos” de dominio, para elaborar una estilizada aventura que transcurre a tambor batiente, que se apunta en la línea del cine bélico clásico, pero aprovecha los alcances propios de una gran producción y mantiene el espíritu de las películas de serie b vistiéndose de sangre y visceras sin reparos. Se trata de divertimento puro, con científicos dementes, experimentos salvajes, desmembramientos y explosiones, que salvando lo arriba mencionado, las evidentes incongruencias y cierta falta de carisma en la mayoría sus personajes, algo que gracias al cielo se compensa con la buena presencia del antagonista y los matices del protagonista; funciona y no engaña a nadie.
fgr