“Amigable vecino”

En una época en la que la idealización excesiva del arquetipo del superhéroe parecía sumergirlo irremediablemente en los anacronismos, llegó un entusiasta Stan Lee para cambiarlo todo. En complicidad con artistas como Steve Ditko y sobre todo el genial Jack Kirby, entregó conceptos en los que las habilidades extraordinarias no sólo iban de la mano de responsabilidades, sino que también tenían consecuencias, dejando claro que aquello que los hacía humanos no era la falta de las mismas, sino las circunstancias en las que se desenvolvían y las dificultades que superaban tanto al enfrentar supervillanos, como en la vida cotidiana.

Fue así que debutó a la primera familia de superhéroes, cuyos miembros no tenían identidad secreta, dígase Fantastic Four; lo mismo que a los célebres mutantes que protegían un mundo que les temía, los X Men; pero sobre todo, aquel en el que consolidaría todos estos nuevos lineamientos, Spider-Man.

Y es que el célebre arácnido, no sólo fue el primer superhéroe adolescente en actuar sin ningún mentor o regulación adulta —algo que actualmente han echado por la borda en las películas—, sino que además en sus aventuras siempre tenían un peso importante las vicisitudes del joven promedio y de aquellos que le rodeaban, desde las decepciones amorosas y el cumplir con la escuela, pasando por la necesidad de tener un trabajo para ganarse la vida, hasta salir a combatir al crimen estando enfermo o usando el uniforme húmedo por que no alcanzó a secarse después de echarlo a la lavadora.

En fin, fue sobre esta fórmula revolucionaria del mundo del cómic, que se cimentó la poderosa Marvel, mientras el impulsor de todo, Stan Lee, aprovechando su enorme carisma fue cobrando protagonismo, reinventándose sin tomarse nunca demasiado en serio, para convertirse en un personaje en sí mismo. Una figura recurrente incluso dentro de las aventuras de sus creaciones, vía diversos cameos en series y películas que pasaron a formar parte de un enorme legado que marcó generaciones empujándoles a soñar. Por eso es qué hay sólo resta decir: gracias Stan ¡Excélsior¡

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