El ritual del Sake es una ceremonia hecha para compartir; una de sus reglas, según me explica el Sommelier Ángel Reynaga, es que, quien disfrutará del emblemático vino de arroz oriental no debe servirse a sí mismo, ya que compartirlo siempre es un gesto de dar.
Quien lo sirve sostiene la botella a dos manos en señal de hospitalidad; al salir del envase cristalino el traslúcido líquido llena un pequeño vaso para después desbordarse hasta el límite de un masu, recipiente usado para medir porciones de uno de los más preciados alimentos de oriente: la semilla de arroz.
Siendo un gran tesoro heredado de China a la cultura japonesa, el nacimiento del sake tiene en su paso por la historia de la humanidad orígenes que lo remontan a lo divino y a lo terrenal.
Ángel Reynaga me compartió que uno de los mitos alrededor de la cristalina bebida es que los dioses de oriente descendieron de los altos cielos para compartir el sake con la humanidad.
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La otra historia cuenta la leyenda de un terrateniente de campos de arroz, el cual obligó a un campesino a llevarse una gran cantidad del cereal, ya que, por un descuido, después de que el siervo almacenará el arroz con agua, no fue lo suficiente precavido y el cereal comenzó a fermentarse.
El terrateniente, empecinado en no desperdiciar tal cantidad de alimento, y con el afán de dar una lección a su trabajador, ordenó al campesino que junto con su familia lo comieran todo.
Al llegar a casa, con tristeza y vergüenza, el campesino explicó la situación, y calentaron el arroz bajo el calor del fuego para consumirlo. Al dar uno, dos, tres bocados, pudieron notar en el paso por la garganta el característico calor de las bebidas alcohólicas y la sensación seguida de relajación que la acompaña.
Ese fue el brillante accidente que pudo dar origen al sake, y es una de las razones por la cuales la bebida puede servirse caliente y con arroz.
Un lugar especial para poder degustarlo es Wan Wan Sakaba, un pedacito de Japón engullido en la Ciudad de México.
A escasos pasos de la estación del Metro Sevilla, Wan Wan Sakaba abre sus puertas a los paladares curiosos, para regalarles una rica y tradicional experiencia gastronómica y audiovisual de un auténtico restaurante japonés, a miles de kilómetros de distancia de la nación del sol naciente.
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