Explotando las posibilidades del blanco y negro, que aquí rebasa las fronteras del efectismo o la simple estilización, para sorprender con composiciones de poética espectacularidad; Cold War se presenta como una compleja y seductora exploración de los escondrijos tortuosos que conlleva la relación entre dos personas cuya necesidad de estar juntos es inversamente proporcional a las diferencias que definen sus temperamentos y objetivos.
Yendo y viniendo, de Polonia a Yugoslavia, de Berlín a Paris, es la historia de un músico y una cantante que chocan una y otra vez, obedeciendo al mustio destino que irremediablemente les conduce a la fatalidad. Con tales ingredientes y las virtudes de su manufactura, al filme del director Pawel Pawlikowski le basta y le sobra para ponerse muy por encima del promedio general de lo que llega a las salas de cine comercial.
Sin embargo y afortunadamente, eso no es todo. Y es que detrás de la grandilocuencia visual y del sentido dramático con el que empuja el apabullante pero irresistible desarrollo emocional, para hurgar y exponer en carne viva los extremos y consecuencias de la pasión, enmarcada por los matices de la luz y las sombras del formato que aquí alcanza niveles de virtuosismo; emerge un desgarrador testimonio sobre la prostitución consensuada y asumida de los ideales y de la nación.
Los pasajes en que la danza se subyuga ante los intereses políticos, en donde la música es una simple herramienta para los círculos más poderosos, mientras los artistas atestiguan y participan sumisos, que parecieran ser un simple telón de fondo, poco a poco, a través de diálogos devastadores, reclaman y asumen el mismo protagonismo que la historia romántica, para llevarlo hasta sus últimas consecuencias, cuando unas cuantas palabras terminan por asfixiar la mínima oportunidad de encontrar la redención.
Proyectada en la pasada Muestra Internacional de la Cineteca, con tres nominaciones a los premios Oscar acompañándole, Cold War, o Guerra Fría por su título en español, es tan melancólica como despiadada a la hora de dar un paso al frente y plantarle cara al pasado, es un canto de amor y culpa sobre los hechos y la postura tomada ante los mismos, tal y como a veces sucede con los romances malogrados, que ciertamente es sobre lo primero que parece estar hablándonos, pero no es lo único con lo que debemos quedarnos. Es lo más cercano a una obra maestra que se pudo ver en los diversos festivales el año pasado y seria casi imperdonable perdérsela ahora que llega llega a la cartelera mexicana, traída acertadamente por Cine Caníbal.
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