Shazam!, un superhéroe a medida para el cine

DC cómics y Warner han encontrado el camino para hacer que las conexiones entre su universo fílmico funcionen, porque aunque han declarado que ya no es su prioridad, en Shazam! queda claro que sigue siendo uno de sus objetivos.

Y es que entre los principales virtudes de esta película dirigida por David F. Sandberg -Anabelle 2: la creación (2017)-, destaca la forma en que la aventura está salpicada de elementos que indirectamente y sin que representen algo totalmente trascendental -como ya se había vuelto costumbre-, hacen referencia al resto de sus películas recientes, entre ellas Justice League y Supermán Man of Steel, a la versión en los cómics de la etapa New 52, amén de las consabidas escenas postcréditos que entre lo gracioso y lo anecdótico, arrojan algunos guiños en ese sentido.

Claro que aquí lo más importante es que eso queda al margen, para que al igual que lo hicieron con la estupenda Wonder Woman y la muy funcional Aquaman, todo se concentre en darle identidad al personaje -que como adulto es bien encarnado por Zachary Levi- y crearle un contexto propio, para lo que apuestan por retomar y tomarse muy enserio la clásica premisa del niño que tiene la posibilidad de convertirse en superhéroe -en este caso al ser elegido para ostentar habilidades místicas gracias a un antiguo hechicero-, mientras en contraste se dan el tiempo de reírse de muchas de las convenciones propias de este tipo de cine, incluyendo desde el uso y descubrimiento de los superpoderes, hasta lo absurdo que puede resultar la manera en que se establecen las conversaciones durante las batallas.

Todo además sustentado en una simple pero entrañable y contemporánea reflexión acerca de la familia y la responsabilidad, que detona por completo a la hora que el protagonista encuentra la clave para derrotar al villano en turno -el Dr. Sivana, interpretado por Mark Strong-, revestida de cierta ingenuidad que nos recuerda el tono característico de los populares cartoons de los ochentas. Es esto último precisamente, lo que le permite usar con descaro los lugares comunes, validándolos dentro de un concepto en el que la nostalgia y el humor hacen su parte para enganchar al publico adulto, mientras la estilización, la premisa y el dinamismo propio de la aventura, atrapa a los nuevas generaciones.

Finalmente, Shazam no está exenta de ciertas incongruencias y de un desfase de tiempos, pero la película se sostiene por sí misma, el humor encaja a la perfección con las escenas de acción, tiene encanto y hasta cierto trasfondo que le salva de la excesiva frivolidad.

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