Un homenaje a la nostalgia y al arte

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Foto: larazondemexico

En una suerte de drama y suspenso, el finlandés Klaus Haro echa mano en El artista anónimo de recursos estilísticos sutiles que pasarían sin advertencia, pero efectivos para crear atmósferas en las que los ejes centrales son la culpa, la reconciliación y la redención. Ambientada en la época actual, el filme está bien estructurado visualmente y destaca el trabajo del fotógrafo Tuomo Hutri, con quien el cineasta ha trabajado en otras cintas.

Olavi (Heikki Nousiainen) es un viejo y solitario galerista de Helsinki que cree haber encontrado en una pintura sin firma a subasta, la autoría del maestro ruso Ilya Repin. En la oportunidad de confirmar su teoría, hará todo por obtener la ansiada obra con la que avizora una posibilidad de recuperar algo de la fortuna que alguna vez tuvo. La situación se complica cuando reaparece su única hija con quien casi no tiene contacto y que le pide aceptar a su nieto, Otto (Amos Brotherus) como ayudante en su galería de arte.

Casi nada expresivo y de pocos amigos, Olavi tendrá que desentrañar el misterio del cuadro en compañía de Otto,  y en medio de fuertes diferencias generacionales, por no decir de resentimiento de tantos años de ausencia.

Desde su debut con Elina, en 2003, el estilo del finlandés Klaus Haro ha sido bien recibido tanto en festivales como por el espectador común; y en México con la cinta Adiós mamá, de 2005, ha logrado una audiencia cautiva.

Haro sabe llevar bien una fábula en la que también se aprecia un reconocimiento a los artistas olvidados, al mundo que se aleja ante las nuevas tecnologías. El artista anónimo quizá sea predecible y algo sentimentalista —poco frecuente en el cine finlandés, por cierto—, pero la trama explota muy bien la nostalgia y la música a cargo de Matti Bye ayuda. En el filme convergen lo antiguo con lo nuevo, los mensajes dejados en una grabadora con la inmediatez de los enviados por celular.

[caption id="attachment_928029" align="alignnone" width="696"] Olavi y Otto, en una de las escenas de la película finlandesa.[/caption]

La investigación hemerográfica con la que Olavi está seguro de disipar dudas sobre el enigmático cuadro con la propuesta de su nieto a encontrar respuestas en Google. O incluso en la expresión de un amigo de Olavi sobre el devenir del negocio para las galerías de arte, porque las ventas en línea están comiendo el mercado.

En este sentido, el realizador entreteje bastante bien los ritmos entre el melodrama de la familia distanciada con el suspenso, pues logra momentos de tensión en cuanto a si conseguirá el dinero para comprar el cuadro en la subasta o no, si el cuadro efectivamente pertenece al pintor realista o se trata de un anhelo de sus últimos días. Y es también un homenaje a los olvidados y a un mundo que se diluye como la vida misma. El final de Olavi se acerca y lo sabe.

El Dato: Heikki Nousiainen debutó en la televisión en 1967 con la película Henrik ja Perinlla; ha tenido más de 40 participaciones en la industria televisiva y fílmica.

Una de las escenas clave es cuando Olavi visita una galería en compañía de Otto; ahí, le enseña un cuadro donde se ve a un anciano caminar de la mano de un pequeño. Ese cuadro marca el sentido de la historia: el personaje quijotesco con una búsqueda personal que lo lleva a un camino de liberación, en el que anciano y joven, diametralmente opuestos, encuentran similitudes por las soledades que comparten cada uno a su manera.

Sin duda una opción refrescante para aquellos que buscan un respiro de las películas con sello Hollywood.

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